YO
SÍ ME ACUERDO
Joaquín
Córdova Rivas
Le
apuestan a la desmemoria, a que buena parte de la población no había nacido
cuando convirtieron las deudas privadas en públicas, a que los medios de
comunicación y sus opinólogos siguen siendo casi los mismos, o sus dueños
siguen siendo los mismos y repiten hasta el cansancio las mismas falacias.
Pero
yo sí me acuerdo. Y creo que muchos otros de mi generación también, y los que
no lo vivieron por edad pueden investigarlo, nada más hay que encontrar fuentes
confiables.
Me
acuerdo de la angustia de miles de ciudadanos que, de un día para otro, se
dieron cuenta que no podrían pagar los préstamos que los bancos ofrecían hasta
en las banquetas. Miles de familias perdieron sus negocios, sus viviendas, sus
bienes al caer en la insolvencia financiera. Y es que las mentiras de los
primeros tecnócratas neoliberales que llegaron al poder montados en el partido
de la revolución, los convencieron de que había exceso de dinero disponible que
había que poner a trabajar, que se podía pedir prestado a intereses bajos pero
“variables”, se ocultó que la mayoría de ese dinero era de capital
“golondrino”, es decir, especulativo y no productivo, y que cualquier día podía
“migrar” a otras latitudes sin responsabilidad ni freno alguno. Algunos, al ver
que el esfuerzo de toda una vida o que los pocos o regulares recursos
familiares se evaporaban sin remedio, se suicidaron, otros cayeron en procesos
depresivos de los que nunca salieron; otros, que ni siquiera habían nacido,
heredaron una deuda que nunca pidieron y menos utilizaron para allegarse de
algún bien, que se llama FOBAPROA, que sigue vigente y que fue el origen de
nuestros poquitos multimillonarios y nuestros muchitos pobres.
¿Cómo
nos convencieron de pagar algo que nunca pedimos? Con la misma mentira de
siempre, hay que “rescatar” con dinero público a los ricos porque son los que
producen riqueza que después será repartida, pero eso no es cierto, la
repartición nunca llega y quienes, con su trabajo producen riqueza, son los
trabajadores.
Los
detalles técnicos y los “errores” que los de siempre supieron capitalizar, con
la ignorancia de algunos cómplices chiquitos, se encuentran fácilmente usando
cualquier buscador de internet, nada más teclear “error de diciembre”, “efecto
tequila” —está la película en youtube con ese nombre— o “fobaproa”, lo malo es
que no son igual de abundantes los testimonios de los directamente afectados,
de los ciudadanos que lo perdieron todo, hasta el futuro.
Fue
tan grave esa crisis que afectó al resto de los países de nuestro subcontinente,
hasta Argentina sufrió el coletazo de los tecnócratas mexicanos educados en los
E.E.U.U., me dicen que la película Plata Dulce —también en youtube— tiene que
ver con el tema.
«El Tequilazo como
también se le apodó, provocó que en México al devaluarse más del 50% el peso
mexicano frente al dólar americano en menos de un mes, miles de acreedores de
deuda de la banca comercial se declaran en quiebra y esto a su vez provocó una
fuerte situación de cartera vencida en los bancos mexicanos lo que llevo a
muchas entidades financieras a desaparecer o a ser polémicamente rescatadas con
fondos públicos (fobraproa) y cientos de negocios familiares a desaparecer, así
como a miles de familias a perder su patrimonio.» https://foreignpolicyesp.wordpress.com/2015/05/14/que-fue-el-efecto-tequila/
«El
gobierno mexicano resolvía problemas financieros mediante el enojoso expediente
de pasarle a la sociedad la cuenta de la crisis y de sus malos manejos
iniciales. El de 1995 fue el año de la “Roqueseñal” en el que los legisladores
del Partido Revolucionario Institucional elevaron el Impuesto al Valor Agregado
del 10 al 15%, ante el enojo de la ciudadanía que, en ese entonces, les tenía
todavía sin cuidado.» El error de diciembre y el libro verde. Agustín Cue
Mancera. Revista Análisis de Coyuntura.
Yo
sí me acuerdo de esa burbuja financiera que terminó en debacle económico, otra
vez a cargo de los jodidos con sueños de grandeza, de esos que,
desgraciadamente, nunca faltan y sirven de apoyo a intereses contrarios a los
propios. Me acuerdo de amigos y conocidos que fueron convencidos por la mala
prensa y los banqueros a comprar acciones de empresas de las que nunca habíamos
escuchado, con la promesa, inflada por los medios, de fortunas instantáneas.
Me
acuerdo de algunos que sacaron sus exiguos ahorros, que hipotecaron sus casas y
convencieron a familiares para hacer lo mismo, que pidieron préstamos bancarios
y en la misma ventanilla en que recibían el dinero, comprar acciones que, al
día siguiente, no valían ni el papel en que estaban impresas. Otra vez los
ricos vendiendo caro a los pobres para quedarse, impúdicamente, con lo poco
—que para los jodidos era mucho, todo— que tenían. Me acuerdo de cuadros medios
de industrias importantes que fueron groseramente despedidos sin justificación
alguna y cuyas “indemnizaciones” fueron pagadas con acciones imposibles de
vender al valor que fijaba la Bolsa mexicana o cualquiera del mundo. Puro papel
pues.
Todavía
más atrás, me acuerdo de esos aspirantes a clasemedieros que guardaban sus
ahorros en cuentas bancarias en dólares y que el gobierno priista de la época
convirtió en “mex-dólares”, que pagó cuando le dio la gana y al precio que
quiso, no a su cotización oficial. Mientras dejaba que los grandes empresarios
sacaran los suyos del país.
En
cada “crisis”, que ya es permanente, los ricos son “rescatados” por los jodidos,
ahora no quieren ser la excepción, pero están enojados, porque no han logrado
que se les considere para ser, otra vez, rescatados a costa de los impuestos y
de la riqueza generada por el trabajador y el ciudadano. Nos quieren convencer de
que defendamos sus intereses, sus fortunas, como si fueran nuestras.
Pero,
yo sí me acuerdo.