viernes, 15 de noviembre de 2013

HAY SOLUCIÓN

“Los que vivimos fuera de Tamaulipas o Michoacán nos consolamos con la idea de que en nuestra ciudad las cosas no han llegado ni llegarán a ese punto. Los que están en Morelia se compadecen de los de Apatzingán, y los de Apatzingán de los de alguna comunidad de Aquila que es literalmente propiedad del narco. El problema es que el día menos pensado en nuestra ciudad comienza a suceder lo que se padece en Morelia, y en Morelia aparecen los primeros signos de lo que antes sólo se veía en Apatzingán. De esa manera escala el problema hasta que nos cambia la vida…” Carlos Zepeda Patterson, diario El Universal del 13 de noviembre del 2013. Por eso no conviene regodearse presumiendo la paz y seguridad que se tiene, mientras en toda nuestra geografía y en el tejido social que nos queda no se ataque donde más le duele a la corrupción y a la impunidad, corremos el riesgo de presumir lo que en algún momento seguramente daremos por perdido. ¿Cuándo habíamos visto que Querétaro saltara a las páginas internacionales de los medios por un avión “full” de lo que sea? Y no se vale decir que todo corresponde a las autoridades federales, esa es la salida fácil. Tampoco se vale calificar de “extravío” al robo de un menor que ya se llevaban, por tren, a Veracruz, según los partes oficiales. O minimizar los casos de los desaparecidos de la sierra en su tránsito a nuestra frontera norte, o del comerciante cuya familia no cesa en exigir una investigación seria. La corrupción no se detiene con retenes carreteros, tampoco “sellando” las fronteras de un estado por cuyas autopistas, cielos y vías férreas pasan, diario, millones de toneladas de productos y miles de vehículos con todo tipo de personas. La corrupción se salta todos los controles y agujera los más disímiles “blindajes”. Lo saben en Italia, en Colombia y en todos los países que han visto cómo sus instituciones son tomadas y hasta sustituidas por instancias paralelas desde donde se ejerce el poder sobre las actividades económicas, que contaminan la convivencia cotidiana y la cambian por el terror inmovilizante; que cobran, vía extorsiones, los impuestos que un estado que merezca tal nombre debe concentrar para resolver las desigualdades sociales. Sólo hay un camino para que la corrupción se convierta en endémica, la complicidad temporal o permanente, que como la serpiente que se muerde la cola, termina por acabar hasta con ella misma. A pesar de los intentos por acallar la gravedad de la situación los testimonios se filtran, los videos de ejecuciones, tiroteos en espacios públicos, secuestros, levantones, aparecen en canales de noticias de otros países y se diseminan por las redes sociales, sólo los funcionarios gubernamentales creen que no sabemos nada. “… puedo decir que el gobierno sabe de todo esto, que ellos saben estas cosas. Saben que hay mucha gente que ha sido entrenada, adiestrada y preparada por el gobierno y que ahora trabaja para el narco. El gobierno sabe lo que está pasando. La razón por la que no acaban con esto es que el sistema les conviene. Hay varias cosas que se ajustan a sus intereses. Una de ellas es que cierto porcentaje de inestabilidad les conviene porque les permite seguir robando […] El gobierno de Estados Unidos procura que su imagen esté limpia. En las garitas de la frontera hay elementos que, te lo aseguro, cobran cincuenta mil dólares por dejar pasar una Suburban cargada hasta el techo con todo lo que puedas imaginarte. Y ha habido investigaciones que han afectado a México, hay noticias internacionales que dicen que los narcos no se han infiltrado en sus instituciones. Pues sí lo han hecho, pero en Estados Unidos al menos se hace el esfuerzo de acabar con la corrupción. En México ni lo intentan. Cuando lo hacen en México es para darle ventajas a los narcos. El gobierno asigna una fuerza especial, bien adiestrada, para combatir esas mismas organizaciones del narcotráfico con que acabarán trabajando […] Esta es la lógica que debes entender” ̶ Sicario. Autobiografía de un asesino a sueldo. Editado por Molly Molloy y Charles Bowden. Grijalbo-Proceso. Septiembre 2013‒. Mientras, los ciudadanos se organizan y hacen lo que pueden, existen experiencias exitosas que se pueden aplicar aquí, hay protocolos internacionales, falta voluntad; la resignación ya no es una opción.