viernes, 25 de septiembre de 2015

EN UNA FLOR

Como sea y a pesar de las manipulaciones y descalificaciones mediáticas, la muerte de estudiantes normalistas y la desaparición de los 43 jamás debió ocurrir. A un año el juicio debiera enderezarse contra los responsables de las instituciones políticas, de seguridad y justicia que permiten la agresión continuada en el tiempo, que prefieren tapar sus corrupciones haciendo de las víctimas, victimarios. En el país de la simulación hacer referencia a datos duros es políticamente incorrecto. Ahora que se discuten los ingresos y el presupuesto de egresos del gobierno federal hay cosas que no se mencionan y menos se tocan. Y no nos referimos a las cuantiosas exenciones fiscales de los poderosos grupos empresariales, tampoco a la siembra de armas o de falsos equipos de espionaje sembrados por la máxima autoridad de procuración de justicia, la PGR, a la vista de todos y de forma cínica. Pero hay ingresos de los que muchos se benefician y que no se contabilizan por autoridad alguna, pero bien que alimentan a un engolosinado sistema financiero y bancario, que a partir de allí, lo “riega y limpia” en numerosas empresas de bienes raíces, de cirugías estéticas, conglomerados médicos, comerciales y demás actividades ávidas de dinero fresco. “Probablemente, nada describe mejor la sociedad dual en la que se ha convertido México que el hecho de que las principales exportaciones del país estén representadas por dos actividades tan disímbolas: autos y droga. La primera se caracteriza por cadenas productivas de tecnología punta y fábricas robotizadas que están ubicadas en su mayor parte en los altiplanos del norte del país. El proceso está en manos de un puñado de transnacionales y el efecto multiplicador sobre la economía local es débil, si se considera la magnitud de la operación. En lo referente a la droga, es justo lo contrario. La base de la pirámide involucra a cientos de miles de campesinos dispersos por las sierras inaccesibles de Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Durango y Chihuahua. Varios miles más participan en los laboratorios clandestinos para generar goma de opio y convertirla en heroína (15.000 plantas de amapola producen los 15 kilos de goma necesarios para un kilo de heroína). Dependiendo de la calidad de la heroína, el valor se multiplica exponencialmente a medida que se aleja de Guerrero y se acerca a Chicago o Nueva York. Unos 5.000 o 6.000 dólares en la sierra, 25.000 dólares en la frontera, hasta 100.000 dólares al mayoreo en las calles de una ciudad estadounidense.” Jorge Zepeda Patterson, Amapola, el otro petróleo, diario El País 8 de abril 2015. Es cierto, hay dificultad para obtener datos ciertos de lo que deja el narco en una economía débil como la mexicana, en esta época de reformas que profundizan la desigualdad e incrementan la pobreza. También que dichos ingresos no se pueden mencionar en los ingresos del gobierno federal, porque no son producto de un gravamen a una actividad lícita. Pero, en el otro extremo, tampoco se vale ignorarlos, hacer como que no están y preferir la omisión que su rastreo e incautación. Ya lo advertíamos hace algunos años, la lucha contra el narcotráfico se haría más compleja y costosa entre más se “narcotizara” la economía; entre más ciertas regiones del país dependieran de los ingresos de esas actividades para paliar los efectos de una política económica destinada al fracaso, a pesar de que nuestros tecnócratas sigan empeñándose en vendernos la imagen de un mundo y un país que solo existen en sus gráficas macroeconómicas de escritorio. Según el análisis de Jorge Zepeda Patterson, con toda la dificultad que representa dar una cifra exacta, el trasiego de narco sustancias de aquí a nuestro vecino del norte, podría cuantificarse en, al menos, 20 mil millones de dólares al año, no es necesario decir que tal ingreso nos hace significativamente dependientes de una actividad ilegal y que, en el plazo que se vea, será cada vez más contraproducente por los costos sociales y políticos que multiplica: “El análisis de las consecuencias políticas y sociales del fenómeno desborda a este espacio. Pero el efecto brutal en términos de violencia y corrupción que ejerce en el tejido social y político está a la vista. Guerrero mismo, donde se siembra el 60% de la amapola, está desquiciado. En un contexto de miseria y atraso, la flor del opio se convierte en una fuerza irresistible que corrompe absolutamente todo. La verdadera explicación de Ayotzinapa reside, en última instancia, en una flor.” La resistencia a la contención del narcotráfico ya no está en algunos funcionarios o empresarios corruptos, sino que se extiende a múltiples interesados que prefieren ignorar de dónde proceden los dineros que financian sus empresas y sus ganancias. Claro que ellos estarán moralmente en contra de las actividades ilícitas, pero cerrarán los ojos para no ver que sus posibilidades de desarrollo están apoyadas en ellas, y asumirán los riesgos de convertirse en “daños colaterales”, hasta que la desgracia los alcance.