viernes, 22 de febrero de 2013

CAMINANDO JUNTOS

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Eduardo Galeano. Las utopías resisten casi todo porque son sueños colectivos, aspiraciones que nos guían a través de la turbulencia de los tiempos y de las crisis, que le dan sentido a nuestra vida individual y colectiva. Para eso son y para eso se construyen, no importa que sean inalcanzables, entre más lejanas mejor porque parecen eternas. Pero en el casi está el problema, si hay algo que ha demostrado que las desfigura, las corroe hasta disolverlas echando nuestros afanes al vertedero de la historia, es el capitalismo de compinches, este neoliberalismo que se impone con el pretexto de que funciona solo, sin la intervención humana, aunque eso sea más falso que la aceptación y la intervención divina en la legitimidad de las escandalosas fortunas de los privilegiados de siempre. En textos anteriores nos referimos al abandono de los principios que nos formaron como Nación, esos que resultaron de conflictos armados como la Independencia, la Reforma, la Revolución y las insurgencias civiles sindicales, estudiantiles, naozapatistas y demás. Todo con la coartada del desarrollo, de la modernidad, de seguir el ritmo inexorable de la historia. Como si únicamente hubiera un camino, una sola dirección. Afortunadamente las utopías tienen quien las persiga, las tome en serio y se alimente con ellas, desde ciudadanos que no son comunes ni corrientes, hasta personajes que por su actividad tienen mayor visibilidad mediática y quizás algo de influencia. En el caso de la Europa de nuestro tiempo la alarma también cunde, lo dicen algunos de sus intelectuales, de distinto signo, de diferente formación profesional, que apenas el pasado 28 de enero publicaran un manifiesto en los principales diarios de ese viejo continente. Reproducirlo íntegro no tiene caso, se puede ver en internet, pero lo principal no tiene desperdicio: “Europa no está en crisis, está muriéndose. No Europa como territorio, naturalmente. Sino Europa como Idea. Europa como sueño y como proyecto. Europa como voluntad y representación, como sueño y como construcción, esta Europa que pusieron en pie nuestros padres, esta Europa que supo transformarse en una idea nueva, que fue capaz de aportar a los pueblos que acababan de salir de la Segunda Guerra Mundial una paz, una prosperidad y una difusión de la democracia sin precedentes, pero que, ante nuestros propios ojos, está deshaciéndose una vez más”. Suena dramático pero no lo es, la calidad y seriedad de los firmantes está más allá de cualquier suspicacia. Ellos son: Vassilis Alexakis, Hans Christoph Buch, Juan Luis Cebrián, Umberto Eco, György Konrád, Julia Kristeva, Bernard-Henri Levy, Antonio Lobo Antunes, Claudio Magris, Salman Rushdie, Fernando Savater, Peter Schneider. Hacer un recuento de los problemas europeos sería demasiado extenso, los vemos en los medios de comunicación que están más allá de la simple estridencia y de la más grosera manipulación; están en la multitud de blogs que reflejan, con fidelidad no carente de emoción, desesperación y desencanto una realidad externa que duele, también en algunos medios alternativos. El diagnóstico no puede ser peor: “Se deshace en Atenas, una de sus cunas, en medio de la indiferencia y el cinismo de sus naciones hermanas […] Se deshace en Roma, su otra cuna, su otro pedestal, la segunda matriz (la tercera es el espíritu de Jerusalén) de su moral y su saber […] Se deshace en todas partes, de este a oeste, de norte a sur, con el ascenso de los populismos, los chauvinismos, las ideologías de exclusión y odio que Europa tenía precisamente como misión marginar, debilitar, y que vuelven vergonzosamente a levantar la cabeza”. Para el caso mexicano no parece haber un diagnóstico de lo que pasará si abandonamos nuestras utopías, quizás porque ya lo estamos viviendo: incremento en la pobreza extrema, tolerancia de la impunidad y la corrupción, pérdida del monopolio del uso de la violencia, franco descontrol en amplias zonas del territorio, militarización creciente, falta de respeto a los derechos humanos, pérdida de valores y demás. Los europeos todavía se mueven en otras coordenadas: “Europa saldrá de la Historia. De una u otra forma, si no se hace algo, desaparecerá. Esto ha dejado de ser una hipótesis, un vago temor, un trapo rojo que se agita ante los europeos recalcitrantes. Es una certeza. Un horizonte insuperable y fatal. Todo lo demás —trucos de magia de unos, pequeños acuerdos de otros, fondos de solidaridad por aquí, bancos de estabilización por allá— solo sirve para retrasar el fin y entretener al moribundo con la ilusión de una prórroga”. Ellos defienden sus utopías, nosotros también aunque sea con otros métodos, a ritmos diferentes, esperando que no sea demasiado tarde para ninguno.