viernes, 16 de marzo de 2012

SIN MONTAJES, SIN MENTIRAS


“Primero, la verdad absoluta es, sin ninguna duda, falsa porque no quiere reconocer que es verdad interpretada. Luego, cuando alguien dice “te estoy diciendo la verdad”, tenés que prestar atención de no creerle. Si alguien te dice: Yo lo pienso de esta forma, puede convertirse en un problema de negociar, en cambio, si te dice: Yo lo pienso así y es tu jefe, es difícil que negocies; si él te dice “yo lo veo así”, tenés que estar atento. Siempre se puede disentir, pero depende de la relación de poder que tengas. Ese discurso del jefe y la verdad, la interpretación y el dominio, siempre es un problema referido a si podemos prescindir de la verdad absoluta [...] La verdad sería una forma de última instancia, como un tribunal, que debemos no obstante instituir, es decir que debemos fundar democráticamente, y no aceptarla como si fuera un hecho natural […] Después en lo que se refiere a las verdades de hecho siempre hay criterios para verificar. Por ejemplo, la verdad jurídica, cuando un tribunal termina condenando a alguien, ¿sabemos si fue realmente él el asesino? No, pero hay un sistema de verificación y falsificación por el cual según esos cánones, podemos decir que es verdad que fulano mató a la viejita.” Estas citas, que ya habíamos utilizado en otro texto publicado aquí, pertenecen al filósofo italiano Gianni Vattimo, en una entrevista que con el título de “La construcción de la verdad” realizara el periodista argentino del diario El Clarín Héctor Pavón.

Viene a cuento porque parte del bombardeo mediático está dirigido a justificar un linchamiento social, donde “la verdad” no es investigada y verificada por instituciones que deben respetar, estrictamente, ciertas reglas convenidas o aceptadas por todos. Cuando ese proceso no se sigue, nadie puede afirmar ni imponer su interpretación personal de un hecho a todos los demás. Esto es lo que está pasando en el caso de la ciudadana francesa que ha interpuesto una serie de recursos legales, previstos y permitidos, para cuestionar una sentencia que se le ha impuesto sin seguir ese proceso.

Lo peor del caso es que la justificación para pervertir y permitir lo inaceptable se apropia y habla a nombre de las víctimas, que ahora resultan doblemente victimizadas porque se les utiliza para imponer una “verdad” fundada en la empatía y la compasión, no en una investigación e interpretación de los hechos que esté, lo más posible, libre de errores.

El proyecto del juez de la Suprema Corte Arturo Zaldívar no se refiere a la culpabilidad o inocencia de Florence Cassez, simplemente establece que no se hicieron las cosas como debieron hacerse, que esa falta impide conocer la verdad legal y por tanto no se puede condenar a alguien saltándose lo que la ley establece, porque entonces todos quedamos a merced de lo que a las autoridades policiacas se les antoje, a lo que a las televisoras que se prestan a los montajes se les ocurra, a sufrir las injusticias que los más poderosos arman para su lucimiento personal.

Las maniobras están a la vista de los que las quieran ver, pero la manipulación sentimental también surte efecto. Las víctimas de la banda de secuestradores que les quitó la libertad, que los extorsionó, que los mutiló, que los mató, que deshizo sus vidas y las de sus allegados deben estar seguras de que se hará justicia, y la forma en que eso se puede lograr es seguir el debido proceso, para que se castigue a todos incluyendo a los que hicieron las cosas mal y nos impusieron su interesada versión de los hechos. Que los que sean señalados como culpables lo sean con el menor margen de duda.

Los peligros de linchamientos por parte de masas que no atienden a leyes ni razones es que nos regresan a una situación de salvajismo donde los más influyentes y poderosos siempre ganan, y eso sólo conviene a la delincuencia organizada y a quienes han permitido que operen con los grados de corrupción e impunidad que comenzamos a vislumbrar, lo que se ha dejado de hacer bien es intolerable en un país y para un gobierno que se asumen como democráticos. Otra vez quedamos exhibidos ante propios y extraños. No se trata de liberar delincuentes, se trata de saber quiénes en realidad lo son, sin trampas, sin montajes, sin mentiras.