sábado, 15 de agosto de 2015

¿QUÉ TAL SI CUESTIONAMOS LA ESCUELA?

Millones de niños mexicanos se incorporarán a las aulas en esta semana, ya lo hicieron los estudiantes universitarios, técnicos y de bachillerato; son millones de mentes y cuerpos sometidos a disciplinas que, quizás, haya que cuestionar cada vez más. Nos hemos acostumbrado a los malos resultados en las pruebas estandarizadas disque diseñadas para medir los conocimientos y competencias de nuestros niños, jóvenes; y ahora de los adultos que les enseñan o favorecen sus aprendizajes, de los docentes pues. Partimos de mitos que nos degradan personal y socialmente. Debajo del funcionamiento cotidiano escolar están las falsas creencias de que los alumnos son, por naturaleza, flojos, mañosos, deshonestos, dispuestos totalmente al menor esfuerzo, a pasar materias sin merecerlo. Sus maestros, si le hacemos caso a los medios de comunicación, comparten esas malas características y muchas otras más, pues hasta de vándalos los calificamos. Pero sería conveniente cuestionar tales barbaridades. ¿Qué pasaría si le damos vuelta a la tortilla? Vamos imaginando que dejamos de culpar a los estudiantes porque no leen ni comprenden el Cid Campeador, la Iliada y la Odisea, o el Quijote y mejor nos dedicamos a fomentar su capacidad de asombro, su pasión por el aprendizaje, por devolverle el sentido a un gran número de materias que han dejado de tener relación entre sí con todo a que se refieren a la misma realidad. O a decirles burros porque no saben resolver ecuaciones integrales ni derivadas o sacar la raíz cúbica de números inimaginables en la vida cotidiana. ¿Qué tal si dejamos de secuestrarles su tiempo libre dejándoles tareas sin sentido y los dejamos que fuera de la escuela aprendan, por sí mismos, a aplicar lo que vieron en ella en las larguísimas jornadas escolares? “La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una educación para la conciencia. Tenemos una educación que en cierto modo le está robando a la gente su conciencia, su tiempo y su vida […] La idea de que lo conceptual sea una prisión requiere una cierta experiencia de que la vida es más que eso. Para uno que ya tiene el interés en salir de la prisión de lo intelectual, es muy importante la disciplina de detener la mente, la disciplina del silencio, como se practica en todas las tradiciones espirituales: cristianismo, budismo, yoga, chamanismo… Parar los diálogos internos en todas las tradiciones de desarrollo humano ha sido visto como algo muy importante. La persona necesita alimentarse de otra cosa que conceptos. La educación quiere encerrar a la persona en un lugar donde se la somete a una educación conceptual forzada, como si no hubiera otra cosa en la vida. Es muy importante, por ejemplo, la belleza. La capacidad de reverencia, de asombro, de veneración, de devoción. No tiene que ver necesariamente con una religión o con un sistema de creencias. Es una parte importante de la vida interior que se está perdiendo de la misma manera en que se están perdiendo los espacios bellos de la superficie de la Tierra, a medida que se construye y se urbaniza.” http://reevo.org/externo/la-educacion-que-tenemos-roba-conciencia-entrevista-a-claudio-naranjo-2/ Y para perder esas capacidades propiamente humanas, o al menos eso creemos, hay que estar golpeando la conciencia de los estudiantes y profesores, desprestigiarlos, menospreciarlos, culparlos de todo lo que los demás no hacen bien. ¿Dejar tareas —o deberes— como les dicen en otras latitudes, tiene sentido? «La inmensa mayoría de los maestros (mis compañeros de profesión) considera que los deberes son absolutamente necesarios. Muchos estarían dispuestos a discutir sobre la cantidad adecuada, pero que hay que mandar deberes no se lo cuestionan; es algo tan evidente como que en invierno hace frío y que en verano hace calor. Digamos que es el orden natural de las cosas. Los maestros deben mandar deberes y los niños deben hacen deberes por la misma razón que la Tierra da vueltas alrededor del Sol y las plantas florecen en primavera: porque así ha sido siempre y porque así debe ser. La maldición bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente” está tan arraigada en nuestra cultura que la hacemos extensible a los niños. La vida es dura; en este valle de lágrimas no estamos para disfrutar, sino para sufrir. A casi cualquier maestro que le preguntes por la conveniencia de mandar deberes a los niños te contestará, igual que se recita un mantra, que los deberes cumplen tres funciones: refuerzan lo aprendido, enseñan responsabilidad y crean un hábito de trabajo. Y de ahí no los vas a sacar. Eso es lo que hicieron con ellos sus maestros, eso es lo que les han enseñado en la escuela de magisterio y eso es lo que harán hasta que se jubilen. No importa que nuestro país, año tras año, esté a la cola de los países avanzados, en cuanto al rendimiento escolar se refiere, a pesar de que nuestros alumnos sean los que más días de clase tiene al año y más horas dedican a los deberes en casa. Da igual que todos los estudios internacionales demuestren que los países en los que menos deberes se mandan (o en los que directamente están prohibidos por ley) sean los que mejores resultados obtienen; da igual que todas las investigaciones serias hayan demostrado que los deberes no sólo no sirven para nada, sino que pueden ser perjudiciales. Para muchos de mis compañeros de profesión tales estudios son una patraña de pedagogos progres que no quieren que a los niños se les transmita la cultura del esfuerzo.” Eva Bailen, Lo que los deberes han conseguido, en http://www.scoop.it/t/educacion-2-0 ¿Qué pasaría si la evaluación docente fuera voluntaria, con el solo fin de que cada profesor se entere de cuáles son sus fortalezas y debilidades y de acuerdo a ello exija una capacitación mejor dirigida y enfocada a ello? ¿Qué pasaría si dejamos de etiquetar a los estudiantes con base en exámenes hechos a capricho, y los sustituimos por una evaluación continua que atienda su desarrollo, poco o mucho, psicosocial y considere, en serio, su contexto de vida y sus expectativas de futuro? ¿Qué tal que les damos la confianza y oportunidad de autoevaluarse expresando sus sentimientos y emociones respecto de su aprendizaje, no solo escolar sino en todos los ámbitos de su vida cotidiana? ¿Qué tal si dejamos las culpas y nos dedicamos a hacer las cosas por el gusto de hacerlas?