viernes, 5 de febrero de 2016

TA TA TIU, TA TA TIU

Siquiera el memorable “Beto el boticario” era tan chusco que resultaba gracioso — la hora chimengüenchona https://www.youtube.com/watch?v=KjeK26bXZP8—. Con sus fingidas torpezas, ponía el descubierto los trucos con que los magos serios y solemnes nos sorprendían. Nos descubría que la magia estaba al alcance casi de cualquiera, que solo se jugaba con los límites de nuestros sentidos y lo ilimitado de nuestra ignorancia y credulidad. Dejemos de lado la “magia blanca” a la que le cantaban los hermanos Carrión —https://www.youtube.com/watch?v=XuXyjuSVyi8—, esa que lograba hechizar a los enamorados; tampoco cabe aquí la magia negra, esa que busca aliarse a las fuerzas del mal para hacer daño. En este país hay algo peor, la magia chafa de nuestra clase política. En el texto publicado la semana pasada en este semanario, advertíamos que a nuestro secretario de educación se le habían acabado los trucos, que el dúo poco dinámico de la SEP-INEE ya no atinaba una. Bueno, pues esa percepción se incrementó a últimas fechas, a la posposición de la evaluación para la permanencia que se aplicaría a otros 200 mil profesores de educación básica y media superior — de febrero a noviembre de este año—, le siguió la declaración de la jefa del INEE de que no se podría aplicar la prueba PLANEA, programada para marzo-abril de este año, a los estudiantes de sexto de primaria y tercero de secundaria, que tiene como finalidad saber en qué condiciones egresan de cada uno de esos niveles educativos, argumentando problemas de recortes presupuestales y técnicos —hasta ahora sabemos que la plataforma de la SEP para realizar las evaluaciones en línea, no soporta más de 35 mil computadoras conectadas simultáneamente—, además de que se reconocía, sin detallarlos, los fallos en el diseño de los reactivos aplicados, a la de a fuerzas, a los 150 mil docentes evaluados en situaciones poco favorables. A esa mágica “desaparición” correspondió la “aparición” de PLANEA hecha por la SEP que dijo algo así: no es que no se vaya aplicar, es que este año no va a ser externa, con lo que nos ahorramos 200 millones de pesos, sino que será interna, aplicada por los propios profesores en sus escuelas. Ni qué decir que organizaciones como empresarios primero, perdón, Mexicanos Primero, respondieron con iracundia publicando desplegados a plana completa en los diferentes medios de comunicación impresa, además de la correspondiente ofensiva en los medios electrónicos, lo que reveló que ellos tuvieron acceso a esa información antes que cualquiera. A esto hay que sumarle que en las declaraciones desde el INEE se mencionaba, como de pasadita, que las evaluaciones para la permanencia, que ahora son anuales, apenas se alcanzaría a evaluar a 100 mil docentes, lo que eleva el tiempo para una evaluación de la totalidad de la planta magisterial, que aquí habíamos calculado en 7 años, a 13. Todo un fiasco para los supuestos fines de la rimbombante reforma educativa. Mientras esto pasaba, nuestro flamante secretario de educación, estaba comiendo tamales en un hospital infantil en representación presidencial. Tantito antes, ya había provocado el enojo de los maestros cuando puso como ejemplo a una escuela particular, de lo que quería fuera el sistema educativo nacional. Claro, con alumnos que comen diario y bien; con familias con poder adquisitivo muy por encima del promedio, cualquiera logra resultados en aprendizaje por encima de lo esperado. Hay otro plazo que está por cumplirse, a ver si lo logran porque les urge atinar en algo, en esta semana que transcurre tienen que dar a conocer los resultados de la evaluación docente aplicada entre octubre y diciembre del año pasado, que consistió en 4 etapas, culminando con los exámenes masivos en el centro de congresos, con varias horas de duración, y los correspondientes incentivos prometidos aunque nunca definidos con precisión, a ver si no quedan en simples promesas o anuncian otra posposición. Lo que está quedando claro es que, con el pretexto de elevar la calidad de la educación, que buena falta hace, se destruyeron los derechos laborales de cientos de miles de profesores, parece que toda la intención era esa, ahorrarse unos centavos sin percatarse de que se perdía tiempo que no tiene equivalencia monetaria. Se tiene ahora, una masa docente muy enojada, ninguneada, ignorada, que será la encargada de implementar los cambios dentro del aula y en contacto directo con los estudiantes, y ese mal clima no se cambia fácilmente, ni por la fuerza. No hay de otra, si queremos que los resultados cambien hay que hacer las cosas de manera diferente, es una terquedad suicida esperar cambios haciendo lo mismo de siempre, pero como dice el clásico, hay que estar alertas, porque la reversa también es un cambio.