sábado, 14 de diciembre de 2013

PIFIAS TEXTUALES

Ya están las reformas que le urgían al neoliberalismo criollo mexicano, aunque quizás el adjetivo sea paradójico si nos referimos como criollo a quien cumple con lo especificado en el diccionario: “Dicho de una persona: Nacida en un país hispanoamericano, para resaltar que posee las cualidades estimadas como características de aquel país”. En este ambiente global el lugar de nacimiento no implica que alguien posea esas “cualidades estimadas”, más bien sería un accidente geográfico. Sin precisar la fecha exacta, pero fue a fines de la década de los ochenta del siglo pasado, el Ingeniero Heberto Castillo Martínez, quien por necesidad y virtuosa necedad se convirtió en experto en cuestiones petroleras, entre otras cosas; señalaba de la aparición de la primera generación de norteamericanos nacidos en México. Lo que quería decir era que nuestros tecnócratas, a pesar de ser mexicanos, pensaban como gringos por el hecho de haberse educado en las universidades y tecnológicos de nuestro avasallante vecino del norte. Heberto Castillo hacía notar la fuerte influencia ideológica que marcaba a esa generación, que conocía y cantaba mejor el himno y la historia oficial norteamericana, que estaba imbuida en sus particulares intereses y en su forma excluyente de ver al mundo. Era la época del thatcherismo y de los reaganomics, de los dogmas económicos creados en esa corriente, de coartada académica, llamada “la escuela de Chicago”, esa que está detrás de la privatización de todo y del “adelgazamiento” del Estado con el pretexto de que la economía se gobierna sola, con la “mano invisible” del mercado. Con el problema de que esa “mano” tiende a concentrar la riqueza social generada por el trabajo de todos en poquísimas personas y corporaciones, agravando las desigualdades sociales e incrementando la pobreza; pero eso no importa, es apenas un efecto temporal en lo que se logran nuevos equilibrios, eso dicen ellos, los ganones. ¿Cuántos de nuestros diputados y senadores son expertos en asuntos petroleros? No se nos ocurre ningún nombre, así que intentar discutir con ellos sobre el tema sería más que ocioso, el problema es que ellos son los que deciden los cambios que nos incluyen a todos, aunque no convenzan ni estemos de acuerdo. Como sea, si no hay resultados inmediatos en lo que prometieron, que bajarán los precios del gas, de las gasolinas; que los ingresos petroleros serán mucho mayores y eso redundará en un mejor poder adquisitivo, en obras públicas necesarias; que habrá una baja drástica en los niveles de pobreza, entonces tendremos un problema muy serio. Pero queríamos tratar otro tema que nos resulta más agradable, encontrar propuestas para salir de nuestro letargo educativo, hallar las formas más adecuadas para aprovechar la inteligencia y los talentos de nuestros niños y jóvenes para tener mejores ciudadanos y seres humanos. Hay aciertos y es necesario señalarlos, uno de ellos fue pedir a la Academia Mexicana de la Lengua que revisara los libros de texto gratuitos para detectar y corregir los errores ortográficos que causaron un escándalo reciente. Hay otra ventaja, los integrantes de dicha academia no se están limitando, como era la condición impuesta por las autoridades de la SEP, a la ortografía, también le están entrando a la revisión integral de la congruencia y pertinencia de los planes de estudio y otras menudencias por el estilo. Bueno, pues uno de los integrantes de tal organismo el señor Felipe Garrido, lanza la pregunta y propone una respuesta con la que estamos completamente de acuerdo: “¿Nos preocupa la educación? Tiene que preocuparnos tener espléndidos maestros, y, para mí eso incluye que los maestros sean lectores. El maestro debería ser un sabio, un lector y un productor de textos, y todo eso tiene que transmitírselo a los alumnos” ‒Urgen a formar maestros lectores, nota de Sonia del Valle en el periódico Reforma del 10 de diciembre del 2013‒. “Un maestro tiene la obligación de ser lector, no puede hacerse a un lado. Debe ser un lector de 50 o 70 libros por año, algunos relacionados con su profesión, pero otros que no tengan nada que ver con ella, sino sobre lo que está pasando en el país y el mundo; y tiene que incluir una dosis de literatura e historia […] El sistema educativo, los maestros y las escuelas han encontrado fácil delegar la lectura en los padres de familia, en los abuelos lectores, en las salas de lectura o los libro clubes, pero la necesidad de lectura de los alumnos tendría que estar satisfecha en la escuela”. Por supuesto que eso no se logra con maestros de doble plaza o con sobrecarga de horas frente a grupo, tampoco “compitiendo” por ellas a costa de despojar a otros que tienen poquitas. La lectura requiere tiempo propio, la escritura también, no pueden relegarse a los “tiempos muertos” cada vez más escasos por el contraproducente incremento en el trabajo administrativo. La reportera Sonia del Valle aporta otros elementos para contrastar lo deseable con lo que tenemos actualmente, y nos recuerda que el último informe sobre hábitos de lectura realizado por el INEE, el único, es de 2007 y revelaba que: “4 de cada 10 profesores tienen menos de 20 libros en su casa, y 6 de cada 10 afirman haber leído, cuando mucho, un par de libros por año”. Desgraciadamente no registra el número de ensayos, artículos, cuentos o textos en general producidos por los docentes, que debe ser mucho menor. Y así queremos que nuestros niños y jóvenes sepan leer, comprendan y además se expresen por escrito. Por eso Okinawa queda en Chihuahua.