sábado, 27 de octubre de 2012

OCTUBRE EN ROSA

Octubre se vistió de rosa, no es su color usual, esa tonalidad se eligió como símbolo de la lucha contra el cáncer de mama, una de las enfermedades más devastadoras en el sentido biológico y psicológico y casi, casi propia de las mujeres. Sumergirse en las estadísticas no tiene caso, ya se han repetido en otros medios y sabemos de la importancia del tema, de su forma de prevención y atención temprana, pero involucra aspectos que tocan algo más trascendente y que damos por hecho o que evitamos remover. A fines de la década de los 70 del siglo pasado, nuestro país y buena parte del mundo, llamado occidental, estaba metido en la dinámica de la discusión de los derechos propiamente femeninos. Detrás de la fachada de los derechos sin distingos, de la generalidad, estaban escondidos los derechos de, por lo menos, la mitad de la humanidad. De repente descubrimos que nuestro machismo estaba inextricablemente unido a nuestro desarrollo histórico de casi 2 mil años, que lo que dábamos por “natural” era, en realidad, un artificio socialmente construido, pero deshacerse de inercias que convienen a la otra mitad de esa totalidad de la que hablamos, no es nada fácil. Octubre de 1976 es importante en ese feminismo que se ha ido decantando, que decidió investigarse, definirse, plantearse metas; es la fecha en que aparece el primer número de la revista “fem”, sus fundadoras y artífices intelectuales fueron Alaíde Foppa y Margarita García Flores, quienes plantearon en la editorial de ese primer número, hace apenas 36 años: “Fem se propone señalar desde diferentes ángulos lo que puede y debe cambiar en la condición social de las mujeres; invita al análisis y a la reflexión. No queremos disociar la investigación de la lucha y consideramos importante apoyarnos en datos verificados y racionales y en argumentos que no sean sólo emotivos” (como nos recuerda Alejandra Parra Toledo en La Jornada del 03 de Octubre del 2005). Su intención era evidente, además de lo expresado en la cita anterior había que concentrar los textos y las luchas que parecían dispersas: “hacía falta un medio que hablará de los asuntos de las mujeres, aunque en ese entonces varias feministas escribían en periódicos nacionales; allí estaban, por ejemplo, Marta Lamas en El Universal, Angeles Mastreta en Últimas Noticias de Excelsior, Antonia Tarrascón en Excelsiór y Esperanza Brito en Novedades. También era cierto que hacía falta un vehículo que diera especial protagonismo a los temas de las mujeres. Por ello se dieron a la tarea de fundar un proyecto editorial de corte feminista.” En el camino hubo que deshacerse de prejuicios, apelar a la razón sin desconectar al sentimiento, quitarse de hembrismos y develar situaciones que a muchos nos convenía, aparentemente, dejar ocultas. Las preocupaciones iniciales estaban reflejadas en los primeros 21 artículos de la revista, señaladamente, según Alejandra Parra Toledo «de Alaíde Foppa, “Anatomía no es destino”; Elena Poniatowska, “Castillo en Francia”; Elena Urrutia, “Del trabajo invisible al trabajo visible”; Margo Glantz “¿Quién terminará con el fascismo amoroso”; de Simone de Beauvoir una entrevista a Jean Paul Sartre; una de Carmen Lugo a la psicoanalista Marie Langer; el artículo de Marta Lamas, “Las taquilleras del Metro ganan una batalla”» A 36 años mucho se ha avanzado, ese “feminismo” fue ganando terreno también en los hombres, se transformaron muchas relaciones de pareja, se abrieron nuevas posibilidades, se reivindicó el derecho al trabajo dignamente remunerado y en igualdad, a la participación en terrenos políticos y laborales antes exclusivos para los machos de la especie; al conocimiento del propio cuerpo sin culpas, a su disfrute, a la toma de decisiones respecto del mismo. Se han trastocado muchas cosas, el mundo no es el mismo. Pero las conquistas no han sido parejas y continuamente se cuestiona su permanencia, por eso no se puede descuidar lo ganado, no se puede dejar de avanzar, de investigar, de reflexionar, de convencer. Por eso la lucha contra las enfermedades que aparentemente son propiamente femeninas simboliza muchas cosas que no se pueden quedar en las corbatas de los conductores de noticias de la televisión, en el color temporal de los uniformes de algunos equipos de futbol, en la iluminación de edificios históricos o comerciales, en la compasión. La última edición impresa de “fem” fue en el 2005, hace 7 años, por problemas de matrocinio (es que patrocinio como que desentona), de distribución; en lo personal prefiero pensar que fue porque sus contenidos ya no cabían en sus numerosas páginas, en sus leales colaboradoras y público lector, que se filtraron en otros medios, en el surgimiento de organizaciones no gubernamentales de distinto tipo, y lo mejor, en nuestras vidas.