jueves, 11 de julio de 2019

NO ME LLAMES EXTRANJERO

En el texto anterior POR EL DERECHO A VIVIR, que se publica a continuación en este blog, atribuí la autoría de la canción NO ME LLAMES EXTRANJERO a Alberto Cortez lo que es un error. Agradezco al autor Rafael Amor, sacarme de mi ignorancia y permitirme ofrecerle una disculpa al tiempo que expresar mi admiración por esa letra que sigue siendo una llamada de atención sentida y oportuna.

domingo, 7 de julio de 2019

POR EL DERECHO A VIVIR

Joaquín Córdova Rivas Nuestra especie sobrevivió y fue afianzando su dominio sobre el resto de ellas y los recursos naturales del planeta siendo migrante. Nuestros antepasados caminaron del África Central hacia el Mediterráneo y de allí se dispersaron por Asia y Europa, hace 8 mil años cruzaron por un congelado estrecho de Bering para esparcirse por la hoy América. Caminó buscando mejores condiciones de vida, huyendo de los climas extremos, de los fenómenos naturales que no entendía y se explicó mediante los mitos, detrás de las manadas de animales que le servían para satisfacer el hambre, escudriñando selvas y bosques encontrando agua y lugares dónde asentarse temporalmente hasta que inventó la agricultura y encontró la manera de domesticar animales. Aun así, siguió caminando, buscando... Quién sabe qué buscaba, quizás la razón de su existencia. Somos nómadas de origen, por eso el sedentarismo nos cae mal, nos enferma. Los maratones, la actividad física frecuente, aunque sea en lugares cerrados como estadios o gimnasios sigue siendo necesaria para combatir las enfermedades, para hacernos sentir bien, para conectar con esa historia de caminar incesante sin más posesiones que las que se podían cargar. Ahora, en pleno siglo XXI repudiamos a los migrantes sin advertir que nuestros orígenes familiares no están en donde ahora estamos. Parece que huimos de nosotros mismos, de lo que hemos creado o nos negamos a evitar: de las hambrunas prevenibles originadas por un sistema económico injusto, de la inseguridad causada por la delincuencia generalizada, de la corrupción que provoca epidemias y enfermedades, de las democracias contrahechas que profundizan la pobreza “en lo que vienen tiempos mejores”; huimos de la esclavitud disfrazada de desempleo o bajos salarios, de la falta de derechos humanos básicos negados cotidianamente, de la violencia institucionalizada, del odio hacia los otros que son como uno. Nos lamentamos hipócritamente de los migrantes que pasan por nuestra geografía buscando el inexistente “sueño americano”, olvidando que casi no hay familia mexicana que no tenga parientes en Estados Unidos o Canadá. La ignorancia tiene muchos adeptos que no leen ni escuchan buenas canciones. El novelista Leonardo Padura —El hombre que amaba a los perros— nos recuerda que, a la derrota de los republicanos en la guerra civil española, en un solo día, medio millón de españoles cruzaron la frontera con Francia. Acabamos de recordar que «En junio de 1939, hace ocho déca¬das, arribó al Puerto de Veracruz, procedente de Francia, el Sinaia, el primero de varios buques que trasladaron a México a casi 25 mil refugia¬dos españoles que huían de la Guerra Civil Española en busca de un mejor futuro, beneficiados por la política de asilo del presidente Lázaro Cárdenas. [...] Entre ellos, arribaría lo mejor de la intelectualidad hispánica en todas las áreas de la ciencia y las artes, que se in¬tegraron tanto a la Universidad Nacional Autónoma de México como a la nación en su conjunto.» Mari Carmen Serra Puche, representante de la UNAM ante la Cátedra del Exilio Español. Gaceta UNAM 24 de junio 2019. El cantautor uruguayo asentado en España Jorge Drexler habla de su canción titulada «Bolivia. Habla de la salida de Alemania de mi padre de cuatro años y mi abuelo, en 1939, escapando del horror nazi. En enero de ese año todas las cancillerías latinoamericanas decidieron dejar de dar visados por unos meses a los refugiados que intentaban escapar. Todos los países, menos Bolivia, que fue el único país que recibió a mi familia en un acto de valentía y generosidad. Mi familia vivió en Oruro ocho años. Mi bisabuelo murió en Bolivia, mi tío nació ahí...» El argentino Alberto Cortez quien viviera sus últimos años en Madrid nos reclama en su última producción musical «No me llames extranjero, / porque haya nacido lejos / o porque tenga otro nombre, / la tierra de donde vengo, / no me llames extranjero, porque fue distinto el seno / o porque acunó mi infancia, otro idioma de los cuentos. / Y me llamas extranjero porque me trajo un camino / Porque nací en otro pueblo, porque conocí otros mares / Y un día zarpé de otro puerto, / si siempre quedan iguales / el adiós, los pañuelos, / las pupilas borrosas / de los que dejamos lejos, / los amigos que nos nombran, / y son iguales los rezos / y el amor de la que sueña / con el día del regreso. / No, no me llames extranjero. Traemos el mismo grito, el mismo cansancio viejo que viene arrastrando el hombre desde el fondo de los tiempos, cuando no existían fronteras, antes que vinieran ellos, los que dividen y matan, los que roban, los que mienten, los que venden nuestros sueños, ellos son los que inventaron esta palabra, “Extranjero”.» Menos líricos, nuestros investigadores dan cuenta del fenómeno migratorio usado como pretexto por el presidente norteamericano —hijo de una inmigrante escocesa y con abuelos paternos inmigrantes alemanes— para amenazar con aranceles de no detenerse, en México, el flujo migratorio principalmente centroamericano. «Ellos son seres humanos desplazados por el modelo económico y político imperante en sus naciones. No salen porque quieren o se les ocurre, sino porque se ven orillados por todas estas circunstancias para tratar de conseguir un mejor nivel de vida.» Eduardo Rosales, profesor de posgrado de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. Gaceta UNAM, junio 2019. De la misma fuente documental, Martín Íñiguez, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales «La frontera sur es porosa, peligrosa y por más Guardia Nacional que pongamos será muy difícil controlar el flujo migratorio. Tenemos más de mil 150 kilómetros fronterizos entre Guatemala y Belice, y el punto por donde normalmente entra la gente es Chiapas. Lo más probable es que ahora se desplace hacia Tabasco u otros sitios más peligrosos, pero se seguirá pasando y esa es la realidad, pues se estima que al año cruzan más de dos millones de personas en este límite». Somos migrantes, lo seguiremos siendo, siempre buscando lo mejor para los nuestros.