sábado, 2 de junio de 2018

LA VENGANZA DE LO REAL

Joaquín Córdova Rivas Esta vez me fusilo como título de este texto, la frase del especialista griego Yannis Stavrakakis, experto en el estudio de la política moderna y la democracia, por que creo refleja el ánimo que prevalece en el proceso electoral presidencial actual en nuestro país. Pero vamos por partes. Las campañas electorales no escapan al intento de interpretarlas de manera diferente a lo tradicional, y así comenzamos a intentarlo desde la semana pasada. Todos sabíamos que la desesperación lleva al uso indiscriminado de “campañas negativas”, al ataca, miente y difama que en lo que se aclara, si hay tiempo, algo quedará; y ese algo es quitarle simpatías al adversario que va arriba en las preferencias del voto, aunque no signifique, en automático, que quien hace uso de ese recurso coseche lo que el otro perdió. Es como la estrategia kamikaze —que significa “viento divino” en japonés, y que según la RAE es: «En la Segunda Guerra Mundial, piloto suicida japonés que tripulaba un avión con explosivos con el que se lanzaba contra un objetivo»— destruir al otro, pero sin percatarse que se destruye uno mismo. Tal parece que esa característica que le achacábamos a la comprobada ignorancia presidencial es generalizada en nuestra casta política y empresarial: no entienden que no entienden. Siguen empeñados en ver el mundo con la mirada nostálgica y anclada en el pasado que le achacan al candidato puntero, siguen creyendo en esa democracia comprada, que aguanta cualquier nivel de corrupción y hasta pretenden utilizarla como recurso electoral. Ya lo veíamos en un texto anterior publicado en este semanario —Magazine de Querétaro, Los principios van primero—, los debates, los ataques, las descalificaciones no han logrado mover significativamente los resultados de las encuestas sobre preferencia electoral, y es que la democracia necesita de aspectos desdeñados por nuestros avariciosos gobernantes, por eso resulta fallida la “estrategia Alazraki” y el intento de acabar montado en la estructura de un partido desprestigiado que no alcanza ni para provocar alguna esperanza en sus afiliados y simpatizantes. Hay estudios sobre lo que estamos viendo y viviendo, no con dedicatoria expresa a nuestra coyuntura nacional, pero sí en cuanto a los tiempos que estamos transitando, por ejemplo, Lauren Berlant, citada por Leonor Arfuch se refiere a: «Crueloptimism (2011), un libro y un concepto que expresa cabalmente la encrucijada en la que se encuentra la afectividad en el contexto actual. En él la autora analiza la crisis del neoliberalismo, sobre todo en Europa y los Estados Unidos y el fracaso de las fantasías de movilidad social asociadas al estado liberal. El oxímoron intenta dar cuenta de la dinámica relacional en la cual los individuos crean ciertos lazos, en términos de un cumulo de promesas hacia objetos de deseo que sostienen la fantasía de una buena vida aunque esas ataduras sean en verdad una amenaza para el florecimiento personal y la realización de esas promesas. Y no son los objetos en sí mismos los “crueles” sino las relaciones –de doble restricción- que suelen establecerse con ellos. Tampoco el “optimismo” se refiere a la emoción en si misma sino a la estructura afectiva de apego que la gente establece, pese a la inadecuación a sus fantasías, para sobrevivir en un permanente estado de crisis. Se juega aquí, en el plano político, una pedagogía de las emociones, donde la compasión –por ejemplo- aparece como uno de los recursos del conservadurismo: la compasión ante injusticias y violencias del mundo, que exime de una participación verdadera y reactiva. Aunque, podríamos agregar, esta emoción este mediada, según se trate de vidas que merecen “ser lloradas” –al decir de Judith Butler (2007)- o pertenezcan al distante universo de los que “no son como nosotros”.» Ese optimismo cruel que exigen, porque no convencen, los candidatos de “más de lo mismo”. Pero hagamos una conclusión provisional, tratando de explicar lo que le falta a nuestra democracia para salir del pasmo en que se encuentra, en ese estado casi permanente de desilusión que puede eternizarse si no se entiende que las elecciones ya no están para fraudes o maniqueísmos, es de Yannis Stavrakakis, con quien comenzamos el texto: «Desde esta perspectiva, si la democracia adquiere relevancia a largo plazo, deberá además ganar las mentes y los corazones de las personas, deberá operar a un nivel visceral. Pero con un requerimiento significativo. La democracia necesita esta dimensión, pero puede solamente florecer si sus efectos colaterales son chequeados. En efecto, su relación con el goce precisa ser de un tipo diferente: necesita movilizar la pasión y el afecto. Por otro lado, pero también, de otro modo, moderar su intensidad y sublimar su potencial agresivo. Esto es lo que Chantal Mouffe describe como el pasaje desde un “siempre presente” antagonismo crudo, a un agonismo democrático. Este es el desafío cotidiano de una cultura democrática vibrante.» Mezza, Giuliana; Ruiz del Ferrier, María Cristina. 2017. Entrevista a Yannis Stavrakakis (entrevistas). Revista Estado y Políticas Públicas, 5 (9): 223-232. Buenos Aires: FLACSO. Sede Académica Argentina.