viernes, 4 de julio de 2014

OPTIMISMO INFORMADO

“Conocer al estudiante es uno de los principios fundamentales de cualquier programa educativo. Un plan de estudios dirigido a un estudiante imaginario, que no corresponde con las características del estudiantado real, es un plan destinado al fracaso. Y no hay peor maestro que el que decide que sus estudiantes tendrían que ser lo que no son, y que no tiene idea de lo que son ni de lo que serán. Un buen maestro se ajusta siempre al estudiante que tiene enfrente, a su pasado y a su futuro. Asimismo, un buen plan de estudios adecua contenidos educativos para promover la formación del estudiante que el maestro tendrá enfrente.” Claudio Lomnitz. La educación como segunda conquista. La Jornada, 30 de abril 2014. No recuerdo si la frase tiene algún autor conocido, hasta Google me falló en la búsqueda, parece que se volvió popular por su uso generalizado pero sigue vigente: el poder es bonito aunque sea poquito. No son ideas sueltas, están unidas por la temporalidad, por la coyuntura dirían los políticos en una metáfora con origen anatómico. Estamos en la época de las graduaciones, de los fines de ciclo escolar, cuando los estudiantes padecen la incertidumbre de los resultados de evaluaciones caprichosas, producto de intentar, con más o menos éxito, adaptarse a planes de estudio saturados, desactualizados, que pretenden adivinar el futuro con puras buenas intenciones. Claudio Lomnitz tiene mucho de razón y los maestros debemos mediar entre ese estudiante que se imagina el plan de estudios y el real que tenemos enfrente. Apegarse ciegamente a lo que dicen los papeles, además de frustrante para todos, es injusto y parte de un genocidio cultural. Pero topamos con el poder. Cuando no entendemos esa falta de sintonía entre lo imaginario y lo real, lo más fácil es tratar de imponerla, volvernos ciegos, convertir al estudiante en el sacrificio ritual en aras de un apego ridículo a lo que no entendemos. Si la sociedad no nos valora, si descarga muchas de sus responsabilidades en el docente, si los directivos y funcionarios no acompañan ni orientan ─porque no saben, ni pueden, ni quieren─, si nuestras escuelas están mal equipadas, si el sueldo es insuficiente, si el sistema de estímulos al esfuerzo, a la capacitación y actualización resulta perverso, si la familia o la pareja no apoyan, algunos piensan que con alguien hay que desquitarse, y se usa el podercito, los atisbos de autoridad mal entendida, para desquitar las frustraciones con quien se pueda. Podemos coincidir con Lomnitz otra vez, después de la revolución había que construir un sistema educativo que tuviera metas y resultados: “la educación serviría para urbanizar, para civilizar, para nacionalizar. Y la cultura clasemediera de los maestros y de los creadores de los planes de estudio sería la meta aspiracional tácita para los educandos. Los estudiantes admirarían a los maestros porque querrían ser como ellos. Además, como la cultura campesina era vista como una realidad degradada, de la que se quería salir, y como el punto ideal de llegada estaba también claro, la formulación de programas, planes, metas, evaluaciones, etcétera, era relativamente fácil. Me parece que hoy estamos en una situación muy distinta. Es muy dudoso que la cultura de los maestros sea, hoy, el punto de llegada ideal de los educandos. Esto significa que los que damos clase tenemos que preocuparnos mucho más por entender a quiénes les estamos enseñando. Y cuando digo esto no me refiero sólo a entender directamente a los estudiantes que tenemos en el aula, sino también las trayectorias de movilidad de las que forman parte. Hay mucho en la vida de los estudiantes de hoy que pide proyectos educativos que los maestros no podemos imaginar sin hacer esfuerzos colectivos importantes”. Cierto, lo colectivo requiere de trabajo colaborativo, no de estarnos pisando los unos a los otros, Hay que despojarse de ese poder caprichoso y mal entendido que busca el desahogo y se disfraza de formación. Hay que ponerle atención a lo sustantivo y dejar de perseguir las apariencias. Hay que rebelarse contra el reparto mañoso de responsabilidades y el despojo de los recursos y atribuciones para solventarlas. Hay que ser ingeniosos y salirse de las numerosas trampas de un sistema que promueve el individualismo y dinamita la solidaridad. Hay que recuperar la docencia como espacio de construcción de una ciudadanía analítica y con capacidades ─competencias les dicen ahora─, que les permitan identificar sus oportunidades de desarrollo personal y colectivo, para que con ética y visión de largo plazo puedan tomar decisiones adecuadas y oportunas. Se dice fácil pero la inercia va en sentido contrario a lo que se persigue, en la educación estamos involucrado todos, hasta los medios de comunicación que se dedican a promover comportamientos carentes de solidaridad y favorecen intereses cada vez más individuales. Por eso la definición de las reformas es importante, porque lo que se puede avanzar en las escuelas se retrocede en los medios, que están resultando más influyentes que unos maestros que no logran caminar en la misma dirección. Vale la pena mantener un optimismo informado, saber y elegir como Elena Poniatowska: “El poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos.”