sábado, 15 de mayo de 2010

PROFESORES Y EDUCACIÓN

Seguramente no es políticamente correcto decirlo, menos de forma brusca y sin grandes rodeos, sin matices, sin dorarle la píldora a propios y ajenos. Son de las cosas que no se quieren admitir y las razones son muchas: tenemos uno de los sistemas educativos más malos del mundo. No siempre fue así y también podemos hablar de algunas excepciones, pero hay que decirlo claramente porque no se puede ni se debe ocultar, porque las pruebas son muchas, nada menos que todos y cada uno de los niños y jóvenes que han padecido las mañas, las simulaciones, los dobles discursos, las prácticas dentro del salón de clase que son todo menos facilitadoras del aprendizaje.
No lo afirmo desde la teoría, ni desde el gabinete del investigador objetivo y desapasionado. Lo digo desde la práctica cotidiana, desde la reflexión anclada en una necesaria subjetividad, desde ese salón de clases que es mucho más que un espacio de paredes y ventanas más o menos equipado para hacer lo que se supone que se tiene que hacer, despertar o desarrollar esa capacidad de asombro, esa curiosidad por conocerse y descifrar la vida propia y la de los demás, el aprender a utilizar todos los productos que ha creado la humanidad para ser cada vez mejores seres humanos.
Parece que no hay dudas al respecto de asuntos básicos, el aprendizaje humano es un producto social, para aprender requerimos de los otros; que jugando, experimentando, relacionándonos, comunicándonos, hacemos uso de habilidades y conocimientos que desarrollan nuestro cuerpo y cerebro, que necesitamos de otros humanos que son iguales a nosotros y que a la vez saben más, que la afectividad no puede estar fuera de esta relación aprendizaje-enseñanza; que nos fijamos en lo que hacen, creen y dicen los otros para elegir nuestros modelos de comportamiento.
Sabemos más de cómo funciona el cerebro, pero los avances respecto de cómo aprendemos no son igual de espectaculares, de lo que no hay duda es que cualquier cambio en la práctica educativa tiene que ser acompañada por los profesores, que ellos tienen que estar convencidos de la importancia de su labor, que recuerden que deben estar más allá del simple interés monetario y que recuperen su creatividad, que no dejen morir ese impulso vital que los llevó a la docencia, que no se “acostumbren” y sigan sintiendo esa preocupación y nerviosismo cada vez que se encuentran frente o al lado de un grupo de niños y jóvenes que quedan bajo su influencia durante parte de su vida diaria.
No podemos hablar de educación sin referirnos al contexto en que se desarrolla. Ya no estamos en esas épocas donde se consideraba a la docencia como un apostolado, como esa actitud de vencer las resistencias que hicieran falta en aras del desarrollo de los estudiantes, de sus familias, de sus comunidades. Ahora se le considera una profesión más, quizás de las menos prestigiosas porque los practicantes de la docencia están ausentes de los centros de decisión y discusión de los grandes temas sociales y culturales. Ser profesor en cualquiera de los niveles educativos no se considera currículo suficiente para participar en un panel de especialistas, para dar alguna conferencia, para ostentar un punto de vista válido desde la experiencia y la formación propia; mejor se echa mano de lo que ha aprendido fuera del aula que en la interacción constante, conflictiva, angustiante y a la vez enriquecedora con sus alumnos. Vale más por los títulos personales que ostente, las licenciaturas, diplomados, maestrías y doctorados aunque sean