sábado, 9 de julio de 2011

MEXICANOS EN EL NORTE

“A veces los países nos expulsan, nos vomitan. Y entonces uno debe partir para poder comer. O para poder seguir viviendo. De eso se trata el exilio: de un movimiento doloroso, con pasaje sólo de ida y destino a la incertidumbre. Y aunque la experiencia es común a muchas regiones del mundo, pasa que del borde de México para abajo, dentro de esta zona que llamamos América latina, todas estas migraciones y exilios forzados son todavía más parecidos: nos enlazan en comunión”. Mercedes Pérez Bergliaffa para El Clarín de Argentina.

Es cierto, las migraciones nos hermanan porque somos víctimas de lo mismo, de la indiferencia, del conformismo, de una política económica criminal que se ensaña con los más pobres y que favorece a unos poquitos a quienes les otorga inmunidad a través de la corrupción.

Antes, no hace mucho, nuestros jóvenes hombres parecían tener la vida resuelta, era cosa de terminar algunos estudios básicos, la secundaria o preparatoria, para después partir al norte a hacer camino o a reunirse con los parientes cercanos ya instalados, con toda su “ilegalidad”, por aquellos rumbos. Pero nuestro vecino del norte, ese a quien le conviene que sigamos siendo vulnerables por la falta de papeles para no reconocernos derechos y pagarnos poquito, que además nos necesita para hacer los trabajos que ellos rechazan, también nos ocupa para responsabilizarnos de sus desgracias. Si hay desempleo, si hay aumento de precios, si sus escuelas y hospitales no son suficientes y su sistema de salud no funciona, si incrementa la delincuencia y el consumo de drogas, tenemos la culpa. Lo mejor que se les ocurre es legislar contra los migrantes, hacer más peligroso y caro el paso de la frontera, perseguirnos, separar nuestras familias, apresarnos.

Pero resistimos y la cultura nos sirve de refugio, como lo señala Bergliaffa refiriéndose a la exposición llamada “Arte tejano. De campos, barrios y fronteras” que se lleva a cabo en la Fundación OSDE de Texas: “Formada por los mexicanos y sus descendientes –habitantes del sur de los Estados Unidos, allí, en el estado de Texas–, su identidad más profunda tiene que ver con varias cosas, como por ejemplo la herencia española e indígena, su mezcla con los vaqueros (“cowboys”) y, fundamentalmente, el espacio geográfico que habitan: una tierra donde la ideología parece hecha de arenas movedizas y actualmente devenida línea de fuego debido al narcotráfico, un problema cada vez más grave. Una zona máxima de frontera, pasaje venenoso y licuado cultural”. A la discriminación se suma la inseguridad, los secuestros mal llamados levantones, las extorsiones del crimen organizado, las desapariciones, los asesinatos.

Para el dinero no hay ética, ni moral, ni fronteras. Las compañías norteamericanas que han servido para trasladar dinero de un país al otro no dudan en volverse cómplices de los delincuentes con tal de seguir ganando su injusta comisión. Tan solo en el 2010 la Comisión Nacional de Derechos Humanos registró unos 20 mil migrantes secuestrados, principalmente mexicanos y centroamericanos, por cada uno de ellos se piden rescates que oscilan entre 1,500 y 5 mil dólares. Según una investigación de la agencia de noticias IPS a través de su reportero Emilio Godoy (www.rebelion.org): "No hay otra forma de cobrar los rescates que no sea por Western Union, por su presencia en las comunidades. Necesariamente debe haber una forma de cobrarlos para que no salte el sistema y detecte transferencias sospechosas", dijo a IPS el sacerdote mexicano Luis Nieto, fundador de la organización no gubernamental Nuestros Lazos de Sangre y promotor desde hace más de diez años de los derechos de los inmigrantes.

Y es que ante la petición de “rescates” los familiares se esfuerzan al máximo por conseguir la cantidad exigida, venden propiedades, se endeudan y al final depositan el dinero en esa compañía. En un intento por protegerse, los parientes de esas víctimas no dan a conocer el código de operación hasta que sus familiares son liberados, pero, en muchas ocasiones, las cantidades son cobradas sin la necesidad de presentar ese requisito (el código) y sin que los retenidos aparezcan, lo que parecería indicar que la empresa está de acuerdo con los secuestradores (www.apestan.com).

Ante tanto abuso el arte ha servido para identificarnos e intentar defendernos, así lo cree Cesáreo Moreno, encargado de la muestra que mencionamos y curador del Museo Nacional de Arte Mexicano de Chicago: “Pienso que todos los países del mundo donde fluye la migración o donde cambian las fronteras tienen experiencias parecidas, aún cuando el ser humano busque las mismas cosas de distintas maneras. Respecto a esto, las artes plásticas nos muestran lo que tenemos como único cada región o país, pero también lo que tenemos en común, y creo que esto es importante. Porque nos permite comprendernos unos a otros, y formar un respeto necesario.”

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