viernes, 3 de octubre de 2014

SALVAR LA HISTORIA

La historia marca, deja una huella imposible de borrar o de ignorar, más cuando son eventos que involucran a una o más generaciones; porque la historia no admite que se le parta en pedacitos para después unirlos como si fueran piezas de un rompecabezas. Nuestra historia en la difícil democracia tiene saltos hacia adelante y también retrocesos, a veces ambos al mismo tiempo, como en el 2 de octubre de 1968 y sus dos caras: la represión y la resistencia con movilización. Parte de ese ir y venir la vivimos ahora con la conformación de los organismos electorales estatales, como el queretano. Del 68, su importancia y las canalladas del sistema político ya se ha escrito mucho, del presente falta por escribir porque se han reactivado las movilizaciones estudiantiles, está vez a cargo del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y, otra vez, los normalistas encabezados por los radicados en Ayotzinapa. Todas las protestas, sin olvidar las de la CNTE, tienen como motivo la resistencia a la mal llamada reforma educativa, que no es otra cosa que el alineamiento del sector educativo, público y privado, al capitalismo devastador que se nos está imponiendo. Protestar contra la falta de contratación de los normalistas guerrerenses no es asunto menor, los muchachos egresados de las normales rurales, que además son de origen muy humilde y que tienen como primera lengua alguna de las indígenas que han sobrevivido, tienen una concepción radicalmente distinta de lo que debe ser la educación, claramente contraria al modelo empresarial y falsamente globalizador, por eso buscan exterminarlos. Para ellos, los normalistas, la educación cumple una función descolonizadora y emancipadora, de fortalecimiento de sus culturas ancestrales y de los valores de respeto a la naturaleza y a su entorno, con la solidaridad por delante, por eso los reprueban en las evaluaciones, por no compartir los mismos “valores” mezquinos e individualistas de los programas oficiales. Los politécnicos tienen la visión del servicio a una Nación que nos abarca a todos como mexicanos, de aprovechamiento racional de los recursos naturales que se confronta también con el modelo neoliberal, por eso, cuando en sus documentos básicos hay cambios en los conceptos, en las palabras, y se les quiere educar para un modelo empresarial, excluyente y concentrador de la riqueza en pocas manos, pues salen a las calles. No es casualidad que la UNAM no tenga ese tipo de problemas, se han negado a adoptar el “nuevo” modelo educativo y mantiene a su plantilla de docentes e investigadores sin afectarlos en sus derechos laborales. Pero estas son apenas las movilizaciones iniciales, hay partes del sistema educativo aún pasmadas pero que comienzan a resentir los efectos de esa reforma que ha hecho precaria la actividad docente y que busca “tecnificar” la enseñanza a costas de las disciplinas artísticas, filosóficas y humanísticas en general, que son las que le pueden dar razón y dirección al resto de los descubrimientos “científicos”. Por eso es importante la historia, para que no nos engañen con ideas viejas en envolturas nuevas, bien lo dice Eduardo Galeano en su Libro de los Abrazos: “Un sistema de desvínculos: para que los callados no se hagan preguntones, para que los opinados no se vuelvan opinadores. Para que no se junten los solos ni junte el alma sus pedazos. […] El sistema divorcia la emoción y el pensamiento, como divorcia el sexo y el amor, la vida íntima y la vida pública, el pasado y el presente. Si el pasado no tiene nada que decir al presente, la historia puede quedarse dormida, sin molestar, en el ropero donde el sistema guarda sus viejos disfraces. […] El sistema nos vacía la memoria, o nos llena la memoria de basura, y así nos enseña a repetir la historia en lugar de hacerla. Las tragedias se repiten como farsas, anunciaba la célebre profecía. Pero entre nosotros, es peor; las tragedias se repiten como tragedias.” Nos regresamos a la democracia procedimental sin lograr dotarla de contenido, es una democracia trianual, de nombre, sujeta a los caprichos de los nuevos virreyes y sus dóciles cortesanos que los adulan hasta marearlos y apoderarse de ellos. Por lo menos habrá la posibilidad de contrastar dos proyectos de nación, uno que se dobla a los intereses de los escasos poderosos, otro que privilegie los intereses mayoritarios y busque recuperar lo que queda del estado de bienestar. Hay que ser congruentes con nosotros mismos, ser conscientes de la dependencia con el entorno todavía amigable que nos permite sobrevivir y hasta disfrutar de la vida, evitando que se exploten las inseguridades inducidas por el consumismo y el conformismo. La felicidad no depende de devastar lo poco que nos queda, sino de establecer otro tipo de relaciones con los otros y con la naturaleza, tampoco hay que renegar de lo logrado: “No hemos evolucionado mucho desde que caímos del árbol. Debemos conservar el poco pulimento que hemos logrado tener. Hay que conservar la brida de educación que las generaciones anteriores lograron hacer pasar a las actuales; hay que conservar los logros de la cultura ―edificios, pinturas, música, libros, pensamientos― que penosamente se han ido acumulando en medio de la constante barbarie que es el recuento de nuestro recorrido humano. Hay que conservar la poca fineza que se nos ha ido sumando y que hace que no se pegue a las mujeres, no se abuse de los niños, no se mienta, no se robe, no se mate, porque todo eso “no se hace”. Y aquello que “no se hace” no necesita de argumentos… No se hace porque han quedado claras reglas básicas del bien y del mal. No es la moral burguesa sino la civilización humana la que merece ser conservada como la pupila de los ojos.” Ikram Antaki. Reflexiones en torno a El pasado a una Ilusión. Vuelta. Volumen 19. Número 228. Me uno a las lamentaciones por la desaparición del programa de Carmen Aristégui de las frecuencias radiofónicas queretanas, ya nos habíamos acostumbrado al periodismo crítico y de investigación.