sábado, 31 de octubre de 2009

CONTRA LOS INDOLENTES

El poder ha cambiado de manos pero no de horizonte. Los partidos han pasado de la oposición al gobierno y del gobierno a la oposición sin que haya aparecido una idea distinta de lo político. Esa noción hermana a los partidos que han ocupado la presidencia en las últimas décadas. El nuevo partido gobernante ha resultado el mejor discípulo de su antecesor, mientras los priistas mantienen fidelidad por sí mismos. Ambos rinden culto a la tradición. Su imaginación es presa de sus lealtades y de sus temores. Se aferran a la herencia como si no hubiera opción, como si cualquier innovación fuera un precipicio. La democracia es el gobierno de los vivos, dijo Thomas Paine. La nuestra no es el reino de la vida, sino el imperio de los indolentes. Jesús Silva-Herzog Márquez. 23 de Octubre 2009.

A pesar de los pesares, con todo y que la política a la mexicana está desprestigiada porque pasan cosas que no deben suceder y no pasa nada, parece que no hay otro camino. Estas sociedades masivas por su tamaño, por su número, por los recursos que consumen y por las necesidades que deben satisfacer requieren de invenciones humanas que la vuelvan gobernable.
Se supone que la política debe cumplir con esa misión, pero como dirían los gurús de la calidad, el saber qué hacer implica saber a donde se quiere llegar, tener esa visión, un proyecto de país que sea incluyente, igualitario, que dé las mismas oportunidades y acceso a sistemas eficaces de salud, educación, vivienda y garantizando el acceso a todos los servicios públicos que Usted ya conoce.
Pero este país hace buen rato que navega sin rumbo que lo guíe, se está a merced de los vientos y de los sabotajes internos, de esos que les conviene que no se llegue a ninguna parte porque de llegar a algún puerto los meterían a la cárcel por andar de polizontes o traficando con mercancías prohibidas.
Mejor dejemos las metáforas marinas, total, Querétaro no tiene acceso al mar y sus cuerpos de agua son ínfimos y están gravemente contaminados.
Bueno, pues la política mexicana no está funcionando, al momento de escribir este texto no hay una definición total, ya sabemos que se incrementa la carga impositiva a cigarros, cerveza y sorteos, pero del resto de los impuestos no hay acuerdo, ni el PRI, ni el PAN ni el gobierno calderonista quieren asumir el costo político de votar a favor de incrementos en los impuestos porque todos sabemos que las propuestas de nuestro rozagante secretario de hacienda van en contra de la lógica y de las teorías económicas modernas; que van a provocar más desigualdad y pobreza, más desempleo y desesperación.
El salario miserable ya no alcanza para el transporte de los niños y jóvenes a la escuela, las deserciones por motivos económicos se incrementan, la solución no es más subsidios disfrazados de becas, sí lo es más empleos, salarios dignos, vida de calidad.
Pero como lo advierte Silva-Herzog, la política mexicana es la de la inmovilidad, la de no tocar intereses poderosos, la de beneficiar a unos a costa de todos. Hay temor y falta de audacia para hacer algo diferente por motivos diferentes.
Ese pasmo no sólo es típico de la administración federal, ya permeó los gobiernos estatales y municipales, donde hay alternancia en algunos nombres, en el color de las patrullas y del equipamiento público, pero faltan las ideas nuevas, las acciones audaces, que se note que estamos vivos.
El “imperio de los indolentes” ya no nos sirve a los ciudadanos. Allí están como muestra los miles de correos electrónicos protestando contra el incremento de esos impuestos, las convocatorias a organizarse, a no dejar pasar sin costo político esas decisiones que nos lastiman y protegen privilegios, la amenaza cierta y válida de ejercer el poder del voto las veces que sean necesarias, hasta que la clase política entienda que no tiene seguro el futuro. Pero la simple protesta y el desquite no es suficiente, hay que producir acuerdos, de esos que huelen a futuro, de esos que nos movilizan para lograr algo: un mejor país, más igualitario, para vivirlo y disfrutarlo todos.
Y es que no hay vergüenza ni decencia ni sanciones. Cualquier gobernante con algo de ética renunciaría si le dijeran que todos los indicadores apuntan a que su forma de gobernar ha producido más pobreza, más desempleo y peores condiciones de vida para sus gobernados, pero aquí no, aquí buscan a quien echarle la culpa y siguen haciendo lo mismo.
¿Cómo está eso de que varios gobiernos municipales queretanos se encontraron con que no había dinero ni para salarios, liquidaciones y aguinaldos? ¿No hay sanciones contra esos exmunícipes, tesoreros, regidores, diputados y alta burocracia que planeó mal, que aceptó irregularidades, que gastó mal, que derrochó, que desvió presupuesto público a campañas electorales de su partido? ¿Cómo está eso de que no se terminaron las obras públicas presupuestadas y que hasta se debe dinero a proveedores? ¿A quién le importa que el Arq. Covarrubias haya dejado un caos en el acceso a Bolaños, Rancho San Antonio, El Campanario y Lomas del Marqués, o los tumbos en la construcción del centro cultural y de convenciones, o el desinflado dragón azul que terminó quemado, políticamente, con su propio fuego? ¿No hay sanciones? ¿Brincan de puestos? ¿Amenazan con regresar?
Esos poco más de mil millones de pesos que se consiguieron para poner a flote a los municipios mal administrados podrían estarse utilizando en otras cosas socialmente más productivas, no es dinero de la cartera del presidente o de su secretario de hacienda, es producto de nuestro trabajo y que se nos quita vía impuestos. No debiera ser para mantener y sacar de apuros a los indolentes. Su impunidad nos cuesta a todos.