sábado, 20 de mayo de 2017

¿DE QUÉ ESTÁN HECHOS?

Joaquín Córdova Rivas Debe haber algo que le dé sentido a la vida, no como simple proceso biológico de nacer, crecer, reproducirse y morir; sino a la existencia de cada uno, que le otorgue significado a los afanes diarios, a levantarse de la cama, ir a la escuela o al trabajo, enfrentarse a los problemas cotidianos y excepcionales, a sentirse satisfecho ante la certeza de morir en cualquier momento. Algunas culturas pregonan la búsqueda de la felicidad, otras el estar en paz con uno mismo y con los demás. El “humanismo”, que quizás tenga mucho de egoísmo, nos proclamó la especie superior en un planeta que parecía inagotable, resistente a todo intento por destruirlo incluidas el resto de las especies no humanas. Pero topamos con que todos estamos relacionados y dependemos de los demás, hasta de los que no identificamos con un colectivo y vaporoso “nosotros”. Entre más trepados en la escala social, política o económica, más daño podemos hacer. Por eso son notorios los casos de grandes empresarios, de presidentes, secretarios de estado, legisladores, gobernadores, presidentes municipales, que se corrompen, que se “echan a perder”, que se pudren y degradan a los que están a su alrededor. Los grandes ladrones, esos que han sido tan desvergonzados y estúpidos como para ser detectados por una sociedad harta de sus abusos, sin contar todavía a los que nadan de muertito para no llamar la atención, no son monstruos excepcionales, tampoco personajes de gran inteligencia y valentía, apenas son más corrientes y comunes que todos los demás. ¿De qué están hechos? Caigamos en la provocación y personalicemos. ¿Cómo un niño gordito y de voz chillona se convirtió, antes de los 40 años, en otro de los saqueadores —porque los anteriores y el que le sigue tampoco deslumbran por honestos— de uno de los estados más ricos en recursos de todo tipo, pero con una población muy pobre? ¿Sus mayores —padres, abuelos, tíos, profesores— lo maltrataban, se burlaban de él, o le cumplían todos sus caprichos aunque nada se mereciera? ¿Nadie lo previno de que por muchas casas, ranchos, departamentos de lujo tuviera, su cuerpecito solo haría posible que disfrutara —es un decir— uno a la vez? ¿Alguien hizo el favor de decirle que aunque comprara muchas chucherías caras solo podría utilizar una cantidad limitada sin poder cargárselas todas para presumirlas? ¿Alguna alma caritativa, que lo quisiera un poquito, le advirtió que sus corruptelas dañarían irremediablemente la vida de otros y que lo convertirían en un personaje repudiado, digno de burla y odio, parapeto para proteger a muchos otros que han hecho y hacen los mismo que él? La atención mediática ha sigo intensa, mucho más que la de la “justicia” enlodada que se presta a negociaciones nada éticas. Ya le pasó al hijo de Pablo Escobar Gaviria, por mencionar un caso, quien a pesar de cambiarse de nombre, vivir fuera de su país, las acciones de su padre lo alcanzaron desde muy joven y se ha convertido en activista en favor de los principios y valores que su padre desdeñó, teniendo que asumir algunos de los costos de los daños provocados. ¿Para qué arriesgar a los descendientes directos a un proceso similar o más cruel? No es lo mismo ser hijo de fulano de tal, o de cualquiera que quizás no haya destacado en algo más que en ser congruente, amoroso, solidario y honesto, que llevar el apellido por línea directa de alguien que simboliza la corrupción, el agandalle y concentra el repudio social. ¿En eso los corruptos tampoco piensan? Los miles de millones de pesos robados, “desviados” como dicen los cronistas oficiales, no son solo billetes, representan obras sociales que no se hicieron —hospitales, médicos, enfermeras, equipamientos y medicamentos suficientes para que no enfermen y mueran seres humanos; también escuelas, mejores maestros, más libros, menos ignorancia; más autopistas y carreteras para acercar los productos, para detonar el crecimiento de regiones pobres y apartadas; más cultura para saber disfrutar de la vida—. En lugar de eso lo “logros” quedan en más muertes, más fosas clandestinas, más mujeres violentadas, más pobreza y desesperanza, más enfermedad e ignorancia; menos prensa y opinión pública y más periodistas asesinados; más inseguridad y delincuencia. No nos perdamos en los números, en los miles de millones de pesos que no hay cómo gastárselos porque no se puede transar con la muerte, con el repudio de los demás, no se pueden comprar tantas conciencias como para que sirvan de escenografía a una felicidad hueca y estúpida, sus corruptelas —ahora sí en plural—, atentan contra la calidad de vida de todos, y eso no se los podemos permitir.

