sábado, 27 de noviembre de 2010

ARQUITECTURA URBANA Y CARÁCTER SOCIAL

Queriendo hacer un favor, de quedar bien como siempre, sin el menor asomo de crítica o cuestionamiento, muchos medios de comunicación queretanos publicitaron como la principal obra para conmemorar el centenario de la Revolución al distribuidor vial que lleva ese nombre, con el prefijo correspondiente para que abarque a la independencia. Tan raquíticos estuvieron los eventos alusivos al mismo que en la tierra donde se firmó la concreción de los ideales revolucionarios, la Constitución de 1917, una obra vial fue lo más valorado.

En lo federal no hubo sorpresa, desde hace meses nos preguntábamos cómo le iba a hacer un gobierno emanado ideológicamente de la contrarrevolución para festejar algo con lo que ha estado sistemáticamente en contra, ni siquiera les alcanzó el talento para reescribir la historia aunque hubo intentos desde la periferia, como el de Enrique Krauze y su bola de cristal que le dijo que si Madero y los principales caudillos de la época hubieran “negociado”, se hubiera evitado el baño de sangre y la larga secuela de asesinatos políticos y corruptelas que fueron la base de los más de 70 años de dominio priista.

Pero en lo estatal se esperaba otra cosa, después de todo, el gobierno actual se supone heredero y usufructuario de ese movimiento social, no sólo le debe su pasado, también su presente y futuro. Pero los festejos fueron muy limitados, desangelados, como hechos a fuerzas y por mero compromiso social. Cuando mucho se estrenaron spots publicitarios que machacan en la pobre idea de que la revolución está en el compromiso ¡individual! El simple voluntarismo como piedra de toque de la transformación social hacia ninguna parte, porque, según esto, todo está bien.

En Querétaro le tememos a los espacios abiertos, no por una agorafobia colectiva, sino porque permiten la reunión multitudinaria con poco o ningún control de la autoridad; los pocos que hay están llenos de obstáculos disfrazados de escalones, monumentos, fuentes, luminarias, jardineras, macetones, banquetas en zonas exclusivamente peatonales y todo lo que se nos pueda ocurrir. Por eso los magnos eventos que involucran a la orquesta filarmónica del estado obligan a arrinconarla, si además hay bailables u otro tipo de escenario, el espacio para el público es pequeño, incómodo, peligroso, casi imposible de transitar y de disfrutar. Ni mencionar cualidades ópticas o acústicas, se ve y se oye como se puede. Pues en ese tipo de espacio público, Plaza de Armas, se dio la exhibición de bailables regionales y la ejecución de la orquesta con el mariachi Vargas de Tecalitlán. Todo muy “bonito”, la calidad de los grupos de baile y de la orquesta y mariachi no dejan duda alguna de lo que hacen.

Mientras, el mismo día y a la misma hora, el gobierno municipal a través de su secretaría de cultura y del instituto municipal de la juventud armaron el concierto con ese duende musical llamado Natalia Lafourcade. Si bien el escenario queda más desahogado, porque se usa lo que fue el arroyo vehicular, los problemas de acomodo, de sonido y visual complican cualquier evento. Queriendo ser congruentes con el desafecto ideológico lo titularon re-evolución y los controles sobre el comportamiento del público se centran en la pequeña explanada que queda entre ese escenario provisional y la estatua de Vicente Guerrero en la Plaza (¿Jardín?) del mismo nombre. Increíble que en un concierto principalmente juvenil se exija que el público permanezca sentado y sin despegarse de su silla. Natalia Lafourcade cumplió con una ejecución de sus canciones con arreglos diferentes a los de sus grabaciones, lo que desconcertó a más de uno que esperaba corear lo conocido de la misma forma de siempre, mostrando su faceta experimental y con músicos talentosos que dominan diferentes instrumentos, al igual que ella.

Pensemos en otros espacios céntricos, la todavía llamada Plaza Constitución tampoco permite espectáculos masivos, todos los obstáculos posibles se le pusieron encima, además suele correrse el rumor de que el peso de una multitud pueda provocar un hundimiento, aunque el peso de la fuente ya hubiera producido lo inevitable. El patio central del centro comercial –perdón, cultural—inaugurado como Gómez Morín, también tiene una fuente al centro y su acceso es fácil de controlar para evitar actos “bochornosos” o incómodos para el gobierno en turno. Cuando se autoriza algún evento masivo, de carácter comercial, se usan los estacionamientos, como el del estadio Corregidora, o de plano se exilian al privatizado centro expositor.

Así es como se utiliza la arquitectura queretana para el control social, como si hiciera falta, aunque ahora se les revierte cuando se necesita de un contacto más cercano entre el gobierno y sus ciudadanos.

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