sábado, 1 de diciembre de 2018

SEIS AÑOS Joaquín Córdova Rivas El tiempo es tan relativo que en la política mexicana se mide en sexenios, tan persistente es la tradición que se sigue imponiendo a pesar de que el neoliberalismo insiste en aplanarlo todo, desde que se les ocurrió el rollo del “fin de la historia” con la insistencia de que el capitalismo turbo era el culmen de la civilización occidental —que para ellos es la única que vale la pena y se justifica—, nos quieren hacer creer que las otras etapas apenas eran la sufrida resistencia de utópicos y anarquistas tercos que no entendían la superioridad del falso libre mercado y de la democracia que insisten en llamar “liberal” —será por que nos dejan la “libertad” de padecer una vida poco digna sin oponer resistencia—. Bueno, pues inicia otro sexenio, pero ahora con la esperanza de que sea diferente a los anteriores, sentimos que llegamos a tocar fondo y que es necesario dar un salto cualitativo por que quedarse donde mismo no es opción, la inmovilidad es ilusoria y frecuentemente encubre retrocesos graves. El salto debe ser hacia la disminución de las desigualdades, hacia la construcción de una sociedad que valore a todos y cada uno de sus integrantes, que garantice —con la participación ciudadana— la seguridad pública, que no tolere lo intolerable como la corrupción y los privilegios a unos cuantos a costa de todos. Seis años son pocos para enderezar lo torcido, para regenerar un tejido social desgarrado, para recuperar la confianza, la amabilidad, la solidaridad y la seguridad. La polarización social pretende instalarse como escenario truculento ante la falta de una oposición real que sirva de crítica y contrapeso. Los partidos políticos no aciertan a reconstruirse porque están infectados con los grandes males nacionales que debieron combatir en lugar de permitirlos y formar parte de ellos. Si prevalecía la idea de que “el que no transa no avanza”, ahora, tantas mañas los descalifican ante una sociedad harta de abusos y corruptelas. Por necesidades de impresión, este texto se escribe antes de la toma de posesión del Presidente para el sexenio 2018-2024, una transición de un terciopelo rasposito, pero así tiene que ser, porque arrancar lo que está podrido será doloroso, habrá que raspar la superficie y después hurgar con profundidad para llegar a lo que se puede regenerar sanamente, afortunadamente hay cuerpo social suficiente y muy sano debajo de la podredumbre, lo ideal será que queden pocas cicatrices, pero a veces son inevitables. Reconstruirlo todo dejará pocas energías para la revancha, pero si con malas artes se impiden los cambios la venganza puede ser el hoyo negro que se trague todo y quedemos peor que como estábamos. Hay que serenar la impaciencia, hay que precisar las críticas para afinar los detalles de la transición, hay que tener idea cierta de a dónde queremos llegar y cómo queremos hacerlo para no caer en la provocación de las discusiones estériles que se quedan en la superficie de los problemas. Ya sabemos quiénes integrarán el gabinete presidencial, ha habido tiempo para conocer sus ideas, antecedentes e intenciones; ya sabemos las historias personales de los legisladores que acompañarán esta primera etapa sexenal, no han ocultado sus filias y sus fobias. No hay sorpresas y esperemos que no las haya a pesar de las presiones, de los intentos de cooptaciones, de los egos inflados artificialmente, de los descuidos y desviaciones. En todo aprendizaje hay errores y se rectifican en lugar de negarlos o esconderlos, que esa sea la tónica