HACER LLOVER EN EL DESIERTO

Joaquín Córdova Rivas Hay generaciones que acarician sus utopías, que sienten que las tienen al alcance de la mano y se empeñan en vivir de acuerdo con las mismas, hay otras que simplemente renuncian a sus sueños y se van al carajo. Nuestra llamada “generación del 68” ha sido la última de las primeras que mencionamos, al menos algunos de sus dirigentes más conocidos lo fueron por ser congruentes, por hacer y decir lo que pensaban y deseaban para ellos y para todos, por eso conviene recordar —que, como decía Eduardo Galeano, es volver a pasar por el corazón— que el 5 de abril de hace veinte años, moría, a los 68 años de edad, el ingeniero Heberto Castillo Martínez, inventor, dirigente magisterial universitario, catedrático de la UNAM, creador, junto con personajes destacados como Carlos Fuentes, Luis Villoro, Octavio Paz, Demetrio Vallejo, Eduardo Valle “el Búho” y otros dirigentes del movimiento estudiantil del 68, el Partido Mexicano de los Trabajadores. Algunos persistieron toda su vida en tratar de organizar una fuerza política que se opusiera a las trapacerías del PRI y del sistema de complicidades que le dan origen y razón de ser. Heberto lo hizo desde la academia, a nivel de calle —durmiendo en el piso de plazas o centrales de autobuses cuando no había todavía simpatizantes que cedieran un espacio en algún cuarto o aula de escuela—, con su participación como articulista en diversos medios de comunicación, en el Congreso desde la tribuna o la comisión de ciencia y tecnología que se fundara por su insistencia, o como integrante de la Comisión de Concordia y Pacificación que se integrara para conocer y proponer sobre la rebelión zapatista de 1994. Inventó la tridilosa: «Su objetivo era utilizar la menor cantidad de material posible para la construcción de losas. Al conjuntar un racionado diseño de construcción con estructuras tridimensionales de acero y concreto, ahorró un aproximado de 66% de material que se utilizaba para rellenar las losas. Sólo recubrió de cemento la zona de tensión y la capa superior de las losas obteniendo la misma resistencia, pero más barata y ligera.» «La tridilosa sirve no sólo para hacer techos y puentes ultralivianos, sino también muelles flotantes y hasta pangas, como las 40 que navegan desde hace años en Campeche. En Nicaragua, Heberto Castillo construyó un puente por el que pasan camiones y que, sin embargo, puede ser levantado por dos hombres, uno a cada extremo.» «La invención fue utilizada en más de 200 puentes en México, en el World Trade Center del Distrito Federal, la Torre Chapultepec, Centro Médico Siglo XXI, Plaza Cuauhtémoc, Plaza Tabasco 2000, Hotel Morelia Misión y en el edificio Biosfera 2 (Arizona, EE. UU.). En México hay casi un millón de metros cuadrados construidos con el invento de Heberto Castillo, según datos del Colegio de Ingenieros Arquitectos del Estado de Hidalgo.» http://conacytprensa.mx/index.php/anecdotas-cientificas/473-heberto-castillo-martinez-la-tridilosa-y-un-camion-de-50-toneladas La muerte lo sorprendió imaginando y trabajando por un país diferente, así se opuso con argumentos técnicos a la falsa separación entre petroquímica básica y secundaria, introducida mañosamente en la constitución