sábado, 3 de julio de 2010

SENTIDO DE URGENCIA

“La violencia aumenta por muchas razones que ya muchos sociólogos explican, pero con el tráfico de drogas no hay que ser muy ingenioso para saber quién tiene que ver.” Fernando Savater, Revista EstePaís, Junio 2010.

No es por presumir pero es algo que ya se sabía. En colaboraciones anteriores prestábamos espacio a los estudios de especialistas en el tema del narcotráfico y de la delincuencia organizada como Edgardo Buscaglia y sus advertencias, que se están cumpliendo de forma terroríficamente acertada. El asesinato del candidato priista a la gubernatura de Tamaulipas se inscribe en este macabro contexto. También el incremento en la actividad delictiva en estados considerados como “tranquilos” como es el nuestro y que en fechas recientes ha visto secuestros, hallazgos de presuntas casas de seguridad, decomiso de armamento de alto poder, asesinatos de secuestrados y policías, etc.
El señor Buscaglia anticipaba que la crueldad del narco escalaría hasta poner en riesgo cierto la gobernabilidad del país, y que sólo comenzaría a detenerse en el momento en que las élites política y económica se convencieran de que los costos de seguirla consintiendo eran mayores que las ganancias. Las primeras advertencias de que la delincuencia organizada ya estaba tocando a los integrantes de esas élites se dispararon con el secuestro y homicidio del joven Martí, después las amenazas, chantaje y cooptación de funcionarios de distintos niveles de gobierno siguiendo con la ejecución en emboscadas de integrantes de las fuerzas de seguridad. Pero nuestros empresarios queretanos siguen diciendo que son “hechos aislados”, revelando que falta ese sentido de urgencia que la situación requiere, que no quieren darse cuenta que ya no se puede convivir con la ilegalidad a pesar de las enormes sumas de dinero que esta la inyecta a una economía en permanente crisis como la mexicana.
La presidencia de la república (así, con minúsculas) quiere apagar la violencia desatada por la corrupción y la impunidad con mensajes televisivos, con huecos llamados a la unidad y con algo de cambio en la terminología utilizada hasta el momento. Veamos algunos ejemplos.
A raíz de las críticas por los excesos cometidos en aras de la recuperación de territorio, personajes como Fernando Savater, en plática a modo de entrevista con Carlos Elizondo Mayer-Serra, Federico Reyes Heroles y Jesús Silva-Herzog Márquez tuvo que venir a decirnos que: “Hay un lenguaje que se debería evitar, ese de “guerra contra el narcotráfico”. Un Estado nunca está en guerra con ninguno de sus ciudadanos. Por muy malos que sean, los Estados persiguen a los delincuentes y hacen cumplir las leyes, pero no están en guerra con sus ciudadanos. Hay que quitarle esa terminología militar que supongo puede agradar a algunos.” Y es que esa terminología se acompaña por conceptos como “daños colaterales” como se denomina a las víctimas inocentes, o se quiere justificar la ilegalidad argumentando que es necesaria para combatir a los ilegales. También se ha insistido en que el origen de todo este relajo es un sistema económico que supedita todo a la concentración de la riqueza, donde todo se vale: el tráfico de personas con fines de esclavitud, de sustancias prohibidas porque hacen daño y causan dependencia; la compra de candidatos y autoridades, los monopolios y duopolios, las privatizaciones a precios de regalo, los rescates de empresarios ineficientes y corruptos, la criminalización de la protesta social, la alianza con dirigentes sindicales transas; también se valen la pobreza, la miseria, la injusticia.
Sigamos con Savater: “…crear sociabilidad es crear las condiciones para que la gente tenga más razones para cumplir las leyes que para no cumplirlas, que la mayoría de la gente saque ventaja de la legalidad en vez de sacarla de la ilegalidad… Si el Estado no funciona inmediatamente se crea otra forma de sociabilidad, porque la gente no puede vivir sin sociedad; si no funciona la sociedad democrática, detrás funcionará otra, oscura, de economía sumergida, de violencia, de protección, etc.” No parece aventurado afirmar que esa otra sociedad, esa forma diferente a la democrática de convivir ya está entre nosotros, las muestras están en los procesos electorales de este año, las intervenciones telefónicas, el espionaje, el uso de recursos públicos para comprar el voto, el intercambio de favores de gobernadores y órganos electorales supuestamente independientes y autónomos, los delitos exhibidos con esas actividades de espionaje y que no se sancionan, el cinismo y oportunismo de los partidos políticos que sólo cuidan sus arcas y se olvidan de los ciudadanos, las decisiones polémicas de la suprema corte de justicia que se niega a señalar responsables de tragedias y ese largo etcétera que todos conocemos.
Pero le seguimos haciendo caso a nuestro vecino del norte aunque no predique con el ejemplo, “… hace treinta años, yo escribía que la cruzada irracional que promovía Estados Unidos contra las drogas no iba a acabar con las drogas pero podría acabar con las libertades de las repúblicas latinoamericanas y, desgraciadamente, todas mis profecías políticas han fallado menos ésa.” La pinza se cierra y nos exprime, por un lado el modelo económico en el que todo se vale, por el otro la pérdida de libertades con el pretexto de mantener la paz social, de “guerra” contra la delincuencia aunque a veces no se sabe quién está con quién.
Mientras, salvemos lo salvable: “El laicismo es uno de los rasgos necesarios, no es una cuestión optativa, de la democracia, es decir, dentro de una democracia las creencias religiosas o la ausencia de ellas son un derecho de cada cual, pero no es un deber de nadie, y mucho menos un deber de la sociedad. Las leyes, las discusiones, etc., deben erigirse por principios internacionales que deban comprender una persona religiosa y una no religiosa, no se pueden invocar mandatos divinos para orientar una sociedad.”