sábado, 5 de junio de 2010

EL PENSAMIENTO LÍQUIDO

Hay muchos indicios de que, a diferencia de sus padres y abuelos, los jóvenes tienden a abandonar la concepción "cíclica" y "lineal" del tiempo y a volver a un modelo "puntillista": el tiempo se pulveriza en una serie desordenada de "momentos", cada uno de los cuales se vive solo, tiene un valor que puede desvanecerse con la llegada del momento siguiente y tiene poca relación con el pasado y con el futuro. Como la fluidez endémica de las condiciones tiene la mala costumbre de cambiar sin previo aviso, la atención tiende a concentrarse en aprovechar al máximo el momento actual en lugar de preocuparse por sus posibles consecuencias a largo plazo. Cada punto del tiempo, por más efímero que sea, puede resultar otro "big bang", pero no hay forma de saber qué punto con anticipación, de modo que, por las dudas, hay que explorar cada uno a fondo. Zygmunt Bauman Premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades 2010.

En una época como la actual, donde hasta los intelectuales se quejan de que hay poca producción de ideas que sirvan para explicarnos lo que sucede, el trabajo analítico del sociólogo polaco nacido en Poznan en 1925 pero avecindado en Gran Bretaña desde hace muchos años por el antisemitismo que lo exilió de su país de origen, es una bocanada de aire fresco en esa atmósfera asfixiante, soporífera, de una supuesta no ideología.
Según el periodista argentino Héctor Pavón, lo que dispara la visión teórica de Bauman es un suplemento de un medio de comunicación escrito inglés, así lo narra: How to spend it.... Cómo gastarlo. Ese es el nombre de un suplemento del diario británico Financial Times. Ricos y poderosos lo leen para saber qué hacer con el dinero que les sobra. Constituyen una pequeña parte de un mundo distanciado por una frontera infranqueable. En ese suplemento alguien escribió que en un mundo en el que "cualquiera" se puede permitir un auto de lujo, aquellos que apuntan realmente alto "no tienen otra opción que ir a por uno mejor...". La desigualdad a todo lo que da. Unos poquitos que no encuentran en qué gastar una minúscula parte de todo lo que han acumulado gracias a un sistema económico que se nos presentó como el único posible después de la caída del muro de Berlín. Ese capitalismo turbo que analiza la sociología alemana y que produce estragos a lo largo y ancho del único planeta en que podemos vivir.
En ese tiempo que carece de fluidez porque está constituido por una gran cantidad de episodios de vida que aparecen desconectados unos de otros, donde el esfuerzo empeñado en el presente no garantiza nada en el futuro, ni siquiera la posibilidad de seguir estudiando, ni un empleo seguro, ni un ingreso digno y permanente, ni una familia estable, ni una vida saludable física y emocionalmente, ni vivienda propia, ni escapar de caer en la miseria, ni el gozo, ni el disfrute, ni nada. Por eso ese tiempo que aparece como miríadas de puntos, sin relación unos con otros, hay que exprimirlos al máximo. ¿Para qué quemarse las pestañas leyendo, estudiando, haciendo tareas? Si se puede estar en el chupe, en la fiesta, en el consumo desmedido de alcohol y de otras sustancias aunque sean adictivas. ¿Para qué practicar la abstinencia o una sexualidad responsable? Si la oportunidad de tener sexo se presenta casi sin previo aviso y de la misma forma se puede perder para siempre, no importan las consecuencias como los embarazos no deseados, las enfermedades de transmisión sexual, la pérdida de un proyecto de vida que no existe más que en la mente de los mayores que no entienden la urgencia por vivir lo que se tiene, porque quizás mañana no se tenga.
Por eso los esfuerzos, más voluntaristas y plagados de supuestas buenas intenciones, por reforzar una moral religiosa o laica se estrellan contra una realidad que las rebasa, no es que carezcamos de valores, es que el sistema económico y sus provocadas desigualdades están determinando nuestra manera de pensar y comportarnos, la incertidumbre sobre nuestro futuro más inmediato produce tensiones sociales que no sabemos resolver.
El propio Bauman nos contextualiza y es tan actual que parece que está refiriéndose a nuestra circunstancia mexicana: Cada época y cada tipo de sociedad tiene sus propios problemas específicos y sus pesadillas, y crea sus propias estratagemas para manejar sus propios miedos y angustias. En nuestra época, la angustia aterradora y paralizante tiene sus raíces en la fluidez, la fragilidad y la inevitable incertidumbre de la posición y las perspectivas sociales. Por un lado, se proclama el libre acceso a todas las opciones imaginables (de ahí las depresiones y la autocondena: debo tener algún problema si no consigo lo que otros lograron); por otro lado, todo lo que ya se ganó y se obtuvo es nuestro "hasta nuevo aviso" y podría retirársenos y negársenos en cualquier momento. La angustia resultante permanecería con nosotros mientras la "liquidez" siga siendo la característica de la sociedad. Nuestros abuelos lucharon con valentía por la libertad. Nosotros parecemos cada vez más preocupados por nuestra seguridad personal... Todo indica que estamos dispuestos a entregar parte de la libertad que tanto costó a cambio de mayor seguridad.
Para colmo, existe una desvinculación creciente entre la política (y los políticos) con las necesidades e intereses de las mayorías, por eso abominamos a los partidos políticos y a sus cúpulas que sólo persiguen sus propios intereses y entrar (infructuosamente) a esas pequeñas élites económicas que concentran la riqueza que se produce socialmente, de allí la tendencia de privatizar hasta los servicios públicos más básicos e indispensables y la tentación de seguir presentando los mismos turbios personajes –véase la presentación de Emilio Gamboa Patrón como propuesta de líder de organizaciones populares― para amparar más de lo mismo.
Estudiosos como Bauman, Touraine y otros más que no se han dejado absorber por esa aspiradora que es el neoliberalismo, hacen su trabajo e intentan explicarnos lo que nos pasa hasta en nuestra vida diaria y cómo y por qué nos relacionamos con los otros, toca nuestro turno el conocerlos, el intentar darle “fluidez” a la vida, lograr que el esfuerzo, el aprendizaje, la originalidad, los valores y el trabajo legal y honesto sean las fuentes principales de bienestar; y no esa dispersión temporal que propicia y justifica la impunidad, la delincuencia y la concentración desmedida e insultante de riqueza.

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