para permitir las privatizaciones y el debilitamiento de PEMEX, a la vez que exhibía a su corrupta dirigencia sindical: «el debate sobre cuáles productos deben ser considerados petroquímicos básicos y cuáles secundarios, es un debate falso. La decisión “técnica” depende del criterio político-económico del presidente de la República en turno. Es natural, entonces, que en una era de gobiernos privatizados o neoliberales, no haya productos básicos y se llegue al absurdo de considerar petroquímicos a las materias primas. Es equivalente a considerar como muebles a los árboles y como edificios al acero, el cemento, la arena y la grava. El debate que no dieron los diputados y que debe darse en el Senado y en el país es si la privatización de 49 de las plantas petroquímicas existentes y de 100 en las que pueden establecerse en el futuro lastiman o no la soberanía nacional.» http://web.archive.org/web/20160730062447/http://heberto.org/Contenido/PDF/Petroquimica%20y%20soberania.pdf Sostenía que el petróleo no debía utilizarse como combustible, sino como base para su transformación en una gran cantidad de productos que ahora utilizamos y de los que también dependemos del exterior. Las plantas petroquímicas no solo producen gasolinas, con los sucesivos avances tecnológicos los derivados de ese petróleo están presentes en casi cualquier cosa que consumimos cotidianamente y que son base de otras industrias, toda esa capacidad la hemos entregado a cambio de prebendas que han servido para corromper o crear otros monopolios ligados a nuestra casta política y empresarial: «De la Madrid presidente y Carlos Salinas secretario de Programación y Presupuesto implementaron una política de entrega de las empresas de la nación a la iniciativa privada. Entiéndase, de entrega, no de venta. Por ello se hicieron las operaciones tan sucias como las que afloran en estos días. Carlos Salinas entró a la Presidencia a saco, a fuerza, porque tenía que terminar la obra emprendida en el sexenio de Miguel de la Madrid. La venta de las empresas de la nación se dio de la manera más sucia que imaginarse pueda el más pillo de los negociantes. Por ello las enormes fortunas que amasaron los hermanos Salinas, todos ellos, y sus amigos cercanos, a quienes habrá que investigar fiscalmente...» La última vez que Heberto Castillo estuvo en Querétaro, tuvo que suspender abruptamente una conferencia de prensa y posponer un encuentro con simpatizantes; en la comisión de ciencia y tecnología del Senado, del que formaba parte, estaba por decidirse, en su ausencia, el minúsculo financiamiento para conocer y llevar a cabo algunos experimentos en territorio nacional para lograr lo que todavía para imposible: hacer llover en el desierto. Sabiendo ahora que la mayoría de nuestro territorio nacional está en crisis hídrica, entercarse en el tema hubiera sido más que refrescante. Muchos soñadores incorruptibles de esa generación ya no están entre nosotros, no se vale olvidarlos, porque representan esa realidad que se nos escapa a través de la brutalidad y estupidez cotidiana, demostraron que es posible cambiar sin traicionarse, sin olvidar los principios, sin vender la conciencia a cualquiera que la quiera comprar o acallar. Esos ejemplos hacen falta.

