viernes, 8 de mayo de 2015

¿QUIÉNES ESTÁN EN LAS ESCUELAS?

Resulta fácil hablar del sistema educativo nacional sin conocerlo, las frases huecas rellenas de aparentes buenas intenciones surgen a la menor provocación, lo que sí no deja de extrañar es que el gobierno federal se haya planteado una disque reforma educativa sin haber tenido actualizado el estado de su planta docente, el perfil de sus profesores en cuanto a dónde están, los promedios de edad, su origen académico, capacitación y demás detalles importantes; pero ya estamos acostumbrados, y eso es malo, a que las cosas se hagan al fregadazo y si algo funcionan pues es su mérito, y si no, es culpa de los maestros o de los padres de familia. Vamos con algunos datos duros. “La mayor parte de los docentes de educación básica (86.8%) labora en escuelas de sostenimiento público: 81% en preescolar, 90% en primaria y 86% en secundaria. Es importante destacar la casi nula existencia de un mercado de servicios educativos privados en las modalidades indígena, comunitaria y para trabajadores.” A pesar de los pesares la educación pública sigue siendo estratégica en este país, los esfuerzos por incrementar la oferta y que más niños y jóvenes tengan acceso a la escuela ha sido importante, pero las cosas cambian de un momento al otro, la escuela de hace 50, 20 o 10 años no puede seguir siendo la misma que la de este siglo 21, y sin embargo, sigue metida en esquemas viejos porque al gobierno así le ha convenido, y ha convertido la antes crítica presencia magisterial en corrupción sindical, con los altísimos costos sociales que padecemos. De la información anterior hay que señalar que para las organizaciones privadas la educación no es un servicio, sino un negocio que hay que explotar al máximo, por eso su nula presencia en las modalidades educativas indígena, comunitaria y de trabajadores, allí no hay lana. “Para la prestación del servicio en educación media superior concurren diversas instancias federales, estatales, universitarias y privadas. La oferta privada es mayor que en la educación básica, al contratar a 34 de cada 100 docentes y atender a casi una quinta parte del total de los alumnos. Respecto de los profesores que laboran en el servicio público, 17.6% lo hace en planteles federales, 37.5% en estatales y 11% en escuelas dependientes de universidades autónomas”. Aquí si hay más negocio, por eso 1 de cada 5 estudiantes en bachilleratos y preparatorias están en escuelas privadas, aprovechando también que el presupuesto público es limitado respecto de la cantidad de egresados del nivel básico que debieran, en un proceso lógico en la décimo segunda economía mundial, continuar sus estudios escolarizados. Continuamente escuchamos que la productividad del país depende de la vinculación entre la educación y la empresa privada. Que si los estudiantes son motivados para desarrollar habilidades y tener conocimientos técnicos tienen asegurado un trabajo y un ingreso seguro. Pero esa supuesta guía hacia lo técnico parece que existe desde hace mucho: “Mientras la gran mayoría de los docentes de planteles federales imparte clases en bachilleratos tecnológicos (87%), los profesores estatales participan de forma importante en el bachillerato general (69%) y, en menor medida, en el tecnológico (30%). En contraste, 86% de quienes laboran en planteles autónomos y casi 80% de quienes lo hacen en los privados se encargan fundamentalmente de impartir el bachillerato general”. Y es que no podemos seguir engañándonos, nuestras escuelas siguen siendo parte importante del mecanismo de desigualdad y marginación social, mientras por un lado buscamos que existan más probabilidades de acceso a las carreras que requieren una licenciatura o ingeniería de buen nivel, la educación tecnológica está orientada hacia los estudiantes de familias de bajos ingresos y mayor grado de marginación, y esa aparente ventaja de empleos más seguros y salarios mejores no más no cristaliza. Mientras la educación privada se enfoca en preparar a los aspirantes a mirreyes o a profesionistas de alta especialización. “Se sabe que los docentes ubicados en contextos de alta vulnerabilidad social enfrentan mayores retos que sus pares que laboran en ambientes de menor marginación y pobreza. En educación preescolar, casi dos terceras partes de los docentes en la modalidad general (65.7%) laboran en localidades de marginación media, baja o muy baja. En contraste, casi todos los de escuelas indígenas (96.2%) y cuatro quintas partes de aquellos docentes en comunitarias (81.4%) se encuentran en zonas de alta y muy alta marginación”. Otra vez los datos duros revelan las increíbles desigualdades sociales que padecemos, y luego nos asombramos de que esas escuelas no obtengan los mismos resultados en las pruebas estandarizadas que sí tienen los finlandeses. Los indicadores de marginación resultan poco creíbles y aun así, como son oficiales, hay que usarlos para la organización de los datos: “tres cuartas partes de los docentes de telesecundaria y 89.6% de los instructores de secundarias comunitarias prestan sus servicios en localidades de alta y muy alta marginación. En el caso de la educación media superior, sin importar el modelo educativo al que están adscritos, más de tres cuartas partes de los docentes se encuentran en zonas de reducida marginación”. Eso revela que ese nivel medio sigue estando inaccesible, hasta geográficamente, para una parte importante de la población de nuestro país, con el problema de que nuestros legisladores, por dedazo, decidieron que para el 2020 será obligatorio. La buena intención de ofrecer educación media para todos los egresados de las secundarias puede quedar en un obstáculo más que agrave la desigualdad social si las escuelas de bachillerato no se acercan a las comunidades más pequeñas y apartadas. Se termina el espacio, nada más dejamos las siguientes cifras para ir precisando el perfil de nuestras maestras y maestros: “Las escuelas de educación preescolar y primaria son preferentemente atendidas por mujeres. En preescolar hay 93 educadoras por cada 100 docentes; en primaria la presencia femenina disminuye a 67%, mientras que en secundaria es ligeramente superior (52%) a la de los varones […] En educación media superior, la participación de las mujeres es menor a la de los varones en los planteles federales, estatales y autónomos. En los privados esta relación se invierte”. No se puede negar la participación femenina en nuestro sistema educativo, sea por cultura o por oportunidad, nuestras mujeres han estado encargadas de hacernos lo que somos, con nuestras cualidades y defectos, considerando que la participación femenina como estudiantes es cada vez más importante hasta ser mayoritaria, el dato es significativo. Pero seguiremos después.