EL
DÍA SIGUIENTE
Joaquín
Córdova Rivas
Un
movimiento social masivo que, por lo mismo, tardará en cristalizar. Una indignación
generalizada y la exigencia de cambio. Marchas, gritos, consignas, canciones
pintas, ausencias. ¿Qué sigue?
Judith
Butler: «Si una es una mujer, desde luego eso no es todo lo que una es;
el concepto no es exhaustivo, no porque una persona con un género
predeterminado trascienda los atributos específicos de su género, sino porque
el género no siempre se establece de manera coherente o consistente en
contextos históricos distintos, y porque se interseca con modalidades raciales,
de clase, étnicas, sexuales y regionales de identidades discursivamente
constituidas.»
Teresa
de Lauretis: «Por la frase el sujeto del feminismo entiendo una
concepción o una comprensión del sujeto (femenino) no sólo distinto de la Mujer
con mayúscula, la representación de una esencia inherente a todas las
mujeres […] sino también distinta de las mujeres, de las reales, seres históricos
y sujetos sociales que son definidos por la tecnología del género y engendradas
realmente por las relaciones sociales. (…) es un constructo teórico (una manera
de conceptualizar, de comprender, de explicar ciertos procesos, no las
mujeres).»
«El
feminismo es una práctica deslocalizadora, por lo mismo no puede ser sólo
localizada en un movimiento, en la identidad. (…) el feminismo busca la
transformación de la política moderna y no su adecuación. La transformación
implica un punto de fuga, un lugar indeterminado de invención y transformación,
cierta negatividad imposible de asir en las prácticas ritualizadas y
reconocibles de la política» MUJERES Y FEMINISMOS: ENTRE IDENTIDAD Y
DES-IDENTIFICACIÓN Mabel Alicia Campagnoli. EL PSICOANALITICO. Número 7 – Octubre de 2011.
¡Mujeres!
El
feminismo del siglo XXI parece una ruptura de las olas feministas del siglo
pasado, quizás el desarrollo tecnológico, las redes sociales, la imposición de
la realidad como un show que no descansa mas que en los lapsos comerciales,
unos medios masivos de comunicación que secuestran la pluralidad de miradas, le
estén imprimiendo una particularidad que todavía no se entiende.
Por
mucho que indigne, que duela, el feminismo no puede agotarse en la lucha contra
el feminicidio, hay demandas y propuestas que tienden a desaparecer esa
violencia extrema, a atacarla de raíz, a construir nuevas feminidades y
masculinidades.
«El
feminicidio no se entiende como un hecho aislado y cerrado en sí mismo: debe
ser analizado en el contexto de los entramados sociales y en el proceso cada
vez más profundo de construcción de una subjetividad femenina (una construcción
de sí). Dicha construcción, como apunta Touraine (2006), irrumpe en las formas
tradicionales a través de las cuales hombres y mujeres se relacionan, y
funciona como un detonador que explicaría en gran parte el incremento de la
violencia contra las mujeres. De esta forma, los feminicidios, y la violencia
que los acompaña, no son sólo
la
expresión de una crisis (social, económica o de valores) sino una respuesta al
proceso de construcción de las mujeres como sujetos.»
Los
investigadores Nelson Arteaga Botello y Jimena Valdés Figueroa (marzo del 2012)
encuentran que: «El feminicidio no se entiende fuera de su contexto histórico. en
el caso de la violencia asesina contra las mujeres, la posesión sexual no es lo
más importante; ésta no es más que un dividendo o un extra. El objetivo del
feminicidio es cuestionar el orden social emergente que anuncia el continuo
declive de la tradicional posición de dominio y poder de los hombres frente a
las mujeres.»
Además
demuestran que hasta el mas muertes por feminicidio hay diferencias, no afecta
por igual porque las desigualdades sociales también aquí cuentan: «No obstante,
los feminicidios, al menos en los casos que aquí se estudian, no se presentan
en todos los sectores sociales. La probabilidad que tiene una mujer de
encontrar la muerte por su condición de género no está distribuida de la misma
manera en la estructura social. […] las mujeres que viven en condiciones
enmarcadas por la marginación, la pobreza y la exclusión educativa tienen
mayores probabilidades de morir asesinadas por su condición de género que las
mujeres en condiciones de vida más favorables. […] la construcción de una
cierta subjetividad femenina (independencia, autonomía, capacidad de decisión)
se establece como un detonante particular para el feminicidio. […] en gran
parte de los casos, la violencia asesina en contra de las mujeres es la
cristalización de una violencia estructural más amplia. […] este tipo de
homicidios se inscribe en una lógica tendiente a reproducir los prejuicios
sobre el comportamiento de las mujeres y, por consecuencia, de sus victimarios,
ocultando los entramados sociales que hay detrás.»
Imposible
sintetizar en este espacio lo que estos, y muchos otros investigadores, han
encontrado y sus propuestas para interpretar y entender esta realidad que
parece que nos apabulla, no parece haber duda que este siglo estará marcado por
un feminismo que busca lo que sigue a ese día después del 8 y 9 de marzo, a
plantearse un desarrollo de largo plazo que evite los retrocesos sobre lo ya
avanzado, un movimiento más incluyente porque los modelos de masculinidad
también están en permanente construcción.
«La
posibilidad de establecer una separación del ejercicio de la sexualidad con
respecto a los fines meramente reproductivos y la maternidad hace viable que
las mujeres construyan una definición de sí mismas distinta a la establecida en
otras épocas y, sobre todo, que construyan una relación con las diversas
esferas de la actividad social, particular y diferente a la de los hombres. […]
este cambio no significa que las cosas sean fáciles, que se viva un proceso
exento de tensiones y conflictos. Las resistencias se observan en las propias
mujeres y, claro, en los hombres […] la violencia y el feminicidio son el
resultado de una masculinidad trastocada por la constante consolidación del
trabajo de las mujeres sobre sí mismas, el cual les permite convertirse en sujetos.
[…] la violencia en ocasiones terminante de la vida de una mujer no es
resultado únicamente de la presencia de una “cultura machista” (que cabría
suponer se encuentra desterrada de otros sectores sociales). Más bien, los
procesos de desafiliación de todo tipo, aunados a la falta de densidad social, impiden
que los hombres tengan recursos materiales y simbólicos para generar dinámicas
que permitan enfrentar los procesos de reconfiguración de las relaciones de
género. […] la violencia asesina es una forma en que el victimario niega la
subjetividad del Otro (su víctima), cosificándola para reafirmar la suya
propia. De alguna forma, en el caso de los feminicidios, esto muestra que en la
acción donde un hombre mata a una mujer se niega algo de ella y se afirma algo
de él.» Contextos socioculturales de los feminicidios en el Estado de México: nuevas
subjetividades femeninas. Nelson Arteaga Botello y Jimena Valdés Figueroa. Revista
Mexicana de Sociología · Marzo 2010. https://www.researchgate.net/publication/49943419