CAVERNÍCOLAS

Joaquín Córdova Rivas Mientras en otras latitudes se tiene la certeza de que estamos viviendo un cambio abrupto en las formas de pensar, concentrar y procesar la información, que requieren conceptos diferentes, no construidos, de gobernanza, convivencia, toma de decisiones y educación, nosotros seguimos en las cavernas ideológicas. Según algunos autores, el homo sapiens tiene fecha de caducidad muy próxima, buena parte debido a que los cambios tecnológicos han sido tan rápidos, extendidos y profundos, que la simple adaptación a los mismos producirá una especie humana que pase a otra etapa en su desarrollo. Entendiendo el desarrollo no como un proceso lineal e ineludiblemente exitoso, porque desconocemos cómo y hacia dónde nos llevará en una escala histórica. De manera muy lenta nos estamos dando cuenta que la tecnología de la información y comunicación que utilizamos continuamente, prácticamente sin pausa alguna, almacena información sobre nuestros hábitos, costumbres, gustos, manías y deseos. Vivimos conectados, a través del celular, la computadora —en cualquiera de sus presentaciones—, con el uso de las redes sociales y de aplicaciones que no pueden utilizarse a menos que les demos “permiso” de acceder a toda nuestra información disponible y por generar. Cada que entramos a Facebook, Twitter, Google y sus múltiples tentáculos —correo, clima, mapas, juegos, series de TV, películas, videos, música, información y un extenso etcétera—, Amazon, Mercado Libre o lo que sea; cada que subimos una foto, “compartimos” nuestro gusto por cierta comida, libro, película, lugar —playa, iglesia, monumento, barrio, escuela o lo que sea—, pagamos o usamos un servicio —cine, supermercado, la panadería del barrio, cajero automático, gasolinera, restaurante, caseta de peaje, hotel, boletos para un concierto—estamos entrando en la intrincada red de algoritmos que “nos conocen” mejor que nosotros mismos y que refuerzan nuestras “preferencias” de acuerdo a intereses que desconocemos. Pronto —algunos ya lo hacen—, a través de monitores personalizados atados a nuestras muñecas, con forma de pulseras o relojes, estaremos creando bases de datos sobre nuestro ritmo cardiaco, concentración de azúcar, gasto calórico, temperatura corporal y ambiental, hidratación y todo lo que se nos ocurra. Con cámaras incorporadas a nuestros lentes graduados o protectores contra rayos solares, con el uso involuntario de las incorporadas a los aparatos que cargamos, las instaladas en los autos, las de las calles, enviaremos imágenes de todo lo hacemos y se podrán sincronizar con las reacciones corporales ya enunciadas, así podremos saber qué nos provoca estrés, qué nos alegra, nos entristece, nos excita, nos deprime o nos pone al borde de un ataque cardíaco, o de un coma diabético, o qué nos produce alergia. Ya en un plazo un poco más largo, quizás no tanto como parece, esas bases de datos y algoritmos adaptados a cada uno de nosotros, puedan diagnosticar, con mayor precisión que un médico especialista y en mucho menor tiempo y sin tanto gasto, qué marcha mal en nuestro cuerpo —cerebro incluido— y hasta generar una receta que pueda surtirse en expendedores automáticos con el cobro correspondiente incluido. La concentración de tal cantidad de información y su empleo instantáneo debe ser material de estudio, de otra forma nos agarrará en el primitivo arte de atrapar moscas y creer que lo que nos “sugieren” los aparatos tecnológicos, es una extensión válida de un libre albedrío que hace mucho desapareció para quedar como un tecno fantasma. ¿Cómo encara este reto nuestro “nuevo” modelo educativo?: «Las transformaciones veloces y continuas que experimenta el mundo de hoy tienen su centro en la generación de conocimiento. Si bien en la sociedad actual la transmisión de la información y la producción de nuevos saberes ocurren desde ámbitos diversos, la escuela debe garantizar la organización de dicha información; asegurar que todas las personas tengan la posibilidad de disfrutar de sus beneficios; y crear las condiciones para adquirir las habilidades de pensamiento cruciales en el manejo y procesamiento de información y uso consciente y responsable de las TIC (página 61). De manera particular, la educación enfrenta retos altamente desafiantes con relación a la cantidad de información al alcance, pues ha de garantizar el acceso a ella sin ninguna exclusión; enseñar a discernir lo relevante y pertinente; saber evaluarla, clasificarla, interpretarla y usarla con responsabilidad. Para ello, la escuela debe apoyarse en las herramientas digitales a su alcance; promover que los estudiantes desarrollen habilidades para su aprovechamiento, y que éstas se encausen a la resolución de problemas sociales, lo que implica trabajar en una dimensión ética y social y no únicamente tecnológica o individual (página 63). Otros componentes importantes para acompañar el desarrollo de habilidades del siglo XXI son la conectividad y el acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación incorporadas a los procesos de aprendizaje. Con un enfoque centrado en el aprendizaje de los estudiantes, y con el acompañamiento del docente, las TIC pueden contribuir, al incorporarse gradualmente con pertinencia, a estimular una mayor autonomía en los estudiantes así como a desarrollar competencias para la investigación, la comprensión y el análisis crítico de la información. Al mismo tiempo, las TIC son clave para garantizar la equidad en el acceso a recursos educativos diversos y de calidad» (página 120). http://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/199494/Modelo_Educativo_para_la_Educacio_n_Obligatoria.pdf Pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Esas pretensiones de equidad en el uso responsable, de capacitación para utilizar las TIC con todo su potencial, para investigar y conocer de forma creativa y autónoma, se topa con los criterios cavernícolas de directivos y “administradores” de los centros de cómputo de las escuelas, que argumentando el “peligro” de acceder a contenidos no educativos, o la simple posibilidad de “infectar” las pocas computadoras obsoletas que se tienen —en lugar de empeñarse por diseñar estrategias para que eso no suceda—, eligen censurar y bloquear el acceso a los buscadores, plataformas y redes sociales más usuales, dejando a los equipos de cómputo como simples máquinas de escribir, lo peor es que en media superior, COBAQ por ejemplo, a los estudiantes se les cobra una cuota extra por usar esos equipos, que por esos criterios cavernícolas, no sirven para nada.

