viernes, 4 de enero de 2019

QUIÉN MÁS, QUIÉN MENOS

Joaquín Córdova Rivas Una esperanza y una desesperanza. Así comienza este 2019. La esperanza de que el insoportable estado de cosas comienza a cambiar, de que hay rumbo, aunque falte tiempo, de que hay voluntad, aunque falten recursos, de que hay confianza aunque falten acciones que la soporten. La desesperanza está a cargo del autoproclamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional que cumple 25 años de aparición pública. Por un lado se anuncian los grandes proyectos, becas para quien estudie o trabaje, apoyos a personas con discapacidad y de la tercera edad, construcción de universidades públicas con carreras adecuadas a las exigencias de un mundo tecnologizado pero con graves carencias sociales, planes que pretenden detonar el empleo en zonas poco accesibles y sin servicios públicos elementales, otros que buscan también arraigar a la población a sus lugares de origen para evitar la migración, propuestas y acciones sacadas de modelos diferentes que se pretende tengan efectos similares en un país por demás diverso. Se atacan al menos dos principios fundamentales del neoliberalismo —aunque no se mencionen en voz alta—: la corrupción y la impunidad, con sus numerosos tentáculos y formas de disfrazarse. Por el otro, la conmemoración nada festiva de un movimiento social que se presenta como representativo de todos los indígenas y todos los pobres. Hay amargura, pero, para no variar, no hay autocrítica; en voz del subcomandante insurgente Moisés: «Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Les hablo como vocero de todos ustedes, es mi trabajo ser su voz y ser su mirada. Llegó la hora para nosotros los pueblos zapatistas y lo miramos que estamos solos.» Ese reproche de soledad se repite a lo largo del discurso, pero no hay asomo del por qué, de dónde y quién falló, no hay un recuento puntual de qué se hizo bien y qué no. Los culpables siempre son los otros que no escuchan, que no entienden, que se dejan engañar: «... por eso nosotros aquí estamos informándoles, diciéndoles lo que vimos hace veinticinco años, como que no nos miran, como que no nos escuchan lo que estamos diciendo a los pobres de México. [...] La gente de afuera va y viene, nosotros aquí estamos, aquí seguimos. Cada vez que vienen, vienen como a turistear, pero la miseria, la desigualdad, la injusticia no se trata de turistearlo, el pueblo pobre de México está muriendo y va a seguir muriendo. Lástima que le hacen caso a aquel que está ahí engañando al pueblo de México. Y no lo mentimos compañeras y compañeros, hace cinco años les estuvimos diciéndole al pueblo de México y al mundo, que va a venir una cosa peor. En sus lenguas de como hablan ellos y ellas, los de afuera, le dicen colapso, hidra, monstruo, muro, se los dijimos intentando de usar sus palabras como hablan, aun así, no nos hicieron caso. Creen entonces que les estamos mintiendo [...] A nosotros, compañeros, compañeras, no lo hemos engañado al pueblo de México, pero también tenemos que decirles que al pueblo todavía se dejan, no sabemos por qué, nosotros nos causa tristeza, y nos causa rabia.» Hay reproches contra todo y contra todos, pero ninguna explicación de qué pasó con la promesa de convertirse en un “frente”, de por qué permitieron que a su nombre otros lucraran con la radicalización innecesaria e inoportuna, no hay una evaluación seria de su tour revolucionario por buena parte del país en el sexenio foxista, ni de su presentación ante un congreso que según ellos no representa a nadie, bueno sí, a los finqueros, a los ricos, a los sinvergüenzas; nada sobre la aventura electorera que dejara a la vocera del Concejo Indígena de Gobierno —del que no se ha vuelto a hablar desde julio del año pasado, ni se menciona en los discursos zapatistas recientes— María de Jesús Patricio Martínez en el olvido. Les pesa que 30 millones hayan votado por alguien que ni siquiera es digno de que lo mencionen, mientras por su lado no lograron levantar más de 280 mil adhesiones a una candidatura independiente aceptando las reglas de una democracia que repugnan. Recuerdo ese primero de enero de 1994, temprano por la mañana estábamos en la tienda del barrio, esa que don Memo había prometido abrir aun cuando fuera día festivo, y encontrar a vecinos que poco veíamos comentando el levantamiento indígena, todos mostrando simpatía y aprobación por esos olvidados que nos refregaban su existencia y dignidad en la cara, una muy buena respuesta a ese TLC salinista de la que se ufanaba una casta política que se vería ampliamente beneficiada. También fui de los adherentes a la candidatura independiente de Marichuy, no practico el turismo revolucionario, pero me parece poco oportuno despreciar a quienes, de buena voluntad y con ganas de aprender, han ido a tener la experiencia directa de visitar los caracoles y colaborar con su presencia y su esperanza. Pero no se vale pelearse con todos y por todo. No creo que el trato que se le diera a Heberto Castillo, a Cuauhtémoc Cárdenas y ahora a López Obrador por mencionar a algunos cuantos, abonara en romper con esa soledad de la que ahora se quejan. No formo parte de ningún partido político, aunque sí estuve afiliado al PMT que se fue fusionando y transformando junto con otros. No me espantan las groserías cuando se saben usar, le dan énfasis al lenguaje, pero cuando suenan forzadas o producto de la frustración no son bien recibidas: «Sólo porque la madre tierra no habla, si no se lo dijera ¡Chinga tu madre! Porque la tierra no habla, si fuera, ¡No, vete a la chingada!». Y entonces ¿dónde está la verdad revolucionaria? «A lo largo de estos veinticinco años, compañeros, compañeras, bases de apoyo, mujeres y hombres, milicianas y milicianos, hemos visto y en el mundo también los que dicen que luchan, que hay unos que dicen que son progresistas, hay otros que se dicen que son de izquierda, hay otros que dicen que son revolucionarios, y no tienen la mínima idea la palabra que es revolucionario, porque es que revoluciona, da vuelta. Como decimos acá, tenemos que preparar a nuestros jóvenes, a nuestras jóvenas, porque ya nos está dando la vuelta nosotros, un día nos vamos a regresar y por eso tenemos que dejar preparados a los jóvenes y a las jóvenas. No tienen la idea lo que dicen, no saben, y la lástima dicen que tienen estudio, que tienen sus carreras y que tienen sus diplomas, pero no saben lo que significa la palabra revolución.» http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2019/01/01/palabras-de-la-comandancia-general-del-ejercito-zapatista-de-liberacion-nacional-dirigidas-a-los-pueblos-zapatistas/ Allí están dos visiones de país, no son todas ni las más radicales, quizás tampoco sean excluyentes, aunque en la intención y el lenguaje la segunda apueste por el aislamiento y la exclusión.