sábado, 10 de noviembre de 2012

EDUCACIÓN GENIAL

“¿Cómo reprobar personas? Todos los niños y las niñas que asisten a una escuela regular de educación básica poseen todas las disposiciones para aprender, a menos que un diagnóstico médico diga lo contrario: ¿Cuál es la razón entonces para que un niño no aprenda? ¿Quién es el responsable por ello?” Julio César Gómez en el texto llamado: Acuerdo 648: fin de la reprobación. En Educación 2001, septiembre 2012. Otros temas le habían quitado oportunidad al acuerdo de la SEP respecto del cambio en la forma de evaluación en la educación básica, que abarca de preescolar hasta secundaria. Ese Acuerdo 648 cuyo propósito es evitar la reprobación como una medida para acabar con la deserción escolar, así lo dijo y lo reportó el diario La Jornada el 21 de agosto de este año, el secretario respectivo en funciones: “los países más desarrollados como Estados Unidos, Finlandia, Suecia y Noruega, no reprueban a los alumnos para abatir la deserción”. Quizás lo que habría que reprochar, en primer lugar, es que se mezclen sistemas educativos tan distintos y con resultados tan divergentes; nuestros vecinos del norte no dan pie con bola mientras que Noruega y Finlandia están en la cima de los resultados de pruebas tan reputadas como PISA. Pero dejemos los detalles, la nueva forma de evaluar para saber si un estudiante acredita un curso se alarga a cada 3 años, aunque se argumenta que en realidad, con el nuevo modelo educativo, la evaluación es constante y el acompañamiento permanente. Ojalá la teoría y la práctica se alinearan tan dócilmente. Aunque la preocupación aumenta después de conocer los resultados de la evaluación universal a los docentes de educación básica, que acabó siendo voluntaria, que indica que el 38 por ciento de los profesores queretanos necesitan de un curso inmediato de capacitación, según la nota de Gamaliel Contreras en Libertad de Palabra del 24 de agosto, porque su desempeño es considerado como insuficiente para estar frente a un grupo de escolapios. Ni qué decir que la prueba fue duramente cuestionada por varios frentes, especialistas como Eduardo Andere del ITAM se refirió a ella de esta forma: “decir que esta política educativa pretende mejorar la educación en México es una afirmación que pertenece al terreno exclusivo de la retórica”, como reseñó Héctor Rojas de La Jornada. De cualquier manera los datos arrojados son preocupantes, en el país y en el estado. ¿Cómo se implementa una reforma educativa cuando casi la mitad de los docentes ni siquiera están capacitados para estar frente a grupo? Al menos se reconoce que no tienen los conocimientos disciplinares y mucho menos pedagógicos para asegurar, guiar o acompañar, el aprendizaje de los alumnos puestos bajo su cuidado y responsabilidad. Ya que mencionamos al especialista Eduardo Andere, que ha tenido la voluntad y los recursos para viajar y analizar los sistemas educativos mejor posicionados internacionalmente, ha llegado a la siguiente conclusión: “No importa el método o la teoría pedagógica, no importa el enfoque o la técnica de instrucción, lo que importa es el maestro. Claro, importan más los padres de familia y la interacción con los adultos, pero dentro de los factores asociados al éxito o fracaso educativo, el maestro es primero y luego el director, ya que son los que más importan […] En el siglo XXI ser buen docente no es suficiente, es preciso ser excelso […] importa la capacidad de liderazgo del maestro para entender y adaptarse, para motivar y encauzar. Pero cada alumno, es como el agua, y toma la forma del contenedor, y cada contenedor debe ser distinto. Ahí radica la genialidad del maestro: en detectar qué tipo de cauce necesita cada alumno, según el contexto y la situación. Y como las huellas digitales, cada uno será distinto” ─Pedagogía (a)pedagógica y los maestros del siglo XXI, en Educación 2001, junio 2012─. Desgraciadamente, el sistema educativo mexicano está lleno de trampas que bloquean el trabajo de ese tipo de docentes, los programas de estímulo a su desempeño consideran todo menos los aprendizajes de los estudiantes; la meritocracia atenta contra el liderazgo, la soberbia contra la motivación, la mala dirección ahoga la genialidad, la excesiva reglamentación fomenta la uniformidad y atenta contra la diversidad. Para terminar, los discursos oficiales, que dicen tener en alta estima a la educación, finalmente la desdeñan, como sucede en Querétaro y en casi todos los estados del país.