de poca calidad y, lo más importante, aunque no cambien en nada su práctica en el aula, no importa que sus alumnos no aprendan, que terminen odiando la materia que imparte, que se sientan incomprendidos y hasta agredidos. Cuenta la asistencia a cursos aburridos, impartidos por personas mal preparadas pero que necesitan aparecer como instructores para justificar el puesto, el salario más alto; cuenta el apego a sistemas de calidad que sólo se siguen en el papel porque no son adecuados para la actividad educativa, cuentan los títulos, los papeles, los sellos, los puntos.
El profesor actual se encuentra atado a intereses de los que no se quiere dar cuenta, se ha vuelto acrítico, siempre pendiente de la manera de cachar algún bono, de aprovechar los permisos con goce de sueldo para ampliar los días no laborables haciendo más grandes los “puentes”, de checar tarjeta o firmar la lista de asistencia en el límite de la tolerancia para que no le descuenten de su sueldo, de entrar al aula después de hacer un largo periplo por toda la escuela para “quemar” el tiempo efectivo de clase. Se le ha restado vocación a golpe de comidas, ceremonias y rifas con motivo del día del maestro, también con procesos viciados que premian su conformismo e ignoran su compromiso y sus resultados, ni qué decir de los escalafones amañados, de las prestaciones selectivas para los incondicionales, de la vida sindical antidemocrática, de la falta de solidaridad que no es lo mismo que las complicidades.
Cuando las autoridades, que frecuentemente desconocen lo elemental del proceso educativo, hablan de que una de sus prioridades es la educación, sólo utilizan el discurso para justificar cambios que beneficien a sus cuates, a sus parientes, a pagar cuotas políticas internas de su partido, compromisos con personajes siniestros que sólo van a medrar de un presupuesto que siempre resulta insuficiente.
No nos referimos sólo a la educación pública, las críticas también abarcan a la privada, apenas a fines del mes pasado la cabeza de la Compañía de Jesús afirmaba, según las notas periodísticas, que: “frente a un mundo donde abunda la información, prevalece una creciente superficialidad que propicia generaciones de jóvenes menos preparados para la vida académica y sin una visión crítica de la realidad”. Adolfo Nicolás Pachón, con toda la experiencia que da el dirigir una organización con cientos de escuelas en todos los niveles, consideradas algunas como de alto prestigio académico, y además con una larga carrera académica en un país como Japón, que se percibe como ejemplo en productividad, nos ofrece algunas conclusiones precisas y que no requieren de mayor explicación, por ejemplo cuando afirma que vivimos un modelo social en donde: “El ciudadano común no se hace preguntas ni se cuestiona”.
Mientras los profesores y profesoras no cuestionemos nuestras prácticas cotidianas, nuestros resultados reales con los estudiantes, mientras sigamos negando lo evidente, las cosas no van a cambiar, por muchas maestrías, doctorados, cursos y diplomados amarrados a sistemas de puntos que no sirven para lo que deben servir: tener una mejor educación.
Afortunadamente, en este caso, no solo se aprende en la escuela, existen organizaciones sociales comprometidas con causas que nos conciernen a todos y que buscan ampliar los márgenes de respeto, tolerancia y convivencia, como las que convocan a eventos en contra de la homofobia este sábado 15 de mayo desde las 11 horas en la Plaza Constitución con una marcha a las 18:00 horas del mismo día y partiendo del mismo lugar.

