viernes, 14 de marzo de 2014

INERCIAS Y DEBATES

"Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?" Impertinencia significativa de un alumno a su maestro contada por el semiólogo Umberto Eco. La pregunta es válida mientras no nos quede claro para qué sirve la escuela en tiempos actuales, y quienes menos saben la respuesta parecen ser nuestros funcionarios y directivos educativos, pero la pertinaz ignorancia hace que todos dudemos y eso sí es riesgoso. El pasado 6 de marzo nuestra capital queretana fue sede regional del Foro Nacional de Consulta del Modelo Educativo, con dedicatoria al nivel medio superior, ─es decir, a los bachilleratos y preparatorias─, la participación docente fue nutrida, tanto que sobrepasó las expectativas, pero, siempre hay un pero, su dinámica siguió reflejando las malas inercias de las que necesitamos deshacernos si queremos cambiar, para bien, las cosas. Primero, los funcionarios estatales y directivos generales del subsistema de educación media superior estuvieron más interesados en su propia pasarela, en dejarse ver en los exclusivos y apartados lugares de las primeras filas del Teatro Metropolitano, que en las ponencias y propuestas presentadas, como si fueran asuntos ajenos a sus trabajos. Ojalá podamos presenciar algún evento donde estos funcionarios queden esparcidos entre el resto de los asistentes, que alcancen lugar sólo si llegan a tiempo y se tomen la molestia de escuchar lo que dicen los maestros. Segundo, el reglamento de participación y el tiempo escaso para la presentación de las ponencias ─en 5 minutos no se pueden leer 5 cuartillas─ hicieron que esta actividad fuera un atropellamiento continuo de la lógica, la coherencia y la sintaxis. No hubo la mínima posibilidad de discusión y acuerdo, sólo una simple relatoría superficial y sin posibilidad de corrección. En los asistentes quedó la sensación de que sólo sirvió para legitimar lo que un gabinete de “expertos” propondrá, para que un grupo minúsculo de funcionarios filtre lo que quiera pasar y a final de cuentas imponer. Tercero y ya lo han señalado algunos analistas del tema: “Por escuchar nuestro eco, no hemos advertido el hueco de los olvidados. No echamos de menos a esos que a diario van a una escuela o remedo de tal. Niños y niñas, ya muchos jóvenes, que son, se supone, los que importan: es su aprendizaje la preocupación expresa de todos los parlantes. Ni intención, menos creatividad para oírles, escuchar sus pareceres, atender sus relatos, el modo de ver lo que viven cada día en una mundo en que los adultos hablan, mandan, califican, proponen y examinan; descalifican, desordenan, y aplastan exigiendo respuestas y prohibiendo preguntas. ¿Hablan cuando llenan bolitas en los exámenes de reiteración múltiple? No es su voz: es la del otro ladrillo en la pared.” Manuel Gil Antón en http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2014/03/68983.php Cuarto, la presentación atropellada de las ponencias se dividió en 5 temas que pretendieron ser generales, cuando es obvio que su relación estrecha implica que los posibles consensos en uno de ellos afecta a los otros cuatro, sin embargo se hizo imposible tener una visión global e integradora. Podríamos seguir señalando las inercias, mejor veamos algunas de las propuestas. Hay que rescatar que en la SEP ya se dieron cuenta que los programas de estudio están saturados y sobrecargados, que hay que señalar y recuperar los aprendizajes imprescindibles, asegurarlos y que sirvan de plataforma para adquirir, incluso de forma autónoma y por interés propio, los siguientes. Por lo mismo, las planeaciones no debieran ser los mamotretos actuales, con dos cuartillas sería suficiente, con asegurar 2 o 3 competencias básicas y con esas avanzar en las demás que se pueda. El profesor debe tener reconocida libertad de cátedra para asegurar esos saberes imprescindibles, que su formación continua le sirva para hacer flexible el programa, la planeación y su actuar en el aula, decidiendo la mejor forma de evaluar, todo con el conocimiento detallado del contexto en que se encuentran los estudiantes y su centro educativo. Por lo pronto pasa lo que señala Feyerabend en su Filosofía Natural: “Podríamos decir que la incompetencia, ya estandarizada, se ha convertido ahora en una parte esencial de la excelencia profesional. Ya no tenemos profesionales incompetentes, tenemos incompetencia profesionalizada”. Regresemos a la pregunta inicial del estudiante impertinente a su maestro: "Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?", Umberto Eco responde: “Le estaba diciendo que la información que Internet pone a su disposición es inmensamente más amplia e incluso más profunda que aquella de la que dispone el profesor. Y omitía un punto importante: que Internet le dice "casi todo", salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información. […] Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales).” También podemos recurrir a Fernando Savater en El Valor de Educar: “Porque lo propio del hombre no es tanto el mero aprender como el aprender de otros hombres, ser enseñado por ellos. Nuestro maestro no es el mundo, las cosas, los sucesos naturales, ni siquiera ese conjunto de técnicas y rituales que llamamos «cultura» sino la vinculación intersubjetiva con otras conciencias […] Por decirlo de una vez: el hecho de enseñar a nuestros semejantes y aprender de nuestros semejantes es más importante para el establecimiento de nuestra humanidad que cualquiera de los conocimientos concretos que así se perpetúan y transmiten.” Finalmente rescatar un dato terrible por su significado, en donde hubo coincidencia, y una propuesta del experimentado Edmundo González Llaca: “El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) coinciden en los resultados de sus encuestas en los diversos niveles educativos: existe un rechazo masivo a la escuela. La estadística es dramática, menos del diez por ciento de los alumnos estudia por gusto. El reto es que la escuela deje de ser un espacio de tortura y mortificación y se convierta en un lugar de renacimiento; una sucesión permanente de instantes que despierten con alegría todas las potencias del alumno. Una educación que postula la dignidad y seriedad del humor, para que los alumnos dejen de ser estalactitas sentadas y regrese el movimiento a su rostro y a su cuerpo; para que los maestros desistan en representar el papel, solemne y taciturno, de quien narra un inacabable y triste cuento de navidad.” La letra con HUMOR entra. Ed. Trillas.