lunes, 20 de marzo de 2017

AHORITITA

Joaquín Córdova Rivas En teoría todo funciona bien bonito, cada pieza encaja en su lugar y enciende al primer intento. Nada de que falta un resorte o se perdió una goma, tampoco sobran como insinuando que algo quedó mal armado. Suena bien, no vibra en exceso y tampoco se calienta. El lubricante es adecuado e impide el desgaste excesivo. La maquinaria fascina con su precisión aunque no sepamos para qué sirve. Así está nuestro sistema electoral, parece que funciona, pero no tenemos la certeza de si hace lo que debe de hacer o solo es otro aparatote más que nos distrae mientras que el real opera sin que la ciudadanía lo controle. Hace muchos años, tantos que no encuentro el archivo, me aventé la osadía de proponer la posibilidad de romper el monopolio de los partidos políticos sobre la representación política ciudadana, en específico, que pudieran existir los candidatos independientes, que haciendo realidad el principio de que cualquiera que cumpliera con requisitos mínimos —mayoría de edad, modo honesto de vivir, una plataforma electoral—, pudiera registrarse sin la necesidad de que la cúpula de algún partido tuviera que hacer el obligado trámite, con todos los impedimentos internos que eso implicaba. Se trataba de romper, aunque fuera en teoría, con el círculo perverso de la partidocracia. La propuesta no fue bien recibida, el primer obstáculo fueron los supuestos “consejeros ciudadanos” del IEQ, algunos de los cuales rechazaron desde el principio su hipotética representatividad, asumiéndose como escuderos de los partidos políticos que los habían propuesto, aunque no tuvieran esa intención. Trepados en el dogma de que nada debe atentar contra el sistema de partidos políticos, se olvidaron que en otros países, quizás más democráticos o con mayor experiencia en el tema, un ciudadano, por su propio derecho, tiene la facultad de registrarse como candidato al puesto que le parezca más adecuado a sus alcances, y después, los partidos políticos los respaldan y toman como propios. Obvio decir, que quienes ya registrados no conseguían apoyo alguno cancelaban su registro, o se atenían a la reglamentación respectiva posterior a ese momento, o de plano se exponían a la vergüenza de no recibir la votación que su ego esperaba. Pero los partidos no tienen la facultad exclusiva para registrar candidatos, lo que los podía volver más sensibles al sentir popular a la hora de apoyar a alguien, vamos, no tenían el poder de veto que los partidos políticos mexicanos tienen en los hechos y que los ha convertido en cúpulas insensibles, convenencieras y corruptas. ¿A qué viene este rollo? A que el ambiente electoral para el 2018 se está calentando desde ahorita. Por una parte, los precandidatos presidenciales están construyendo su propia narrativa para ganar la simpatía de los votantes potenciales. López Obrador y MORENA con su “triunfo inevitable” dado el desprestigio del resto de los partidos políticos atascados en sus corruptelas, los panistas jugando a las vencidas internas —“nos extrañan como a los Obama”—, los tricolores que titubean con sus propuestas —“¿ustedes qué hubieran hecho?”— dado el miserable porcentaje de aceptación que arrastran, los neozapatistas y sus ambigüedades con su probable candidata indígena y, por último —hasta el momento— esa coalición de intelectuales y ONG’s —autollamados iniciativa AHORA—, que decidieron presentar como propuesta ciudadana a Emilio Álvarez Icaza, exdirector de CENCOS, expresidente de la Comisión de Derechos Humanos del D.F., exsecretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otras cosas más que lo han mantenido con cierta presencia pública, y que busca capitalizar los reacomodos convenencieros de políticos tradicionales que están adoptando otras fuerzas políticas, como MORENA, con el desprestigio y desconfianza que eso implica. Pareciera un encuentro de lucha libre entre pragmáticos —los rudos—, contra los que enarbolan los principios y la práctica de la anticorrupción y la anti impunidad—los técnicos—. Con un réferi que busca el protagonismo y no propiciar un combate equitativo, y un público que prefiere ver sangre y volar butacas, que las exquisiteces de las llaves paralizadoras o los buenos relevos. Por lo pronto AHORA, que algunos identifican con la versión 2.0 de Alianza Cívica, tiene cobija que jalar por la dilatada campaña electoral que oficialmente no inicia, pero ya está aquí. El discurso anticorrupción y por una ética política totalmente ausente en la actualidad será su mayor activo, aunque, como ya sabemos, los intelectuales no pesan en las definiciones electorales en este país de iletrados. Quizás sea hora de ir tomando alguna definición, como dice Sergio Aguayo —diario Reforma del primero de marzo de este año—: “Colaboraré, por tanto, desde la independencia y presidiré el Comité de Ética Pública y Anticorrupción de Ahora que tendrá una integración y una vida autónoma. La tarea de este Comité será frenar el acceso y evitar la permanencia de los corruptos y garantizar que el movimiento se apegue a los principios de transparencia y rendición de cuentas […] En el México acosado por la violencia, la corrupción, la desigualdad y el gobierno de Trump es saludable el regreso de los cívicos como una organización nacional sustentada en luchas locales. Podría ser un espacio atractivo para quienes no encuentran cabida en las opciones existentes y desean zarandear una alternancia que no está funcionando. El paso está dado; que la historia ponga a cada cual en el lugar que le corresponda.”

