sábado, 17 de febrero de 2018

EL PENSAMIENTO CONFUNDIDO

Joaquín Córdova Rivas Hay ideas fijas que se dan por incuestionables y se toman como base para avanzar en cierto tipo de conocimiento, pero como dice la canción de Luis Eduardo Aute: “el pensamiento es estar siempre de paso”, por lo que, a final de cuentas, esas ideas fijas terminan por no dejar avanzar, se utilizan como anclas que inmovilizan creyendo que como el mar se mueve, es uno el que está navegando. Una de ellas, que se repite hasta el cansancio, es que, en política, para que las cosas cambien debe operarse de abajo hacia arriba, de la base a la cúspide, de la masa a la élite, porque con ello se aseguraría que los intereses de la mayoría prevalecerían sobre el de la minoría, que, por serlo, ve la realidad desde una óptica completamente diferente. En teoría eso puede ser cierto, pero se ignora que, frecuentemente, esa “mayoría” ni siquiera tiene claro cuáles son sus intereses y termina defendiendo los que no son suyos y hasta le resultan contraproducentes. O también, que exista una minoría ilustrada, conocedora de sus orígenes, convencida de que el buen gobierno es considerar los intereses de todos y mediar cuando los de unos cuantos pretendan imponerse sobre los de todos. «Para gobernar un Estado de tamaño medio, hay que despachar los asuntos con dignidad y buena fe; ser frugal y amar a todos; movilizar al pueblo sólo en los momentos adecuados.» Confucio. En términos religiosos, una persona que enarbole la defensa de los oprimidos, de los pobres, de los generacionalmente desfavorecidos, es ensalzada y santificada; se convierte en ejemplo a seguir, sus palabras y acciones se ven exclusivamente desde la bondad y la valentía. Por eso, no es casual que las dos primeras, de tres acepciones que aparecen en el diccionario de la RAE sean: «1. En el judaísmo, salvador y rey descendiente de David, prometido por los profetas al pueblo hebreo. 2. En el cristianismo, redentor enviado por Dios para salvar a la humanidad. El Mesías.» Dejando como tercera opción, la que parece corresponder a la persona con las mismas características, pero desde el lado de la política: «Sujeto real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida.» Y entonces ya se vale ponerle adjetivos ¿El Mesías tropical? «Quien gobierna mediante la virtud es como la estrella Polar, que permanece fija en su casa mientras las demás estrellas giran respetuosamente alrededor de ella.» Confucio. Pero no todos han estado de acuerdo con esa visión, para no ir más lejos en el tiempo, en la China de Confucio, podía enseñarse algo diferente: la virtud de los gobernantes, por el hecho de serlo, era más que importante. Algunas de sus analectas —“Colección de trozos selectos de materias literarias” como dice la RAE—, están en el contexto del filósofo chino al cual no le gustaba decir cosas nada más porque se escucharan bien, sino porque encontraba su práctica inmediata en la forma de gobernar. Quizás a los precandidatos presidenciales le convendría leerlas, ahora que están en pausa forzosa, recargar baterías mentales no sería mala idea, y hasta se evitan gastar en encuestas que les van a indicar lo que ellos quieren: ««Eleva a las personas honradas y colócalas por encima de las no honradas, y ganarás el corazón de la gente. Si elevas a las personas no honradas y las sitúas por encima de las honradas, el pueblo te negará su apoyo.» Nuestros aborrecibles neoliberales deberían recordar que no todo se vale, que el “fin de la historia” se la inventaron para justificar su pereza ética y moral, y su incansable voracidad y corrupción, que “el mercado” nunca ha sido ni será “libre” porque es una invención humana y solo algunos se benefician de la falta de control, que al igual que otras “modas” puede terminar, aunque no deje de provocar terribles daños, quizás irreversibles: «Ser rico y tener rango es lo que todo el mundo codicia; pero si la única forma de obtenerlo va contra sus principios, debe desistir de su propósito. La pobreza y la oscuridad es lo que todo el mundo odia; pero si para escapar de ella tiene que ir contra sus principios, debe aceptar su suerte. Si un caballero traiciona la benevolencia, ¿cómo puede hacerse un nombre? Ni siquiera por un momento debe un caballero apartarse de la virtud; se aferra a ella a través de las pruebas, se aferra a ella a través de las tribulaciones.» Para Confucio, actuar de acuerdo con ciertos principios y ser buen gobernante tiene sus efectos, sus afanes por hacer el bien no pasarán desapercibidos: El señor Ji Kang preguntó: «¿Qué puedo hacer para que el pueblo sea respetuoso, leal y aplicado?» El Maestro respondió: «Acércate a él con dignidad y éste será respetuoso. Sé tú mismo un buen hijo y un padre bondadoso, y el pueblo será leal. Eleva a los buenos y entrena a los incompetentes, y todos cumplirán su deber con celo.»

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