viernes, 12 de octubre de 2012

DESPEDIDAS Y ARREPENTIMIENTOS

Los testimonios son escalofriantes por emotivos, porque destilan vergüenza y culpa. Toda una generación de ciudadanos que se descubren engañados y que han condenado a otra de ellas a la migración, a la pobreza, a la desesperanza. No por nada Europa hierve de indignación en manifestaciones multitudinarias. Hay que prestarles el espacio y sumar nuestra voz: “Ayer me despedí de mi hija. Emigra en busca de un futuro que no ha podido encontrar en su país y que la sociedad, o sus padres, no le ha sabido dar […] Marchar le ha costado quedarse sin pareja, por lo que el llanto, apagado, que oía por la noche desde mi cama, se me hacía aún más amargo […] Como muchos jóvenes de su edad, mi hija ha completado su formación profesional con el paso cambiado. En la primavera regresó a España con la intención de buscar un empleo, en lo que fuese pero a poder ser "de lo suyo". Consiguió algunas entrevistas de trabajo, pero las condiciones siempre eran abusivas: salario de becario, 400 € al mes, para una persona con una licenciatura, un master, que domina cuatro idiomas y con experiencia laboral en el extranjero. Estos sueldos no le darían ni para comer ni para alquilar una habitación en las ciudades donde le ofertaban estos empleos. Tendría que tener una ayuda de sus padres, a lo que, por supuesto, estamos dispuestos. Pero ella no quiere seguir dependiendo de nosotros, con una ayuda que, de hecho, estaría subsidiando a los empresarios que abusan de nuestros jóvenes. Este verano han pasado por casa, para despedirse, muchos amigos suyos. Sus conversaciones siempre giraban en torno a lo mismo: la depresión de la crisis, los despidos o el miedo a ser despedido, los abusos de los empresarios que, aprovechándose de la crisis imponen condiciones leoninas, despidiendo a buena parte de la plantilla para que los "supervivientes" hagan el trabajo del resto, intimidados por la amenaza de ir a la calle […] En Mallorca, donde vivo, ha sido un año espectacular de turismo, con cifras récord de viajeros e ingresos. Un amigo que tiene un restaurante me dice que este verano ha hecho un 15% más de caja. Sin embargo, muchas empresas del sector han despedido a buena parte de sus plantillas, de nuevo forzando al resto a asumir las tareas de los despedidos, aprovechándose del miedo a perder el empleo para aumentar sus márgenes de beneficios. ¿Es esto lo que ha conseguido la reforma laboral?” Es el lamento ─tardío pero honesto─, de Carlos M. Duarte profesor investigador del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados, publicado en el Huffington Post del 5 de octubre de este año. Es la voz de esa generación que ha visto sus expectativas y los sueños de sus hijos despedazados, que se creyeron el rollo de que la reforma laboral que abarata los despidos, restringe hasta casi desaparecer los derechos laborales, posibilita los contratos a prueba y el pago por horas, era la gran solución contra el desempleo, y que vieron los efectos ahora vistos y padecidos. Los grandes beneficiarios, otra vez, los grandes empresarios, que no pueden ocultar, ni operándose, la sonrisa de la cara. Pero, en el desastre, no todo puede estar perdido: “Hay quien se felicita, estúpidamente, de que muchos seguimos en silencio, pero algo está cambiando. Ya no nos vale más de lo mismo, ya no nos aplacan con mentiras calculadas, engaños burdos, eufemismos y la cantinela de que lo que nos pasa es que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y nos merecemos lo que pasa”. En esta coyuntura estamos los mexicanos, está a punto de aprobarse una reforma laboral casi calcada de la aplicada sin piedad en los países europeos que se encuentran en crisis profunda y de la que tardarán años en salir. Ojalá alcancemos a vernos en ese espejo y no persistamos en los mismos errores. Me gustaría haber viajado en el tiempo, hasta 1492, encontrar una historia más convincente del encuentro de dos mundos, no del “descubrimiento” de uno sobre el otro. Compartir otras versiones e interpretaciones que nos permitan revalorarnos, ya no ser el pueblo vencido, humillado, que tiene que renegar de su pasado, de sus dioses, de su forma de ver y explicar el universo, pero el presente se nos viene encima y hay que dar espacio a la reflexión y a la crítica, seguramente habrá oportunidad para viajar en otro momento, que para eso sirve la Historia ─esta vez con mayúsculas─.