MÍSERA EXISTENCIA

Joaquín Córdova Rivas Los memes —esos seres horrendos que casi cualquiera puede engendrar y que pueblan el ciberespacio— no se hicieron esperar. La frase, como de castigo por no hacer la tarea: “sí merezco abundancia”, no tardó en atraer la atención ocultando, otra vez, el fondo de un caso que desde hace mucho ha dejado de ser aislado y se ha convertido en modus vivendi de nuestra casta política —porque de clase no tiene nada—. ¿En qué parte del cuerpo humano se encuentran la dignidad, la ética, la solidaridad, la responsabilidad, la vergüenza, el aprecio, el amor, la empatía? Si acaso, algunos alcanzarán a deducir que en el cerebro, en ese innumerable amasijo de neuronas que se iluminan cuando entramos en interacción con nosotros mismos o con los demás y el ambiente que nos rodea, sea de manera cercana o virtual, sin que importen las distancias geográficas o temporales menospreciadas por la tecnología actual. Otros dirán, con razón, que no poder ubicar tales cualidades revela los límites de la ciencia actual y que es necesario pensar diferente, encontrar otra forma de conocer y conocernos, que los sentimientos y las emociones no se pueden explicar con un manojo de neuronas titilantes, sino que falta algo más. Mucho de razón tiene el historiador Yuval Noah Harari en su libro Homo Deus, la idea y necesidad de un dios pierde sentido cuando la ciencia y la tecnología, hermanadas, sienten que ya no lo necesitan para explicar casi cualquier cosa. Es más, para este escritor, estamos en un umbral civilizatorio, donde el homo sapiens dejará de serlo para transformarse en otra cosa, igual que pasó antes en la historia de esta especie que se cree y siente superior a todas las demás. Pero no es lo mismo pensar en un cambio cualitativo producto de avances tecnológicos y de crisis humanista, que postular que Javier Duarte y su numerosa parentela, comenzando por su esposa, son ejemplo de lo que será el Homo NeoPRI, que es más bien, el producto de corruptelas compartidas e impunidades crónicas. Si las llamadas ciencias duras o exactas no pueden responder a las preguntas importantes sobre el hombre como especie, si no aciertan a explicar o encontrar un gen de la corrupción, de la desvergüenza, de la indignidad, del empobrecimiento intelectual voluntario, ¿qué hacemos? «El sentido se crea cuando muchas personas entretejen conjuntamente una red común de historias. ¿Por qué le encuentro sentido a un acto concreto (como por ejemplo casarse por la Iglesia, ayunar en el ramadán o votar el día de las elecciones)? Porque mis padres también creen que es significativo, al igual que mis hermanos, mis vecinos, la gente de ciudades cercanas e incluso los residentes de países lejanos. ¿Y por qué toda esa gente cree que tiene sentido? Porque sus amigos y vecinos comparten también esa misma opinión. La gente refuerza constantemente las creencias del otro en un bucle que se perpetúa a sí mismo. Cada ronda de confirmación mutua estrecha aún más la red de sentido, hasta que uno no tiene más opción que creer lo que todos los demás creen. Sin embargo, con el transcurso de décadas y siglos, la red de sentido se desenreda y en su lugar se teje una nueva red. Estudiar historia implica contemplar cómo estas redes se tejen y se destejen, y comprender que lo que en una época a la gente le parece lo más importante de su vida se vuelve totalmente absurdo para sus descendientes. […] Los sapiens dominan el mundo porque solo ellos son capaces de tejer una red intersubjetiva de sentido: una red de leyes, fuerzas, entidades y lugares que existen puramente en su imaginación común. Esta red permite que los humanos organicen cruzadas, revoluciones socialistas y movimientos por los derechos humanos.» Si atendemos a Harari, ese tejido, esa red que a los sapiens nos permite dominar el mundo está desgarrándose, no solo por los avances técnicos y científicos, sino por la crisis en el conocimiento generado por un modelo único de “hacer ciencia”; pero antes de meternos en la forma de crear o desarrollar esos saberes cuyos límites ya señalamos, habría que advertir que otras redes también se destejen, esas redes que nos permiten acordar y respetar ciertos principios que nos protegen como especie, no de las otras, a las que estamos agrediendo inmisericordemente hasta la extinción, sino de nosotros mismos. Si todos nos comportáramos como los neopriistas —y aquí están incluidos sus miserables discípulos del resto de los partidos políticos— y sus numerosas parentelas, tendríamos que llegar a la conclusión de que mientras tejemos otras redes de sentido que no permitan que se engendren y después se escapen estos grandes depredadores, todo se vale, hasta la violencia revertida en esos que dicen que se merecen la abundancia mal habida. Si los apellidos familiares que se han vuelto despreciablemente populares, y que apenas son una pequeña muestra de lo que en realidad está ocurriendo, se empeñan en destruir el sentido de lo que es “ser humano”, los demás tenemos que ocuparnos en organizarnos mejor que ellos y tejer esas redes que nos devuelvan a un estado de humanidad, tranquilidad, justicia y esperanza. Algo se está haciendo, pero todavía no es suficiente.

