jueves, 17 de noviembre de 2011

REVOLUCIÓN Y CAPITALISMO


“La Revolución (Mexicana) la hicieron los pobres y la ganaron los ricos” Arturo Salcido Beltrán, Historiador.

Era el 20 de Noviembre de 1910, fecha pactada para iniciar el movimiento popular que buscaría derrocar a Porfirio Díaz después de un fraude electoral descomunal. Francisco I Madero, integrante de una de las 10 familias más ricas del país, hacendado con estudios en Estados Unidos y Francia, atraviesa la frontera norte hacia México, no encuentra movilización alguna ―apenas 3 días antes se había masacrado a la familia Serdán en Puebla― y regresa a su refugio en nuestro vecino del norte. Pero esa fecha queda en la historia oficial y en el imaginario social como la del inicio de una revolución cuyo carácter social es otorgado por Emiliano Zapata y su guerra de guerrillas, y Francisco Villa con su nunca reconocida División del Norte.

El desenlace lo conocemos, Zapata y Villa son asesinados por mantener las reivindicaciones de sus tropas, de sus pueblos, no sin antes demostrar que la utopía revolucionaria es posible. Villa en la hacienda de Canutillo llega a tener a los campesinos mejor pagados del país, con producciones agrarias más que significativas. Zapata, con Palafox encargado de la parte agraria del gobierno, en seis meses, logra el reparto de las tierras en poder de las haciendas a favor de los pueblos, y con la propiedad y producción comunal de las mismas alcanza producciones muy por encima de las logradas por las “eficientes” haciendas. Ambos experimentos tenían que ser sofocados.

Los ganones vuelven a ser esos ricos hacendados que crecen sus tierras y fortunas al amparo del porfirismo, allí está Venustiano Carranza, que al día siguiente de promulgada la Constitución de 1917 comienza su proceso de desmantelamiento proponiendo reformas a algunos de los artículos más importantes y dilatando las demandas obreras y campesinas hasta que el ejército federal logra controlar el país, ese mismo ejército organizado y comandado por los generales leales a un proyecto ajeno a las masas populares. En fin, hay muchas formas de interpretar la historia, algunas arrojan más luces que sombras, otras prefieren la crónica de fechas y hechos desarticulados, incomprensibles, opacos. Lo mejor es investigar, leer, buscar en el pasado para entender el presente, para marcarnos un lugar propio en esa historia nacional, para fijarnos un objetivo y darle sentido a nuestra vida.

Mientras, ese capitalismo neoliberal sigue provocando víctimas, la democracia es una de ellas y apenas nos estamos dando cuenta. Orlando Delgado Selley hace el recuento: “En esta etapa de la crisis del capitalismo contemporáneo, los gobiernos de los países que con dificultades para refinanciar sus pasivos, han ido cayendo uno a uno. En Grecia, primer país en reconocer la situación de sus finanzas públicas y solicitar apoyo financiero, tras 20 meses de agonía Papandreou ha anunciado su dimisión. Meses antes el gobierno irlandés, que aceptó un duro plan de austeridad a cambio de que sus socios europeos destinaran los recursos necesarios para cumplir con obligaciones derivadas del rescate a los bancos irlandeses, también cayó […] En Portugal, luego de tres programas de austeridad fiscal, el gobierno del socialista Sócrates tuvo que aceptar elecciones anticipadas, en las que ganó la derecha. En España, aunque no se ha demandado apoyo financiero si se han instrumentado severos planes fiscales de austeridad, el gobierno del PSOE tras una rotunda derrota en las elecciones pasadas aceptó elecciones anticipadas que se celebrarán el 22 de noviembre, en las que nadie duda que será barrido. En Italia, Berlusconi dimitirá tan pronto logre que el parlamento italiano acepte un programa de austeridad supervisado por el FMI”. Los gobiernos derrumbándose mientras los banqueros, corresponsables de las crisis, se mantienen en sus lujosas oficinas con sus insultantes sueldos y comisiones. Las poblaciones de esos países y otros ―como el nuestro― han estado sufriendo de esos programas de disque austeridad, viendo como sus instituciones sociales son desmanteladas progresivamente, sufriendo del deterioro en su calidad de vida sin que nadie les haya preguntado si ese era el camino que querían transitar, simplemente se impusieron. De allí la importancia de que la izquierda mexicana se haya podido poner de acuerdo en una precandidatura presidencial, en un programa de gobierno que se irá decantando y que puede constituir una forma diferente de encarar las crisis económicas y sus graves consecuencias en los individuos, en sus familias, en sus barrios y comunidades. Pero el espacio es limitado, habrá que seguir bordando sobre este y otros temas.

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