viernes, 21 de octubre de 2011

99 POR CIENTO


Nos pega la desigualdad, la falta de seguridad en el empleo, el desmantelamiento de las instituciones sociales que debían hacerse cargo de nuestro presente y futuro ―salud, educación, seguridad pública, vivienda, jubilación, alimentación, información, ambiente, cultura, recreación y demás―, nuestra percepción del mundo está fragmentada porque este capitalismo neoliberal aprieta por todos lados sin dar espacio para el respiro, la reflexión, cada vez nos aleja más la posibilidad de ponernos de acuerdo. Increíble que en un mundo hiperconectado no podamos comunicarnos en persona porque lo primero que aflora es la versión parcial y aparentemente incompatible de cada quien.

Parece que el primer auxilio es la masa que trasciende al individuo. Porque el individualismo es la primera trampa, ese creer que todo lo podemos hacer solos, esa falsa premisa de los interesados gurús de la autoayuda que repiten incesantemente que el mundo es tuyo, que el éxito depende de lo que tú, y sólo tú, hagas con él. Que si no eres exitoso es porque eres un estúpido y por tanto nadie más tiene responsabilidad alguna de que estés enfermo, desempleado, deprimido, desesperado, incomprendido, insatisfecho, todo porque eres un consumidor fracasado.

Quizás esa sea la razón del por qué la indignación se ha reflejado en eventos masivos que han utilizado las mismas redes sociales que nos han alejado de los otros. Ya no nos encontramos cara a cara, no podemos escudriñar al instante los efectos de lo que decimos, no nos vemos reflejados en esos “espejos del alma” que son los ojos de los otros, no hay el menor acercamiento físico y los apapachos también son necesarios. Hemos perdido lo más por la fugacidad de lo menos. Pero sus fortalezas son también sus debilidades.

A la convocatoria mundial para manifestarse hubo respuesta importante en más de 900 ciudades, millones de personas se movilizaron y tomaron las plazas públicas, todas protestando contra los gobiernos corruptos e ineficientes, esos que han traicionado a sus ciudadanos para beneficiar a unos cuantos; también contra los banqueros, contra las grandes corporaciones que concentran la riqueza, que debiera ser de todos porque todos la producimos, a la vez que “reparten” generosamente sus pérdidas para que todos las paguemos vía impuestos y una menor calidad de vida por varias generaciones.

En Querétaro también hay indignados, sin experiencia en organizarse pero con el ímpetu para intentar recuperar esas capacidades para encausar sus demandas de forma pacífica y colectiva, quisieron participar el sábado pasado, fueron pocos pero entusiastas, cambiaron de sede varias veces porque no encontraban el lugar adecuado, hasta terminar en el Jardín de la Corregidora. Sus demandas son excesivamente amplias, sus visiones hasta pueden chocar, pero los une el mismo sentimiento, la indignación y la certeza de que las cosas no deben ni pueden seguir como están.

Como respuesta, los políticos, sus partidos, sus empresarios, sus medios de comunicación, siguen como si no pasara nada, inventando conspiraciones, fingiendo guerritas “sucias”, atendiendo los detalles macabros de una guerra interna que escala alturas antes insospechadas, dándole escaparate a precampañas insulsas con precandidatos intercambiables, golpeando al árbitro electoral, proponiendo “reformas” que ahondan esas desigualdades, sus corrupciones e impunidades. Todo para que nada cambie.

Pero somos el 99 por ciento.