REESCRIBIR LA HISTORIA

Joaquín Córdova Rivas Se tardaron y lo hacen mal. Además, reescribir la historia sirve cuando se quiere darle otro significado a la existencia, no para justificar los fracasos permanentes y cotidianos. Las despreciadas culturas indígenas tienen maneras de expresar lo anterior, cuando la mala suerte inexplicable se ensaña con alguien, suelen hacer rituales, no para borrar lo malo que ha pasado, porque no se puede, sino para escribir encima de él. A nuestra derecha política le siguen molestando los derechos sociales establecidos hace 100 años como horizonte hacia el cual encaminar los pasos, y en un lance tragicómico, pretenden enjaretarle los fracasos neoliberales recientes a lo que llaman el gran fiasco constitucionalista, lo que no entienden es que, otra vez, están llegando tarde a la historia. El profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén Yuval Noah Harari, en su polémico pero interesante libro llamado Homo Deus, dice que: “Los movimientos que pretenden cambiar el mundo suelen empezar reescribiendo la historia, con lo que permiten que la gente vuelva a imaginar el futuro. Ya sea lo que queramos que los obreros organicen una huelga general, que las mujeres tomen posesión de su cuerpo o que las minorías oprimidas exijan derechos políticos, el primer paso es volver a narrar su historia. La nueva historia explicará que «nuestra situación actual no es natural ni eterna. Antaño las cosas eran diferentes. Solo una sucesión de acontecimientos casuales creó el mundo injusto que hoy conocemos. Si actuamos con sensatez, podemos cambiar este mundo y crear otro mucho mejor». Esta es la razón por la que los marxistas vuelven a contar la historia del capitalismo, por la que las feministas estudian la formación de las sociedades patriarcales y por la que los afroamericanos conmemoran los horrores de la trata de esclavos. Su objetivo no es perpetuar el pasado, sino que nos libremos de él”. Esa liberación pasa por el conocimiento, no por la ignorancia; pasa por la imaginación, no por la simple aplicación de modelos sociales o económicos como recetas de cocina; se trata de construir un futuro colectivo, no de dinamitarlo queriendo forzar el regreso a pasadas épocas gloriosas para unos cuantos. Como preámbulo ya fue suficiente, las marchas por la unidad —primera contradicción que fueran al menos dos en lugar de la “unitaria”—, con el patrocinio descarado de las grandes cadenas de comunicación masiva, fueron el primer intento fallido por crear un “enemigo común externo” que aglutinara nuestras inconformidades internas y las neutralizara. Por eso, la petición cándida, pero con mucha jiribilla, de utilizar pancartas con demandas “neutras” —lo que también contradice el espíritu y la necesidad de hacer una manifestación pública del tamaño que sea, cuando se sale a las calles a marchar es para exigir algo, no nada más para pasearse o sacar a la mascota a hacer ejercicio—. Al señor Trump le sirvió inventarnos, a los mexicanos, como enemigo común. Conoce, lo mismo que nosotros, nuestras debilidades acentuadas por la aplicación de un modelo económico dependiente y que ha desmantelado nuestra planta productiva —ni siquiera, según estudios recientes, somos capaces de proveer de insumos básicos a la industria maquiladora asentada en nuestro país, la gran ganona es China—, sabe de las múltiples corrupciones de nuestra inepta casta política, de su coloniaje intelectual y falta de identificación con los intereses mayoritarios. Todas esas debilidades nos hacen vulnerables, peor porque sabemos que no tendría por qué ser así. Enfrentar esa visión, que ni siquiera es monolítica, solo se puede hacer desde la diversidad de puntos de vista. Desnudar los argumentos simplones basados en la ignorancia se logra resistiendo y probando formas alternativas de hacer las cosas, no copiando e inventando una falsa unidad que olvide o perdone los múltiples agravios internos. Denunciar a nuestros gobernantes, exhibir sus corrupciones, tratar de frenar sus impunidades, no nos debilita ni nos divide, al contrario, nos fortalece y aglutina para dar la cara ante quienes quieran discriminarnos y despreciarnos. Tal vez nos ha faltado tiempo, reflexión y paciencia para terminar de entender que sufrimos los coletazos de un imperio que sabe que se desploma pero quiere aventar el cascajo a sus vecinos, que ellos —nosotros— compartan los costos del derrumbe y les construyan no un muro que impida el paso, sino uno que impida ver sus miserias: su intolerancia, su discriminación, su machismo trasnochado, su falso puritanismo —¿hay de otro?—, su desprecio por los derechos humanos, todo lo que estuvo enterrado bajo una fina capa de polvo y que el vendaval neoliberal está dejando al descubierto, no para cambiarlo, sino para justificarse y socializar sus cuantiosas pérdidas.