LA SEDUCCIÓN NEOLIBERAL

Joaquín Córdova Rivas Ya no es el siglo pasado, las sociedades no se controlan como antes, al menos eso creen los nuevos filósofos y pensadores sociales, la edad de la coerción, de la fuerza bruta ya pasó. Los vasos comunicantes hacia dentro y fuera permiten que el flujo de información se descontrole, aunque sea poquito, ya no se trata de apresar la voluntad del individuo, sino de hacerlo que haga lo que el poder quiere sin que el mismo sujeto se percate. Que crea que es libre mientras se esclaviza creyendo serlo. Como corresponde a un mundo en que la migración es la regla, el filósofo Byung Chul Han residente en Alemania y de origen sudcoreano, ha sido de los que mejor han sabido explicar el cambio social en una era de constante avance tecnológico y de desigualdades crónicas, no vacila en sacarle las tripas al sistema económico vigente y señalar sus patologías y necrosidades. Pero lo más importante, explora el efecto que en la psiquis de los individuos produce ese capitalismo en su fase neoliberal que se niega a cambiar y a morir. Lo primero es disfrazarse, presentarse como el único camino posible, ocultar la explotación inmisericorde detrás del lenguaje libertario, culpar al individuo porque no es suficientemente productivo, porque no rinde lo suficiente para acceder a un nivel de ingreso y de vida que se le presenta como posible, aunque todo esté armado para que no lo logre nunca. «Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. En esto consiste la especial inteligencia del régimen neoliberal. No deja que surja resistencia alguna contra el sistema. [...] En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo. Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo. [...] Ya no trabajamos para nuestras necesidades, sino para el capital. El capital genera sus propias necesidades, que nosotros, de forma errónea, percibimos como propias.» Byung-Chul Han. Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. Por supuesto que en cada región el neoliberalismo adquiere características propias, en algunas el control es más avanzado, más refinado, en nuestro caso seguimos en una etapa todavía pedestre, a nuestros multimillonarios no se les dan los estudios, su cultura es la del mercado, compran lo caro creyendo que eso los vuelve cultos, confunden lo grandote con lo grandioso, ni siquiera se dan cuenta que los “sustos” que producen sus minicrisis financieras los afectan más a ellos que lo que ganan —más bien pierden— en una opinión pública que ya lo percibe como abusivos, mentirosos, que no se merecen lo que tienen porque no es ganado en buena lid. Los intentos de cacerolazos producen más burlas que simpatías. «La técnica de poder propia del neoliberalismo adquiere una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad. El sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento. El entramado de dominación le queda totalmente oculto. De ahí que se presuma libre. [...] El poder inteligente, amable, no opera de frente contra la voluntad de los sujetos sometidos, sino que dirige esa voluntad a su favor. Es más afirmativo que negador, más seductor que represor. Se esfuerza en generar emociones positivas y en explotarlas. Seduce en lugar de prohibir. No se enfrenta al sujeto, le da facilidades. El poder inteligente se ajusta a la psique en lugar de disciplinarla y someterla a coacciones y prohibiciones. No nos impone ningún silencio. Al contrario: nos exige compartir, participar, comunicar nuestras opiniones, necesidades, deseos y preferencias; esto es, contar nuestra vida. Este poder amable es más poderoso que el poder represivo. Escapa a toda visibilidad. La presente crisis de libertad consiste en que estamos ante una técnica de poder que no niega o somete la libertad, sino que la explota. Se elimina la decisión libre en favor de la libre elección entre distintas ofertas. El poder inteligente, de apariencia libre y amable, que estimula y seduce, es más efectivo que el poder que clasifica, amenaza y prescribe. El botón de me gusta es su signo. Uno se somete al entramado de poder consumiendo y comunicándose, incluso haciendo clic en el botón de me gusta. El neoliberalismo es el capitalismo del me gusta.» Por eso, como mecanismo de control social, es más efectivo el “buen fin” que las marchas de luto por un aeropuerto, es más productivo tener ilusionados a los individuos haciéndoles creer que endeudándose tendrán acceso al paraíso del consumo fuera de su nivel de ingreso. «¿Acaso no son las elevadas deudas una prueba de que no tenemos en nuestro haber el ser libres? ¿No es el capital un nuevo Dios que otra vez nos hace culpables? Walter Benjamin concibe el capitalismo como una religión. Es el “primer caso de un culto que no es expiatorio sino culpabilizador”. Porque no es posible liquidar las deudas, se perpetua el estado de falta de libertad: “Una terrible conciencia de culpa que no sabe cómo expiarse, recurre al culto no para expiar la culpa sino para hacerla universal”.» Las “ofertas” ya no son tales, los precios se manipulan semanas antes para después hacer como que bajan para inducir el consumo, pero sabedores todos de que eso no es suficiente, más bien que el ingreso nunca será suficiente para tener lo que nos dicen que debemos tener, avientan la ilusión de los “meses sin intereses”, se hipoteca el tiempo, la vida, el futuro, para beneficio de los que controlan y monopolizan un mercado que de “libre” solo tiene el apodo. Paradójicamente, las políticas de shock, todavía utilizadas en Venezuela, resultan obsoletas en economías como la nuestra, donde el control del gobierno aparece “diluido” y predominan los capitales trasnacionales que nos utilizan como plataforma para llegar el mercado norteamericano, mientras en lo interno seguimos padeciendo una clase política, empresarial y religiosa que pretende mantener sus privilegios cerrándose, enconchándose, negando los cambios que se le vienen encima. Aun así, gana terreno el culpar al individuo por las fallas de un diseño social que atenta abiertamente contra el bienestar de la mayoría. Si usted no es rico es su culpa por no ser productivo, por resistirse, por no endeudarse, por tener pensamientos “negativos” en lugar de dejarse arrastrar por la marea consumista. «La psicopolítica neoliberal encuentra siempre formas más refinadas de explotación. Numerosos seminarios y talleres de management personal e inteligencia emocional, así como jornadas de coaching empresarial y liderazgo prometen una optimización personal y el incremento de la eficiencia sin límite. [...] En lugar de buscar pecados se buscan pensamientos negativos. El yo lucha consigo mismo como con un enemigo. Los predicadores evangélicos actúan hoy como mánagers y entrenadores motivacionales, y predican el nuevo evangelio del rendimiento y la optimización sin límite.» En esas estamos, por supuesto que el análisis de Byung Chul Han es más complejo e interesante, provocador si lo queremos usar para explicar la coyuntura mexicana. Pero cualquier intento vale la pena. Es más difícil oponerse y resistir efectivamente a la seducción, que a la violencia y represión abierta y descarada.