NI
FUE TAN FÁCIL
Joaquín
Córdova Rivas
Si
no conocemos el pasado, el presente se nos presenta como un rompecabezas
imposible de armar. Eso pasa con algo tan importante como el proceso
independentista de México y del resto de los países del subcontinente.
Presentar ese proceso histórico como un simple enfrentamiento de criollos
—invisibilizando al resto de los pobladores y sus culturas— contra españoles,
sirvió para amalgamar un relato que parecía incluyente y monotemático.
Pero
las ideas, expresadas en palabras, cuentan otra historia.
«Deudor
de la historia conceptual, de la historia intelectual y de la historia de los
lenguajes políticos, un conjunto de autores ha producido un sugerente corpus
que ha puesto el ojo clínico en la materia prima con que todas aquellas
transformaciones se materializaron: las palabras. Conscientes de que el
lenguaje no es, no puede ser, un medio transparente de transmisión de ideas,
estos autores han examinado los usos de los conceptos, los contextos en que
cobraron vigencia y sentidos y los medios particulares en que fueron
enunciados. Así, las independencias se revelaron como momento crítico de una
larga época bisagra —visible desde el último tercio del siglo XVIII y extensiva
hasta los convulsos mediados del XIX— en que se articularon los lenguajes
políticos de la modernidad. Nación, pueblo, soberanía, patria, libertad,
ciudadanía, república, revolución, Estado e incluso democracia fueron, desde
esta perspectiva teórica y metodológica, algunos de los conceptos medulares
que, debido a su potencial de controversia y polisemia, hicieron pensables y
“decibles” las nuevas maneras en que los hombres organizaron y disputaron sus
relaciones con el poder y transitaron de un mundo de imperios y monarquía a uno
de estados nacionales.»
Como
podemos ver, ese proceso histórico de principios del siglo XVIII fue algo mucho
más complejo y la historiografía lo revela al decir del Doctor en Historia
Rodrigo Moreno de la UNAM. https://www.academia.edu/38974274/La_historiograf%C3%ADa_del_siglo_XXI_sobre_la_independencia_de_M%C3%A9xico
Y
otra vez topamos con una idea de la historia en que las rupturas esconden
procesos diferentes, que requirieron de confrontarse por la vía de las ideas,
de las urnas y finalmente de las armas para encontrarse o dirimir un ganador,
no podemos hablar de fuerzas antagónicas homogéneas, menos en casos como este
aunque se expresen en coyunturas comunes porque sirven a sus diferentes fines,
y por eso:
«...
la independencia dejara de ser vista como una gesta heroica o como una rebelión
campesina y se convirtiera en el más o menos sofisticado laboratorio de una
serie de experimentos políticos, en buena medida impulsados por los devenires
metropolitanos. La independencia, entonces, ya no se explicó tanto como la
liberación de una patria prexistente, sino como el disputado escenario en que
la soberanía dejó de ser la máxima atribución del rey para convertirse en el
fundamento del pueblo y de la nación como entidades genuinamente
constituyentes. Dicho en pocas palabras, esta historiografía dejó en claro que
la nación (cualquiera) no se liberaba, se “constituía”. Así, fueron
meticulosamente analizados los ámbitos en que dicho proceso se materializó: las
elecciones, los debates legislativos, las polémicas públicas, las instituciones
y las corporaciones (como las eclesiásticas). [...] la imagen un tanto pétrea y
homogénea de un “pueblo” levantado en armas que buscó romper las cadenas que lo
subyugaban, se ha historizado en un mosaico plural de grupos e individuos
dotados de intereses diversos que incorporaron de maneras muy variadas los
mecanismos y los argumentos que proveían el liberalismo, el republicanismo y la
independencia. Armas y urnas (herencias revolucionarias, ambas) habrían sido
herramientas frecuentemente recurridas para dirimir las tensiones y los
conflictos en este tiempo de adaptación, asimilación y reacomodo. Para algunos,
esa multiplicidad de intereses obliga a considerar el plural para referir a los
movimientos que poblaron amplias regiones novohispanas entre 1810 y 1821 (y no
solo). Desde este ángulo, pareciera poder distinguirse una insurgencia
políticamente organizada (y no exenta de sus propias disputas interiores) que
surgió con Hidalgo y evolucionó luego a la Junta Nacional Americana y al
Congreso que promulgó la Constitución de Apatzingán; por ejemplo, y al lado o
alrededor de esta un conjunto de “insurgencias populares” diversas provistas de
intereses particulares y las más de las veces comunitarios de muy problemática
conexión con los proyectos políticos de la primera.» La historiografía del
siglo XXI sobre la Independencia de México. Rodrigo Moreno Gutiérrez.
Historiagenda, año 27, núm. 38, octubre de 2018 - marzo 2019. UNAM.
Por
eso resulta en una etapa histórica dilatada de difícil conclusión pero que,
finalmente, sirve para consolidar algunos conceptos que permiten hablar de una
patria común, aunque sin resolver algunas de sus contradicciones que irán
decantándose con la Reforma y la Revolución. Por eso en la noche del 15 de
septiembre, madrugada del 16 invocamos a esos personajes —héroes— que nos
dieran patria y libertad.
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