lunes, 10 de mayo de 2010

¡MADRES!

El tema se impone y la reflexión también, pero que sea una reflexión adecuada a los tiempos que vivimos, porque ya no celebramos el modelo de maternidad que inculcara el cine mexicano en su etapa dorada, de esa madre abnegada, prácticamente inútil, completamente dependiente del macho y víctima de hijos calaveras e hijas que terminaban, o empezaban, siendo atraídas por novios cincuentones más interesados en la fortuna familiar que en el amor. Ese modelo perfectamente actuado por la inolvidable Sara García, la madre que todo lo sufre y todo lo perdona, que ignora a los hijos fieles a la familia y se empeña en salvar o “recuperar” a los desagradecidos con el consiguiente despedazamiento del núcleo familiar que sólo en las películas tiene un final que supuestamente debe ser feliz, pero que en la realidad resulta en una desgracia tras otra; y es que la maternidad se vivía como una obligación, no como una opción, como comenzó a ocurrir hace 50 años con el descubrimiento de la píldora anticonceptiva.
No hay una persona igual a otra ni una madre igual a otra, pero sí existen modelos de lo que algunos pretenden que sea la maternidad, habrá que preguntarse si ese sacrificio generacional de millones de mujeres que vieron coartado su desarrollo educativo y profesional, porque su misión era quedarse en casa haciéndola de enfermera, cocinera, niñera, lavadora, planchadora y ese largo etcétera que cansa con solo hacer el recuento de esos trabajos, no considerados como tales y por tanto no recompensados, valió la pena.
Pero que reproducían, las mismas mujeres en su papel de madres, esas formas de pensar y actuar machistas, ese ponerse al cuello la soga de la servidumbre eterna. Esa “educación sentimental” que dijeran algunos autores, basada en el chantaje (si me sube la presión es por las preocupaciones que me das), en la culpa (aunque seas muy malo yo te tengo que querer porque soy tu madre), porque a principios del siglo XX el psicoanálisis descubre que hay madres castrantes desde el punto de vista emocional, destructoras de la autoestima, con evidentes favoritismos hacia unos de sus hijos y repulsión mal disfrazada hacia otros. Si Agustín Yañez hablaba del “pueblo chico” que en realidad era un “infierno grande”, habría que dejar de ser tan complacientes y cuestionar también esas maternidades que se imponen desde las ideologías, de las maternidades que requieren los sistemas económicos depredadores y productores de desigualdad.
Con todo y los activos movimientos feministas de la década de los 70 del siglo pasado, no se habla de una maternidad activa o participativa, se habla de hombres que comparten algunas tareas domésticas, porque quieren, porque son consientes, tan sigue sin ser un comportamiento ampliamente aceptado que se les tacha de mandilones o que lo tienen que hacer porque la esposa o concubina es la que tiene un trabajo e ingreso fijos y tiene que “sacrificarse” trabajando, mientras él se queda a cargo de las tareas domésticas y se gana, injustamente, el título de mantenido.
¿Qué maternidad estaremos viviendo? Las cifras de embarazos en menores de edad son alarmantes no sólo por su número, sino porque no están preparadas para ser madres, ni biológica, ni emocionalmente. Son apenas niñas que sin salir plenamente de su infancia ya están haciendo niños, como respuesta a familias con modelos paternales y maternales que les niegan un desarrollo pleno y equilibrado.
Y eso que no estamos considerando a las niñas y adolescentes que tienen que ejercer la maternidad sin ser madres, porque se ocupan de sus hermanos mayores y menores, porque se les dejó la pesada e injusta responsabilidad de la atención, educación, alimentación y sobrevivencia de familias mochas y en situaciones de precariedad, al grado de que tienen que posponer, a veces por toda la vida, su propio desarrollo en etapas de la vida que no se pueden dar el lujo de vivir.
Como sea, el ser madre no es una relación unidireccional, alrededor hay muchas personas con lazos sanguíneos que resentirán cualquier favoritismo, cualquier mala decisión, cualquier desprecio o maltrato. De allí las cifras de maltrato intrafamiliar, de violencia en el noviazgo, de mujeres que viven su feminidad y maternidad como una predestinación biológica contra la que no hay nada qué hacer.
¿Qué pasa con esas mujeres que no tuvieron la oportunidad de ser madres? Las que por las circunstancias emocionales, biológicas o cualquier otra no pudieron serlo, o las que haciendo uso de una opción de proyecto de vida renunciaron a serlo pero sin perder, en ninguno de esos casos, la capacidad de volcar su afectividad en los demás. Esas mujeres que no pueden o no quieren ser madres no por eso dejan de ser miembros activos, pensantes y necesarios de una sociedad, no por eso son menos mujeres.
En fin, hay países que cuidan a toda su población, incluidas las mujeres gestantes, que garantizan una atención adecuada, que les dan hasta más de un año con goce de sueldo para que se ocupen de sus hijos en esa etapa importante de la vida, en otros no, en otros la precariedad convierte la maternidad en situación de alto riesgo y hay quien muere dando la vida.
¿De qué maternidad estamos hablando y a qué intereses está sirviendo?