lunes, 6 de febrero de 2017

LA POSVERDAD Y LA MENTIRA

LA POSVERDAD Y LA MENTIRA Joaquín Córdova Rivas «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas.» Umberto Eco. La anterior cita, marcada como textual ¿es cierta o es un invento mío para convencer al lector del resto de mis argumentos? Si la dejo como está cualquiera puede dudar y tomarse el tiempo de investigar, si le agrego la fuente de donde salió y resulta verificable entonces la podemos tomar como verdadera. Para salir de dudas puedo dirigir al lector al discurso dado por el genial semiólogo italiano al recibir un reconocimiento académico en “Comunicazione e Cultura dei media” en la “Aula Magna della Cavallerizza Reale a Torino” reseñado en el diario La Stampa el 10 de junio del 2015. ¿Más fácil? Use el navegador de internet de su preferencia y teclee: http://www.lastampa.it/2015/06/10/cultura/eco-con-i-parola-a-legioni-di-imbecilli-XJrvezBN4XOoyo0h98EfiJ/pagina.html Y eso para irnos a la fuente original, porque la misma cita aparece en múltiples textos posteriores traducida a diferentes idiomas. Con eso cualquiera puede tener la tranquilidad de que se dijo lo que se escribe, que lo dijo quien se acredita y hasta saber el contexto del comentario. No hay engaño. Pero vamos al contenido. Umberto Eco advertía uno de los peores efectos que tienen las redes sociales: cualquiera se siente con el derecho de decir cualquier tontería sobre cualquier tema y poner su ignorante opinión a la misma altura de los conocedores del mismo. Como si el simple hecho de poderlo hacer diera la misma autoridad y conocimiento a quien sea, y eso no es cierto. No hay magia, las redes sociales no non hacen más inteligentes por el simple hecho de poder opinar sin consecuencias, sin aportar ningún dato duro, sin apegarnos a ninguna regla, hasta las de ortografía están ausentes. Pero creemos que nos empoderan, que nos ponen en el mismo nivel de sabiduría o conocimiento, y hasta más, de quienes llevan años investigando, conociendo, reflexionando. La ignorancia masiva como sinónimo de sabiduría instantánea democratizada. «Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo… Si sabes que estás leyendo un periódico como EL PAÍS, La Repubblica, Il Corriere della Sera…, puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aquellos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con Internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Piense tan solo en el éxito que tiene en Internet cualquier página web que hable de complots o que se inventen historias absurdas: tienen un increíble seguimiento, de navegadores y de personas importantes que se las toman en serio.» http://elpais.com/elpais/2015/03/26/eps/1427393303_512601.html Pero la cosa se complica cuando a sabiendas se utilizan mentiras para engañar, para sustituir la verdad no como acto re-creativo, sino para manipular y sacar ventaja del desconocimiento ajeno. Ralph Keyes inventa el término posverdad (post truth) en el 2004 y publica un libro acerca del mismo. Posverdad es elegida por el prestigiado diccionario Oxford de la lengua inglesa como la palabra del año 2016 y la define así: es cuando "los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales". El filósofo A.C. Grayling lo desarrolla un poco más: «Todo el fenómeno de la posverdad es sobre: “Mi opinión vale más que los hechos”. Es sobre cómo me siento respecto de algo. [...] Es terriblemente narcisista. Y ha sido empoderado por el hecho de que todos pueden publicar su opinión. […] Todo lo que necesitas ahora es in iPhone. Y si no estás de acuerdo conmigo, me atacas a mí, no a mis ideas. […] Lograr articular una forma de ponerte en primera fila y lograr ser visto te convierte en una especie de celebridad.» http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-38594515 En las redes sociales la posverdad está definida, en última instancia, por la cantidad de “likes” —me gusta— o las veces que una supuesta noticia, o comentario, u opinión logra atraer, o es compartido —retweeted—; no por el apego a hechos o datos concretos, Lo peor es que las mismas redes sociales provocan ese fenómeno al “sugerir” temas o supuestas fuentes de información semejantes a las que los usuarios están siguiendo, o marcando las “tendencias” —trending topics— que hay que seguir en ese momento. Se convierten en fabricantes de posverdades. Metidos en este rollo, si alguien quiere envolverse en la bandera nacional para presumir su nacionalismo, cantar el himno nacional en un estadio, hacer llamados a “la unidad” sin saber alrededor de qué o de quién, olvidarse de los continuados y profundos agravios de una casta política corrupta y hacer como si no hubiera pasado nada con tal de enfrentar al temible “enemigo exterior”, que lo haga, yo prefiero creer, por lo que he visto, que: « El verdadero problema de México no es el muro, ni Donald Trump, es la crisis económica que padecemos, el aumento indiscriminado de precios, los minisalarios, los empresarios hambreadores y saqueadores que no pagan impuestos, los gasolinazos, la nefasta reforma energética de Peña Nieto, los casi 200 mil muertos por la supuesta guerra contra las drogas, los 300 mil desparecidos, los 30 ex gobernadores corruptos e impunes que se robaron miles de millones de pesos del erario y andan tan campantes, la inoperancia del nuevo sistema de justicia penal, el estado fallido, los 400 multimillonarios mexicanos frente a los 75 millones de pobres, las multinacionales canadienses mineras que siguen masacrando nuestra tierra y nuestros pueblos, el fracking, los crímenes de estado cometidos por el Ejército y la Marina…» Y respetamos los puntos suspensivos puestos por Sanjuana Martínez en su texto titulado “Mexicanos, a sacar la casta” publicado el 30 de enero de este año en www.websanjuanamartinez.com.mx Con otras partes del mismo no coincido, pero sí en que nuestro problema principal es interno, no es el copetudo del norte, allí está un primer listado de temas a resolver, hay que hacerlo.