viernes, 4 de febrero de 2011

PERMISO

El día de la semana es lo de menos, baste saber que es el destinado a escribir la colaboración para este semanario, pero las notas principales de los diarios editados en la capital del país y que presumen de ser nacionales no le dan descanso al pesimismo. La violencia, desatada por una guerra declarada desde la falta de inteligencia y que se resiste a atacar las raíces de la corrupción e impunidad, es cada día más cruenta. La otrora sultana del norte, la tradicionalmente llamada perla de occidente, la legendaria Zacatecas, e inmediatamente antes Morelia, Acapulco, Ciudad Juárez y todas las que la memoria permita, asfixiadas por el crimen organizado y las autoridades cómplices y desorganizadas.

A falta de razones y argumentos, los estúpidos e ignorantes fomentan el odio y pretenden alimentarse de la desesperación. Para atacar estos sentimientos –que no hay que ignorar ni dejar que se desborden sin formar parte de la solución de lo que nos agobia—, nada mejor que la lectura, ese invento del ser humano que nos permite un momento de cordura en este mundo loco. Ese despliegue de imaginación nos permite viajar a otras partes de la misma realidad, mirarla de cerca estando lejos, hallar formas de entender lo que teniendo pegado a la cara nos hace perder el enfoque.

Viajemos pues a la cuna del fundamentalismo económico, causante de mucho de lo malo que está pasando en el mundo y donde no cesan las ocurrencias para profundizar con el modelito: “La crisis económica en Inglaterra ha provocado una serie de recortes presupuestales. El gobierno central ha limitado los recursos que entrega a las localidades y éstas deciden en dónde aplican la tijera. Un buen número de condados ingleses ha decidido terminar con el financiamiento de las bibliotecas públicas. Según los ahorradores, en estos tiempos no se justifica el gasto en esos símbolos de la antigua cultura”, el argumento, para estos trogloditas del pensamiento es impecable, para qué gastar en edificios llenos de libros si muchos ni siquiera son leídos por ellos mismos y además ya existen otras fuentes de conocimiento como internet. Sólo que la inteligencia necesita lugares donde consultarse y desarrollarse, las bibliotecas no son lujos, siguen siendo socialmente necesarias. El conocimiento es importante porque además es una construcción colectiva, a pesar de su especialización, es un espacio público importante. “Como el obispo Teófilo destruyó la Biblioteca de Alejandría por ser depósito de la cultura pagana, los fundamentalistas del mercado están dispuestos a rematar las bibliotecas por no resultar rentables. Estos dogmáticos del lucro, no entienden otra razón que el provecho económico. No tiene valor lo que no produce una ganancia cuantificable e inmediata”.

Jesús Silva-Herzog Márquez (La depredación de lo público) se horroriza, junto con David Pullman y otras personas que le deben parte importante de su vida a lo que provocan los libros, a esos espacios generosos que comparten lo que de otra manera no pudiéramos tener acceso, y además lo denuncian como una parte de esa estrategia globalizante que muchos se empeñan en imitar a lo tarugo.

“Pullman no defiende un edificio cargado de libros: pretende custodiar un modelo de sociedad, una idea de cultura y de civilización que están amenazados. La biblioteca que defiende no sólo es símbolo de los libros, sino emblema de lo público. El escritor recuerda el universo que la credencial de la biblioteca le abrió cuando era niño. ¡Todos los libros que podía llevar a casa, todas las historias que podía descubrir, todas las fantasías que podía alimentar, todas las ideas que podía encontrar! Era ése un espacio democrático lleno de emoción y de asombros, en donde tus propias emociones e ideas renacen clarificadas, magnificadas, purificadas, apreciadas. La biblioteca pública, dice Pullman implica membresía a una república crucial para la vida democrática: la pertenencia a la república de las letras. La presencia de una biblioteca pública en una comunidad es un recordatorio vivo de que hay cosas en el mundo por encima de la ganancia, cosas que la ganancia ni siquiera entiende. Cosas que ahuyentan al miserable fantasma del fundamentalismo de mercado, cosas que afirman la decencia, y el respeto público por la imaginación y el conocimiento y el valor del simple gozo”.

Es impresionante lo que existe detrás de lo que parece una simple noticia, también están nuestras reflexiones, nuestros recuerdos más entrañables, parte de nuestra vida. Como hay que seguir viviendo a pesar de las malas noticias, permiso, me voy a leer.