viernes, 6 de agosto de 2010

LA NARCOGUERRA EN LOS MEDIOS

“No hemos sabido explicar qué estamos haciendo, por qué lo estamos haciendo, qué es lo que estamos viendo a nuestro alrededor; no tenemos tampoco el control de la información estatal […] la comunicación no ha sido propiamente lo fuerte […] créanme que no hay mucho tiempo para la reflexión y el análisis.” Felipe Calderón Hinojosa en la segunda sesión del “Diálogo por la seguridad” realizada el 03 de Agosto del 2010.

Cualquiera se preguntaría, cómo es posible en las condiciones planteadas arriba se haya declarado una “guerra” contra el narcotráfico y la delincuencia organizada.
Pero vamos por partes. Un conflicto interno del tamaño que estamos viendo y con las consecuencias macabras resultantes, según el CISEN 28 mil asesinatos en lo que va del sexenio actual, se enfrenta en diferentes campos de batalla, uno de ellos y de los más importantes es la percepción de la ciudadanía y aquí el papel de los medios de comunicación es crucial.
Hace casi dos años, el dos de septiembre del 2008, el mismo Felipe Calderón declaró y sus palabras fueron difundidas por todos los medios impresos y electrónicos, que: “parte del compromiso que hemos pedido a los medios en no caer en la propia estrategia comunicacional del crimen organizado, que también libra contra nosotros una guerra mediática. No voy a entrar ahorita a la responsabilidad de los medios, pero hay un tema… sabemos exactamente por qué les está doliendo y qué les está doliendo del tema, y la estrategia, precisamente, marca el error de engancharse en su propia lógica mediática”. Lo que significa que se han perdido por lo menos dos años en establecer una estrategia eficaz para que la comunicación generada desde el gobierno federal pueda contrarrestar la percepción de que se libra una guerra –ahora llamada lucha—, que se declaró abiertamente por motivos que tenían más que ver con darle legitimidad a un gobierno emanado de un proceso electoral seriamente cuestionado, con poca información de inteligencia, con cuerpos de seguridad infiltrados y con la complicidad de poderosos integrantes de las esferas políticas, empresariales y religiosas a quienes no se ha tocado. Pero también, que el echarle la culpa a los medios de los errores gubernamentales en cuanto a la cobertura de ese conflicto no el algo nuevo.
En una minuciosa investigación el comunicólogo Raúl López Parra, quien además es editor de la Revista Mexicana de Comunicación de la Fundación Manuel Buendía A.C., nos dice que: “En toda guerra se pelea en dos frentes, el físico y el simbólico. Las acciones bélicas se acompañan de propaganda cuyo fin es acelerar la rendición del enemigo, minando su moral, cuando se difunden las derrotas, y sembrando miedo, cuando se publicita la violencia. La guerra del gobierno federal contra el crimen organizado no ha sido la excepción. Quien aventaja en esta guerra mediática gana la percepción sobre el acontecimiento. Las percepciones de la opinión pública están construidas a partir de la conjunción de hechos, discursos e imágenes. Los medios de comunicación dan forma a estos tres elementos en sus contenidos” (RMC mayo-junio 2009). El mismo autor ubica el inicio formal de esta guerra en los medios con la entrevista de Carlos Loret de Mola, en vivo y desde el penal de La Palma, al jefe del cártel del golfo Osiel Cárdenas Guillén el 18 de octubre del 2004 donde se acusaba a los funcionarios encargados de la seguridad de proteger al Chapo Guzmán y su organización además de difundir acusaciones de corrupción y complicidad entre esas dos partes. A la osadía de tener acceso a un noticiero televisivo nacional desde un penal de alta seguridad el gobierno foxista respondió difundiendo las imágenes de los internos de La Palma, formados en el patio del mismo y escuchando las nuevas medidas disciplinarias a que serían sometidos.
De esas imágenes del 2004 a las de Felipe Calderón pasando revista a las tropas de la base militar en Apatzingán Michoacán (11 de diciembre del 2006) ataviado con gorra y chaqueta militar apenas pasaron un poquito más de dos años, tiempo más que suficiente para articular una política de comunicación que sirviera como contrapeso a las “narcomantas” y a los videos difundidos a través de YouTube y después reproducidos por algunos medios nacionales y extranjeros, subidos por los diferentes cárteles con un evidente afán mediático. Bueno, pues dadas las lamentaciones presidenciales ese tiempo no se aprovechó, incluso han entrado al quite revistas como Forbes que ubican al Chapo Guzmán como uno de los más ricos del mundo y del país, y hasta el presidente estadunidense Barack Obama quien comparara a Calderón con Elliot Ness aunque terminara de forma más que lapidaria: “Con frecuencia eso causa más violencia, y estamos viendo que eso está aflorando”.
Los vaivenes comunicativos de una y otra parte, la necesidad de posicionarse favorablemente ante una opinión pública cada vez más crítica ha tomado a los medios de sorpresa, a pesar de las experiencias internacionales que podían ayudar a prever lo que estamos viendo ahora: el amedrentamiento, el asesinato, el secuestro de periodistas para forzar a sus medios a transmitir “mensajes” que impacten de determinada manera a una ciudadanía que siente lo duro y lo tupido y que ha convertido al trabajo del periodista en uno de los más peligrosos en este país.
Ojalá que los profesionales de la comunicación, que los medios para los que trabajan y los ciudadanos a los que sirven manteniéndolos informados, puedan formar un frente común que evite la pérdida de libertades en un entorno poco apto para su ejercicio.