domingo, 9 de mayo de 2010

PRENSA Y LIBERTAD

En la vorágine festiva del mes de mayo se están perdiendo eventos cuya importancia es cada vez mayor por los efectos que tienen sobre nuestras vidas. Sin ir más lejos, la semana pasada se conmemoró el Día Internacional de la Libertad de Prensa, desde un día antes, la Comisión Nacional de Derechos Humanos de nuestro país presentó un primer diagnóstico poco halagüeño, más bien escalofriante, en un comunicado dado a conocer y que poco trascendió, se señaló textualmente que: "Los ataques contra periodistas en nuestro país han hecho que los recientes años sean negros para ellos. No debemos permitir que trabajen bajo la amenaza de la violencia y de las balas… debemos mantener una actitud de rechazo a la violencia y de exigencia para evitar que el periodismo se convierta en el oficio más peligroso… de 1999 a la fecha se han radicado en la CNDH 594 expedientes de queja por agravios a periodistas… tiene registradas 10 desapariciones de periodistas… De 2000 a la fecha se tienen registrados 61 homicidios de periodistas”.
Y es que el periodista es el encargado de recoger las voces de los ciudadanos que tienen el derecho de expresarse libremente, de dar cuenta de los sucesos más importantes, de exponer lo que está excepcional y cotidianamente bien pero también lo que se hace mal o en contra de los intereses de esos ciudadanos que son mayoría y contribuyen con su actividad, respeto y tolerancia a reforzar un tejido social que se desgarra por los malos gobiernos y la delincuencia.
En este contexto se da la emboscada a una caravana compuesta por integrantes de organizaciones no gubernamentales mexicanas y finlandesas, que acompañados de periodistas fueron cobardemente baleados por esas fuerzas paramilitares que controlan buena parte del sur del territorio nacional. Si en el centro y norte ya estaban las cosas más que calientitas, y como muestra macabra allí está la cuota de asesinatos diarios en diferentes estados y el terror que paraliza ciudades y provoca estampidas humanas en lugares de supuesto esparcimiento, ahora resulta que en lugares como Oaxaca y muchos otros de nuestro diverso y caluroso sur, operan grupos paramilitares patrocinados, protegidos y armados por caciques, presidentes municipales, líderes religiosos y empresas trasnacionales, allí tampoco opera la ley, allí la impunidad y la corrupción también son moneda corriente y la vida no vale nada. Lamentable y dolorosa la muerte de Beatriz Alberta Cariño Trujillo, que en el primer apellido llevaba la dedicación por su pueblo, por una vida mejor, digna por lo menos; también la del activista finlandés que obliga a los gobiernos europeos a reaccionar con indignación y con enojo, para que luego el señor que cobra como presidente de este país diga que los medios son los que hablan mal de México, como si no pasara nada malo.
Otra perla de nuestro surrealismo y de esas fiestas que se transforman en tragedias, en el espacio temporal de esta semana que pasó, la ciudadana Sara López González recibió el premio “Don Sergio Méndez Arceo” que otorga la fundación del mismo nombre para reconocer a quienes se hayan destacado por su valor en la defensa y promoción de los derechos humanos en nuestro país, nada más que esta ilustre mexicana se encuentra presa en el penal de Kobén en Campeche por luchar contra los cobros desproporcionados de la Comisión Federal de Electricidad, esta notable mujer es miembro del Movimiento de resistencia contra las altas tarifas de la energía eléctrica de Candelaria, Campeche. Según las crónicas periodísticas: “En noviembre de 2008 Sara López, Joaquín Aguilar y Guadalupe Borja fueron acusados por la CFE de privación ilegal de la libertad de un funcionario público e impedimento para la realización de un servicio público, cuando en realidad el funcionario les acompañó a supervisar la reconexión del servicio... Dicho movimiento agrupa a más de tres mil personas de 30 comunidades de la región y es parte de un movimiento nacional contra las altas tarifas de energía. Su exigencia ha sido el que se acaben los abusos que representan los cobros excesivos de la energía eléctrica, el establecimiento de una tarifa justa adecuada al nivel adquisitivo de la población de la región y el mejoramiento del servicio de energía eléctrica por el que los ciudadanos pagan a la paraestatal. La prestigiada organización Amnistía Internacional los declaró presos de conciencia el pasado 4 de marzo y acusó a las autoridades mexicanas de utilizar indebidamente el sistema de justicia para detener a estos líderes comunitarios”. Sin necesidad de jugar al adivino, en textos anteriores nos referíamos a los efectos del proceso de empobrecimiento de gruesas capas de nuestra población, que estaban haciendo que no pudieran tener acceso a los servicios públicos indispensables para diferenciar nuestro modo de vivir al de los animales, también, que nuestro gobierno federal prefería castigar penalmente la protesta social antes que ofrecer soluciones viables y dignas.
Otra vez nuestro desaseado e injusto sistema de justicia puesto en entredicho, con datos duros, no con chismes o rumores malintencionados. Igual que con el caso de las indígenas queretanas que por fin salieron libres, igual que con los padres de los niños de la guardería ABC, igual que en el caso de los ejecutados en un retén de Tamaulipas o de los estudiantes del Tec de Monterrey. Parece que las autoridades recibieron la orden de justificar lo injustificable y terminaron exhibiéndose más de lo que ya estaban.
De las demandas de los trabajadores el primero de mayo, de los ciudadanos que claman por un país seguro, sin corrupción ni impunidad; de la actitud digna y participativa de nuestros paisanos que están más allá de nuestra frontera norte y sus protestas contra mantenerlos en la ilegalidad, contra la discriminación, contra el racismo; de todo esto y más nos enteramos por los periodistas y los medios para los que trabajan y que saben que hay que proteger y ejercer la libertad de prensa, que los lectores, radioescuchas, televidentes, usuarios de internet tienen el derecho a estar bien informados para que puedan sustentar sus decisiones cotidianas y saber que vivir tiene algún sentido y vale la pena.
La esperanza es que la prensa y el periodismo queretanos estén a la altura de las circunstancias, que sepan que informar con la verdad, investigar con independencia, son exigencias actuales que hay que satisfacer, y si no, que la ciudadanía se los demande.