sábado, 27 de febrero de 2010

LA HISTORIA Y LOS HÉROES

Vamos a fugarnos, brevemente, de las tragedias. Vamos a olvidarnos de los diagnósticos lapidarios que nos llegan de todos lados, desde el estratega de la selección nacional de fut-bol hasta el presidente del colegio nacional de economistas, parece que el país necesita del milagro de un cambio radical pacífico aunque nadie quiere empezar a entrarle.
Vamos a los festejos del Centenario y del Bicentenario porque una de las reflexiones interesantes tiene que ver con los héroes, con el papel social que les tocó jugar, con lo que los hizo reaccionar a situaciones insostenibles y enarbolar algunas de esas demandas que podrían resolver esas broncas que parecía que no tenían forma de enderezarse.
De entrada tengo que reconocer que soy refractario a la historia nacional, en la escuela me enseñaron los nombres de algunos de esos héroes míticos con conductas y ropajes extraños, nunca entendí para qué servía aprenderse fechas, lugares en donde se habían realizado batallas y todo lo demás que caracteriza una historia acartonada con pírricas victorias y apabullantes derrotas. Esos héroes nacionales se me hacían igual de irreales que los dioses del Olimpo de la Grecia antigua.
Mi visión comenzó a cambiar a través del arte, una canción volvió a despertar la curiosidad aletargada con una estrofa que dice que “a los héroes se les recuerda sin llanto”, que cumplen una función social importante porque son ejemplos a seguir siempre y cuando se entiendan sus circunstancias históricas y la de sus pueblos y regiones, esa canción interpretada por Sara González, que ahora sé que es de la autoría de Eduardo Ramos, que se titula “Su nombre es pueblo” y cuya última parte dice: A los héroes/ se les recuerda sin llanto,/ se les recuerda en los brazos,/ se les recuerda en la tierra;/ y eso me hace pensar/ que no han muerto al final, /y que viven allí/ donde haya un hombre presto a luchar,/ a continuar. (http://www.cancioneros.com/nc/2902/0/su-nombre-es-pueblo-eduardo-ramos). Que habla de esos personajes homenajeados pero en realidad poco conocidos y menos apreciados, esos que parecen revivir y acompañar a los que rescatan esas banderas secuestradas por la corrupción, la desidia, el cinismo, la discriminación, la intolerancia, la delincuencia, la sinrazón de la miseria, de la ambición extrema y criminal.
La investigadora María Rosa Lojo hace un repaso de lo escrito sobre ¿Cómo se hacen los héroes? (Revista Ñ), por ejemplo, menciona que: “Los héroes emergen en los mitos de todas las tradiciones culturales, desde los comienzos de la imaginación humana… A través de ellos los distintos pueblos negocian con el mundo sus terrores y sus deseos y avanzan sobre lo desconocido”. Eso ya me gusta más y no lo enseñan en la escuela, esas personas que la historia singulariza no son los viejos ridículos y acartonados que aparecen caricaturizados solemnemente en estampitas y en los libros escolares, representan mucho más que eso y además proyectan su influencia sobre el futuro. Son acompañantes indispensables en estas luchas nuevas que algunos no encontramos relación con el pasado, precisamente por esa mala educación de una historia que ya pasó y que no hay necesidad de sacar de los libros.
El historiador Martín Kohan que examina este rollo de los héroes en la austral argentina, llega a la conclusión de que: “héroe nacional por excelencia no es el que no merece ninguna crítica, sino aquel que parece capaz de soportarlas y trascenderlas todas”.
No sólo los mexicanos padecemos de esa historia nacional escolarizada y aburrida, parece ser un mal latinoamericano producto de la necesidad de homogenizar y crear una identidad nacional, la receta parece repetirse por todos lados, más ahora que a nuestras autoridades escolares queretanas se les ocurrió que hay que hacer honores a la bandera cada semana, como si eso arreglara algo o contribuyera a cambiar esa historia que nos parece lejana e inútil, bueno, la receta es esta: “lectura de los hechos heroicos, efemérides del día, coro patriótico, himno a la bandera, conmemoración de todas las fechas patrias, visita al museo histórico, visita a todo tipo de monumentos y reliquias, retratos y cuadros de los héroes en las escuelas, concursos de composición, de lecturas y recitaciones de textos y temas patrióticos”. Como si la historia vuelta rutina y tarea escolar pudiera inspirar algo o servirle de ejemplo a alguien. Los rituales “patrióticos” apenas alcanzan para comenzar a construir una identidad colectiva, que no es algo menor, pero no suficiente, menos en un mundo globalizado donde las identidades culturales se desdibujan y se refugian en el “patrioterismo”.
Los héroes no son “personajes míticos ni figuras plenamente humanas instaladas en el mundo real, con sus intereses económicos y sus contradicciones, nuestros héroes reconocidos quedaron a la espera de un debate que en efecto se produjo en las últimas décadas, tanto de la mano de la novela histórica, como de la historiografía académica y de divulgación, para "humanizarlos" y reinsertarlos junto a los actores populares en los procesos históricos concretos. La novela contemporánea ha estado dispuesta a ver los claroscuros de los héroes tradicionales, a crear para las figuras del panteón establecido espacios de intimidad donde no se permitían o eran inexistentes… También se ha preocupado por develar otro lado en sombra: la participación histórica de las mujeres, no sólo como madres y esposas, ayudantes y oponentes de los héroes, sino como heroínas cofundadoras”.
Habría que aprovechar este Centenario y Bicentenario para recuperar a nuestros héroes, sacarlos de los panteones y de debajo de las lápidas para traerlos a una historia viva, más de nosotros y menos de los libros de texto, más de procesos sociales y menos de ritos semanales, más de luchas para reivindicar demandas de una población que busca vivir mejor y menos de una historia oficial que no nos dice nada. Habría que aprovechar para abrirle la puerta a héroes contemporáneos producto de esas luchas que han quedado enterrados en la “guerra sucia” de cualquier país de nuestro subcontinente. Como dice Eduardo Ramos: La muerte/ con su impecable función/ de artesana del sol,/ que hace héroes,/ que hace historia/ y nos cede un lugar/ para morir,/ en esta tierra,/ por el futuro.