viernes, 8 de noviembre de 2013

LA IMPACIENCIA

Pues sí, algo está pasando. Se está acabando la paciencia, se arrinconan el miedo y la indiferencia, retroceden los falsos consensos y se desordenan las conciencias. Y es que la violencia genera violencia y las masas no tienen los mismos frenos que los individuos. Por fin se percibe como agresiva, injustificada, injusta, la violencia que se ejerce desde las instituciones. Porque violencia es imponer una reforma administrativa que desconoce los derechos laborales de miles de profesores de enseñanza básica, es pretender que modelos educativos, completamente ajenos a nuestro contexto cultural, sean llevados a las aulas sin consultar a los directamente encargados de tratar cotidianamente con los niños y jóvenes, con malos directivos y desconcertados padres de familia. Es responsabilizar de la mala educación a los docentes ignorando que los medios de comunicación, esos que promueven hipócritas moralidades y justifican la riqueza, la corrupción y la impunidad de los poderosos, también educan, y mal. Violencia es despreciar a quien denuncia un delito, una extorsión, el robo del escaso patrimonio que ha podido conseguir; es burlarse y minimizar la desaparición de nuestros prójimos, es conocer la cínica exhibición de riquezas mal habidas de nuestros políticos, empresarios, líderes sindicales, ministros religiosos y saber que no pasa nada; también es violencia la carencia de medicamentos en el devastado sistema de salud que padecemos, la venta de terrenos y la edificación de viviendas en sitios conocidamente vulnerables, el despilfarro de los partidos políticos; también la tolerancia a las pérdidas de recursos destinados a nuestra jubilación y retiro, a la desmedida ganancia de los bancos que juegan con los dineros ajenos. Violencia es la fabricación de presuntos culpables mientras los verdaderos se pasean por las calles cometiendo todos los delitos imaginables; es la soberbia de los jueces, procuradores y demás servidores públicos que prefieren cometer injusticias que reconocer un error. En fin, el pretender que no pasa nada cuando sufrimos de todo, ya no da los mismos resultados que antes. Romper con los esquemas mentales que provocan nuestra indiferencia, nuestra dejadez, nuestro miedo, no es fácil. Desde el arte nos llegan algunas explicaciones a porqué somos como somos, porqué dejamos que nos hagan lo que sea sin apenas oponer algo de resistencia, porqué dejamos que aplasten impunemente nuestra dignidad: “En México no hubo una dictadura con un inicio y un final, para que después de ese final se pudiera recuperar la memoria. En nuestro país hay una continuidad del régimen, no existió ese momento de ruptura como en Argentina y Chile. En México, sin ese quiebre, no existió tampoco la valoración posterior” ‒es la voz de Gabino Rodríguez, de la compañía de teatro Lagartijas tiradas al sol, diario La Jornada del 8 de octubre de este año‒. En lo muy reciente, apenas en el lapso de una semana, sabemos de la quema de dos alcaldías por muchedumbres enfurecidas por el actuar de las autoridades, conocemos de presidentes municipales que no despachan en sus oficinas, de una de ellas que insta a sus ciudadanos a no salir de sus casas porque los enfrentamientos armados ponen en riesgo sus vidas, de la toma de espacios legislativos por ciudadanos que apenas aciertan a organizarse para demandar justicia, de los intentos por contener al crimen organizado formando grupos de autodefensa, del clamor de obispos denunciando la actuación cómplice de policías y fuerzas armadas que debieran estar garantizando la convivencia pacífica y la aplicación justa de la ley, la denuncia firme y pública por la “siembra” de paquetes de droga en el equipaje de ciudadanos que viajan usando las terminales aéreas, los ejemplos abundan, afortunadamente. Nuestro proceso reformista no atiende a esas emergencias, las ignora porque le estorban, pero hay que tomar en cuenta lo que dijo hace tiempo un personaje clásico local: la reversa también es un cambio, y la reversa es lo único que considera nuestro sistema político. No hay un nuevo PRI, ni un nuevo PAN, ni un nuevo PRD, eso es genéticamente imposible; sí hay un sistema partidista que quiere retroceder el tiempo porque no se adapta a un contexto nuevo, diferente. Y que se aprovecha de la coyuntura neoliberal. Desde la teoría y la academia hay intentos importantes por explicar lo que está pasando, por develar lo que se quiere mantener en las tinieblas de la ignorancia, toca el turno al filósofo, físico y epistemólogo Mario Bunge ‒revista Ñ del 5 de noviembre del 2013‒, con sus 94 años de experiencia, de estudio, de impaciencia: “Yo, a diferencia de los liberales, no creo que se pueda privilegiar un valor a expensas de otros. Yo no creo en la libertad sin igualdad ni fraternidad. La revolución francesa la pegó, los tres van juntos. Si subraya la libertad, lleva al desinterés por el bien social, si subraya la igualdad, disminuye la responsabilidad, la iniciativa y el liderazgo individual, y si subraya la fraternidad, está predicando que los zorros confraternicen con las gallinas, y eso no es posible. Las tres cosas juntas, sí. Lo mismo pasa con la educación, no basta con clamar por mejores escuelas, los chicos tienen que ir sanos e integrar familias en las que por lo menos un miembro trabaje. Trabajo, educación y salud van juntos. Los valores siempre se dan en paquetes, no funcionan individualmente.”