viernes, 17 de junio de 2016

RADIO GAY

Se cansaron de ser invisibles, se cansaron de ser reprimidos, se cansaron de ser agredidos y se lanzaron a las calles, a los medios y las redes sociales, exhibirse no era “salir del clóset”, era mostrar la hipocresía de los prejuicios, la falta de humanidad de los semejantes. Hace algunos años, cansados de las agresiones abiertas y simuladas, de las expresiones homofóbicas “chistosas”, un estudiante del Plantel 7 del COBAQ decidió plantarse frente a su grupo escolar y exigir respeto. Respeto a su forma de vestirse, de hablar, a sus ideas y forma de ser, a su preferencia sexual, a sus gustos musicales y literarios. Los enfrentó y se ganó el respeto que produce el asombro, la falta de miedo. Después varios, hombres y mujeres, se agruparon para hacerse visibles, aprovechando el espacio del Taller de Radio —rústicamente realizado en el patio de la escuela con un equipo de sonido portátil, un micrófono y sus reproductores musicales— armaron su propio programa semanal “Radio Gay”, y con el lema “el amor entre iguales no tiene porqué ser diferente”, entre canción y canción hablaban de los temas que les parecían importantes o daban noticias sobre la conquista de nuevos derechos reconocidos en este y otros países. El morbo inicial de profesores y estudiantes fue sustituyéndose, poco a poco, por curiosidad, y después por respeto y una tolerancia festiva. Aunque siguió habiendo resistencias y expresiones despectivas desatadas por el miedo y la propia inseguridad. Las confrontaciones bajaron de tono, ya no era la falsa tolerancia de “ni modo, los tenemos que aguantar”, sino el reconocer y enfrentar los prejuicios y dudar de una educación machista, agresiva e intolerante. En este ciclo escolar 2015-2016, varias generaciones después, cuando se les pidió a algunos grupos de sexto semestre del área de Ciencias Sociales y Humanidades escogieran un tema a desarrollar utilizando los diferentes medios de comunicación a su alcance, casi en cada uno de los grupos un equipo eligió el de la homofobia. Ya no son los homosexuales defendiendo sus emociones y afectos, que lo siguen haciendo de una forma amable y respetuosa, son sus compañeros heterosexuales reconociendo que cada quien debe ser libre de vivir su vida y de amar a quien se quiera. Debo reconocer mi propia impericia para sincronizar mi educación familiar y escolar, muy católica, basada en la exclusión de lo que se percibía como diferente y hasta perverso, con una realidad afectiva que queda fuera de mis límites machistas, también homofóbicos. Enfrentar los prejuicios propios y tratar de deshacerse de ellos, también es un aprendizaje, que agradezco y valoro. «La única libertad que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o le impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale ganando más consintiendo que cada cual viva a su manera antes que obligándose a vivir a la manera de los demás» John Stuart Mill. Pero nuestra paradójica humanidad sigue avanzando y retrocediendo. Nos lo recuerdan crímenes absurdos como los de Orlando apenas la semana pasada. Notorio no solo por el número de víctimas, o por la exhibición de intolerancia, o por la facilidad con que se pueden conseguir, hasta legalmente, armas de alto poder para matar a los otros; también porque nos cuestionan individual y socialmente, nos descubren todavía inseguros, violentos, inhumanos. Las omnipresentes redes sociales, entre la gran cantidad de trivialidades que suelen contener, a veces sorprenden recordándonos ideas que parecían perdidas en el actual mar de lo efímero: «El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un "objeto" amoroso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado. Sin embargo, la mayoría de la gente supone que el amor está constituido por el objeto, no por la facultad. En realidad, llegan a creer que el hecho de que no amen sino a una determinada persona prueba la intensidad de su amor. Trátase aquí de la misma falacia que mencionamos antes. Como no comprenden que el amor es una actividad, un poder del alma, creen que lo único necesario es encontrar un objeto adecuado -y que después todo viene solo-.» Erich Fromm. El Arte de Amar. Pero hay personas y grupos instalados en la idea de que amar es imponer sus ideas y prejuicios a los demás, y allí se vale todo. Hasta manejar un ideal de familia que en realidad nunca ha existido, porque algunas religiones basan su superioridad en la exclusión de quienes piensan y actúan diferente o creen en otras divinidades, o no creen en ninguna en especial. Ganarse el cielo, el paraíso, la vida eterna, nunca ha sido para todos, casi siempre es para un pequeño grupo de “elegidos”. Hay jerarquías religiosas que predicando el amor lo suprimen, lo censuran, lo castigan o se avergüenzan: «El dios de los cristianos. Dios de mi infancia, no hace el amor. Quizás es el único dios que nunca ha hecho el amor, entre todos los dioses de todas las religiones de la historia humana. Cada vez que lo pienso siento pena por él. Y entonces le perdono que haya sido mi superpapá castigador, jefe de policía del universo, y pienso que al fin y al cabo Dios también supo ser mi amigo en aquellos viejos tiempos, cuando yo creía en Él y creía que Él creía en mí. Entonces paro la oreja a la hora de los rumores mágicos, entre la caída del sol y la caída de la noche, y me parece escuchar sus melancólicas confidencias.» Eduardo Galeano. Teología/2.