viernes, 19 de diciembre de 2014

LOS TIEMPOS DEL 2014

Apenas un suspiro. Ni siquiera la unidad fundamental del tiempo, un segundo, alcanza para representar la distancia temporal que separa un año del otro. Para variar, las cosas son más emocionantes de lo que parecen, definir el tiempo no es cualquier cosa, ni los santos alcanzan para entenderlo: “¿Qué es, pues, el tiempo? Sé bien lo que es, si no se me pregunta. Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Pero me atrevo a decir que sé con certeza que si nada pasara no habría tiempo pasado. Y si nada existiera, no habría tiempo presente”. San Agustín Confesiones, XI, 14, citado en: Las preguntas de la vida de Fernando Savater. Ya se sabía pero Einstein tuvo que demostrarlo físicamente, no con su físico, con su ciencia: el tiempo es relativo. No todos lo sentimos igual, no a todos nos desgasta igual, no todos lo vivimos igual. El marxismo ya lo había postulado cuando dejaba al descubierto la arbitrariedad de la jornada laboral, y por consiguiente del salario, medido en turnos de 8, 12 o cualquier número de horas. Dejando en claro que cada quien siente y consume su fuerza de trabajo de forma desigual, por la simple razón de que no somos iguales ni vivimos en las mismas condiciones. Pero vamos a un tiempo colectivo: “El tiempo pasa porque las cosas pasan o a las cosas les pasan otras cosas. Donde nada pueda pasar no podrá hablarse de «tiempo». Por ejemplo, en la aritmética: a la pregunta «cuándo» no podemos responder «cuando dos y dos sean cuatro» porque tal relación existe siempre, sin que ningún cambio pueda afectarla. ¿Diremos que es eterna? Para evitar esta palabra de linaje teológico, quizá sea mejor decir que es «intemporal». Las verdades lógicas o matemáticas están «fuera» del tiempo aunque de ellas nos ocupemos seres con los que el tiempo tenga muchísimo que ver.” Demasiadas cosas han pasado en este 2014 en nuestro país, el tiempo para algunos ha sido frenético, violento, rabioso; para otros se ha dilatado tanto que tortuoso apenas alcanzaría a describirlo. Lo peor es cuando ambas vivencias se juntan, cuando el tiempo nos aprisiona y presiona tanto que dan ganas de volverse invisible, de ver las cosas pasar sin que nos afecten. Pero eso es imposible. Manipular el tiempo ha sido una permanente ambición humana, no solo para conocer el pasado y prever el futuro, también para simular que no merece la pena moverse, movilizarse, manifestarse o protestar porque “no pasa nada”. Y si “no pasa nada” el que se mueve es sospechoso de tener algún trastorno mental, de ser un malvado a quien no le importa la paz, esa paz que se confunde con inmovilidad, con insensibilidad, con conformismo, con apatía. Como acallar lo que pasa queriendo manipular los medios de comunicación ya no es tan fácil ―principalmente por la diversidad de los mismos y porque su distribución ya no pasa por los canales oficiales, sino que emplean las inabarcables redes sociales, que a su vez generan ellas mismas información no controlada―, el recurrir al “no pasa nada” es en sí mismo sospechoso. Este 2014 no se mide por los días o los meses, se mide por hechos concretos que permanecerán en la conciencia colectiva por muchos años, igual que el 68 estudiantil, el 71 y los halcones, el 94 y el EZLN, el 95 de Aguas Blancas, el 97 de Acteal, o las narco fosas de San Fernando del 2011. Este 2014 se recordará por la puesta en marcha de las contra reformas peñistas, por Ayotzinapa y las masacres, las desapariciones, las corrupciones en todo el país, por el uso faccioso de las policías, del ejército, de la marina, de los sicarios de distinto signo o denominación; por los incrementos en los precios de la energía, de los impuestos; por la devaluación del peso, por el derrumbe de los precios de nuestro petróleo, por la rebeldía de los alumnos del IPN que rechazan ser parte de una reforma educativa que busca formar mano de obra barata y dócil, por la exoneración de Raúl Salinas de Gortari, y nos estamos quedando cortos con los eventos memorables para todos. Por eso las cosas no se pueden “superar” por decreto, porque a alguien le conviene o se le ocurre, San Agustín lo plantea de forma entendible: “Tampoco se puede decir con exactitud que sean tres los tiempos: pasado, presente y futuro. Habría que decir con más propiedad que hay tres tiempos: un presente de las cosas pasadas, un presente de las cosas presentes y un presente de las cosas futuras. Estas tres cosas existen de algún modo en el alma, pero no veo que existan fuera de ella. El presente de las cosas idas es la memoria. El de las cosas presentes es la percepción o la visión. Y el presente de las cosas futuras la espera.” El olvido no es opción, no para los mexicanos del siglo 21, no para tantas víctimas cotidianas de un sistema político y económico de por sí violento, corrupto, intolerante, amnésico. Este 2014 es el resumen de muchos agravios que se volvieron presente, que encontramos reprimidos pero no resueltos en nuestra memoria colectiva. La memoria, por más dolorosa que sea, puede convertirse en esperanza. Pero la espera, que dice San Agustín, será motivo de otro texto.