viernes, 19 de octubre de 2012

LOS MATICES CUENTAN

La oportunidad para enfocar el tema cayó solita. La nueva villana favorita, por obvias razones, emite una declaración que no está completamente desacertada, pero yerra en un punto importante: se le olvidan varias décadas de lucha continua a favor de los derechos de las mujeres. Matizar se vuelve difícil, estamos acostumbrados a aceptar discursos o tomas de posición completas o a rechazarlas absolutamente. Las críticas interesadas de asociaciones como Mexicanos Primero parten de situaciones reales, pero sus interpretaciones son sesgadas y mañosas; a pesar de que se esfuerzan por ocultar sus intereses empresariales, legítimos si nos los negaran, sus propuestas ignoran el desarrollo de la educación en México, como si no hubiera historia, como si todo se resolviera aplicando la voluntad autoritaria por encima de la construcción institucional democrática. ¿Qué parte de la declaración de la indigerible líder formal magisterial sirvió para descalificar todo lo que dijo?: “El abandono de la madre en la formación de los hijos, convirtió a las escuelas en guarderías juveniles, a los maestros, en solidarios responsables de la educación, y vació de contenido educativo y de convivencia humana, enormes cantidades del tiempo familiar, el cual fue ocupado por el excesivo consumo de la televisión chatarra y el abusivo uso de instrumentos lúdicos envueltos en ropajes de tecnología, también chatarra”. Sólo que la señora Elba Esther Gordillo no habla de un abandono intencional, por flojera o irresponsabilidad; tampoco se refiere a una sociedad ideal donde la educación familiar de los hijos es tarea intencionalmente compartida, habla de realidades evidentes. No las culpa, por lo menos no se ve eso en el sentido del texto, simplemente retrata, a su manera, lo que está pasando. ¿Por qué no se cuestiona lo que dice acerca de la televisión chatarra, o del desplazamiento de la tarea educadora de la familia tradicional, que cada vez es menos, a la escuela? Tampoco se niega que las escuelas se hayan convertido, en muchos casos y por periodos de tiempo cada vez más prolongados, en guarderías. Tal vez habría que reprocharle que no lo dijera antes porque no convenía a sus intereses personales, porque el texto de referencia habla de hechos muy evidentes: "Cuando la familia dejó de ser el centro de la formación de los valores, éste fue ocupado por otros sistemas de comunicación con otros objetivos […] Ello nos remite a reflexionar lo que implica y seguirá implicando, la desvalorización que la sociedad ha experimentado en las últimas décadas y que hoy se materializa en formas diversas, dramáticas, como son los homicidios múltiples, el incremento en las adicciones, el trágico aumento del número de NiNis o el fracaso del Estado para garantizar la seguridad". Hay que aprovechar para que diga claramente cuáles son los valores “desplazados” y qué intereses los sustituyeron y de quién son. Creo que todos lo intuimos si no es que los conocemos. El que nuestros niños y jóvenes no practiquen los valores que se consideran deseables e importantes, que aborrezcan la lectura y por eso no comprendan lo que leen y lo que viven, que carezcan de las más elementales habilidades matemáticas, que la ciencia les parezca algo extraño e inútil, no puede ser accidental. Las otras instancias educadoras de la sociedad, no solo la familia y la escuela, están aprovechando su desarrollo tecnológico, su omnipresencia, para atentar contra un proyecto de país o de humanidad si se quiere, que sea incluyente, equitativo, plural, tolerante, respetuoso del planeta que habitamos. Quizás sí habría que reprocharle que evitara referirse a los cambios acelerados en la composición e integración familiar, el reconocimiento de los otros modelos de familia provocados no por la inmoralidad, la irresponsabilidad, la flojera, sino por un modelo económico que propicia la concentración de la riqueza y de los medios de comunicación, y de todo lo que resulte rentable ─el esclavismo moderno, la trata de personas, el narcotráfico, bueno, lo que sea que pueda ser negocio─. Ni siquiera la “maestra” tiene la capacidad y el poder para desaparecer de un plumazo la lucha y los avances en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, aunque todavía sobrevivan las dobles o triples jornadas de trabajo, frecuentemente mal remuneradas; el que se discutan abiertamente sus derechos sexuales y reproductivos, se acepten, se practiquen; el que deje de considerarse su potencial y realidad de dar vida como una desventaja, como un destino impuesto por una sociedad machista que la valora idealmente y la desvaloriza realmente. No se trata de defender al personaje, poco hay que hacer en ese sentido. Sí de mencionar que quizás tenga algo de razón porque hasta ella se da cuenta de cosas como esta: “"¿Cuándo se socializan los problemas, las aspiraciones y aún los miedos y fracasos de quienes forman la familia? Porque estamos claros que en los pocos momentos disponibles para ello, es cuando la televisión, con su monótono e insulso ruido, avasalla con el entretenimiento".