viernes, 14 de febrero de 2014

EDUCACIÓN Y LAS MENTIRAS VERDADERAS

Ya se volvió lugar común afirmar que nuestro sistema educativo privilegia la memorización sobre la capacidad de aplicar los conocimientos; de tanto repetirlo todos lo damos por cierto, y no es cierto. Cualquiera con un poco de sensibilidad y conocimiento de la didáctica y pedagogía, que trabaje frente a grupo y no detrás de un escritorio, puede darse cuenta que nuestros estudiantes no son capaces de aplicar lo que saben por la simple y sencilla razón de que no saben. ¿Cómo se quiere que aprendan a aplicar algo que no conocen? Lo anterior es producto de dos cosas que se han combinado, la primera, en tiempo, fue la masificación de la educación. Nuestro país, ante el fuerte incremento poblacional de la segunda mitad del siglo veinte, privilegió incrementar la cobertura y de un día para otro contrató una gran cantidad de profesionistas ─que no profesionales─, que quizás sabían del contenido de lo que habían estudiado en las universidades o institutos tecnológicos, pero que no tenían, y muchos siguen sin tenerla, la menor idea sobre didáctica y pedagogía. De cualquier forma, como se hacen muchas cosas en este país, se les habilitó como maestros frente a grupo. Algunos han ido aprendiendo reflexionando sobre su experiencia, otros se han limitado a “administrar” planes de estudio diseñados desde las buenas intenciones y el desconocimiento del estado real de nuestros niños y jóvenes. Pero dijimos que eran dos cosas, la segunda tiene que ver con el acceso cada vez más generalizado a fuentes de información fuera del ambiente escolar. Esa revolución científica y tecnológica ha propiciado que los estudiantes sean simples buscadores de información, mal procesada y nada jerarquizada, con la que pueden simular que saben y pueden hacer tareas sin comprender en absoluto lo que están haciendo, escribiendo y presentando; todo se reduce a mal copiar y mal pegar. Antes de que se inventara un sistema de escritura lo suficientemente simple para ser masificado, según enseña la historia, nuestros antepasados eran capaces de memorizar gran cantidad de información que circulaba de forma oral, así nacieron grandes civilizaciones que nos siguen asombrando. Por ejemplo, los vedas tenían la necesidad de conservar y transmitir sus tradiciones y costumbres oralmente; sus dos grandes obras el Mahabharata y el Ramayana resaltan por su complejidad y extensión, tan solo la primera «no consta de menos de 215 000 versos» (http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/fondo2000/vol1/codigo-de-manu/html/12.html) y dado que el sánscrito no estaba al alcance de cualquiera, de hecho según la infaltable wikipedia, «la mayoría de los textos sánscritos que se conservaron hasta la actualidad fueron transmitidos oralmente (con métrica y ritmo nemotécnicos) durante varios siglos, hasta que fueron escritos en la India medieval». La Biblia es otro ejemplo claro, todavía hay quien se atreve a memorizar versículos y capítulos completos, lo siguiente es aplicar lo que se sabe. Pero, ¿si ni siquiera se sabe? En su momento la escritura también fue considerada como un problema, en el Fedro de Platón, se recuerda el mito de su invención y sus posibles efectos, quien tenga curiosidad puede recurrir al texto del filósofo griego (http://www.filosofia.org/cla/pla/azc02261.htm) o a una de las explicaciones más detalladas del mismo: «Teuth (nombre egipcio del dios Thoth) es el dios egipcio de las cosas ocultas: la magia, la astrología, las matemáticas, la medicina, los juegos de azar y la escritura. Cuenta el mito que Teuth acudió al rey de Egipto Thamus para mostrarle sus artes y explicarle porqué creía necesario que fueran propagadas entre los egipcios. Frente al entusiasmo de Teuth que describió a la escritura como un pharmakon (remedio) para la memoria deficiente y la sabiduría limitada, el rey Thamus la definió, como un pharmakon, como un “remedio” que envenena la memoria al reemplazar el proceso vivo e inmediato de la memoria auténtica. La escritura, ─le explicó el rey al dios─ haría a los hombres perezosos porque ya no se preocuparían por su capacidad interna para recordar, sino que se apoyarían en lo escrito. La escritura sería un pharmakon para la rememoriación, más no para la memoria auténtica. Impediría a los hombres distinguir entre lo verdadero y lo falso, y les haría arrogantes pero no sabios.» Breve introducción al pensamiento de Derrida por Zenia Yébenes, Universidad Autónoma Metropolitana, Biblioteca Básica. La memorización no es mala y la hemos satanizado. La situación es a tal punto grave que si tomamos los libros de texto y las libretas de apuntes de nuestros estudiantes y los tiramos a la basura, vamos a encontrar que en su cerebro quedó… nada. Tampoco son capaces de hacer una búsqueda eficiente en internet, no utilizan los buscadores porque no saben qué buscar cuando se les deja investigar y estudiar cualquier cosa, no pueden diferenciar una fuente de información confiable de otra que publica pura basura, es más, pocos son los que leen lo que seleccionan, copian y pegan; menos son los que lo comprenden, lo pueden relacionar con su vida cotidiana ─porque el proceso no es automático, como se suele creer─ o lo visto en clase. Para colmo, las evaluaciones estandarizadas tienden a reforzar las desigualdades, entre individuos, entre grupos, entre escuelas; porque es injusto y poco realista medir y tratar igual a desiguales.