sábado, 2 de abril de 2016

SITIADOS

No se puede esperar más. De este lado hay desesperación, indignación, vergüenza, hartazgo, incertidumbre, porque a pesar de los esfuerzos todo va de mal en peor y no se avizora mejora alguna; del otro lado, sólo se perciben las ganas de que todo siga igual, y si para eso hay que despojar a la población de cualquier salida o esperanza, se vale utilizar toda la fuerza del estado para “domar su voluntad”. Se nos quiere hacer creer que hay que aguantar, que las cosas no están tan mal como casi todos las sentimos en carne propia y ajena, que es un problema de “percepciones”, que quienes disienten de la versión oficial son subversivos, malandrines y malos ciudadanos que se dejan influenciar por la realidad. En el texto de la semana anterior expusimos lo que los datos soportan: que la impunidad campea en nuestro país, que la corrupción la acompaña y beneficia a los mismos de siempre, que se utiliza la violencia “legal” o de la delincuencia “organizada” desde el poder para infundir miedo y paralizarnos. Parafraseando al sociólogo Zygmunt Bauman, nuestra sociedad está “sitiada” y es permanentemente atacada desde todos los frentes posibles. Lo decimos desde las tribunas que nos quedan y que seguimos construyendo, desde organizaciones como Amnistía Internacional, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, como Eureka, como los comités de familiares de desaparecidos, secuestrados, ejecutados, extorsionados; como la coordinadora de organizaciones alternativas, como los colectivos de artistas, de minorías sexuales, de discapacitados y todo lo que recuerde en este momento. Porque los medios siguen siendo propiedad del poder y aun así el dolor y la canija realidad se cuelan. Un año sin el noticiero de la periodista que con su equipo de reporteros e investigadores denunció la casa blanca, la de Malinalco, los cotidianos y escandalosos tráficos de influencias y dineros públicos, y lo anterior es apenas una muestra. «La crisis de corrupción, inseguridad, violaciones a los derechos humanos y conflicto de interés no ha convertido a México en un Estado fallido, sino en un Estado “esquizofrénico” en el que funcionarios y jueces ganan salarios equiparables a los de importantes empresarios de Suiza, pero con resultados de naciones como Sudán. Así lo consideró Edgardo Buscaglia, director del International Law and Economic Development Center e investigador principal en Derecho y Economía en la Universidad de Columbia en Estados Unidos.» Así resume la revista SinEmbargo —11 de marzo del 2015 http://www.sinembargo.mx/11-03-2015/1276842—, la entrevista que Juliana Fregoso le hace al analista latinoamericano, con amplia experiencia en el caso de México. Hace un año y con toda la razón que dan las cifras, que apenas logran reflejar un poquito de lo que sucede, advertía: «–México está viviendo una crisis que desde hace varios años va empeorando. En un país promedio de América Latina, como hacen Bolivia, Argentina o Brasil, la sociedad civil ya se hubiera organizado y hubiera paralizado al país, porque no hay tanto dinero del gobierno hacia la sociedad civil para mantenerla adormecida. México tiene esa combinación de terror y flujos patrimoniales de corrupción hacia lo político y hacia la sociedad civil que son improcedentes en América Latina, lo que adormece a la sociedad civil. –¿Esta situación agrava problemas como la corrupción y el Estado de Derecho? –Las autoridades están tratando de resolverlo todo con detenciones gestionadas, mediáticas y están tratando de generar chispazos. Todo es mediático para esta gente. Viven bajo la convicción de que la imagen que ellos venden a través de sus firmas consultoras determinan la realidad. Es una postura cínica la que tienen. –Desde el tema “casa blanca” parece que hubo un divorcio entre los mexicanos y el gobierno, ¿esto se ha ido agravando? –Los indicadores de gobernabilidad como el del Global Financial Integrity Report (Reporte Global de Integridad Financiera) ya colocan a México entre los países con mayores colapsos de gobernabilidad dentro de los estados medianamente funcionales y eso dice mucho. En México hay cantidades cuantiosas de dinero comprando a la sociedad civil continuamente, intentado reparar daños extrajudicialmente. Las víctimas acuden a la prensa para adquirir un alto perfil mediático y que no las puedan asesinar. En un país con tanto flujo de dinero donde tienes a los ministros de la Suprema Corte mejor pagados del planeta, ganando más de 50 mil dólares al mes, diputados y senadores ganando sueldos de empresarios poderosos europeos y sociedad civil de amigos recibiendo cifras cuantiosas, la sociedad no reacciona y no genera los cambios que queremos que se generen.» Cambiar el estado de cosas difícilmente aguantará, para muchos, hasta el proceso electoral federal del 2018, que es la fecha que el propio sistema se está dando para seguir asfixiando los intentos de protesta u organización que le puedan mover el piso. Además, se estaría jugando con sus reglas e instituciones amañadas, con su legalidad perversa, con su poder amafiado, con sus partidos infectados del virus del cinismo y la complicidad. Urgen organizaciones sociales serias que no caigan en el juego cooptador de esta clase política fascinada por verse el ombligo y encontrar allí propiedades mal habidas, desvíos de dinero público, contratos inflados hasta lo que pareciera imposible, sus carros de lujo y colección resguardados por guaruras prepotentes como sus dueños, los lujos estúpidos con que miden su falsa importancia y su escasa cultura. Sí hay soluciones, pero no serán fáciles de lograr, pero ya se antoja más difícil seguir soportando tanto abuso, el costo personal, familiar, social de hacer oídos sordos y ojos ciegos es muy alto, más alto que no hacer nada. Ya no existe el consuelo de pensar y decir que las cosas no pueden estar peor que lo que están ahora, porque a cada rato rompemos esos límites y seguimos cayendo en el vacío de la aparente impotencia y la desesperación. Viene un lapso de tiempo apto para la reflexión, no para seguir sufriendo como pretenden algunos, sino para encontrar caminos transitables para todos, o casi todos. Ya fueron varias llamadas, ojalá y hagamos caso, que el futuro inmediato tenga remedio.