domingo, 6 de septiembre de 2009

ENTRE THRILLER Y UNA MUJER DESNUDA

ENTRE THRILLER Y UNA MUJER DESNUDA
Joaquín Córdova Rivas

El título no es ninguna broma ni el fallido intento de hacer drama, con un poquito de suspicacia alguien podría decir que entre esa marca Guiness por bailar en bola lo mismo y al mismo tiempo, y la mujer que descubrió sus pechos en el congreso local está el tercer informe del gobierno calderonista y podría tener razón.
A ver si logro articular algo medianamente comprensible. La sociedad de consumidores en que vivimos está desordenando nuestras neuronas, modificando los esquemas mentales que ya construimos a lo largo de nuestra vida y los sustituye, sin pedir permiso y sin avisar, por otros nuevos. El que no nos demos cuenta de que eso está pasando hace que nuestro pensamiento se vuelva “líquido”, creo que por allí va la teoría del sociólogo polaco Zygmunt Bauman.
Recientemente está circulando la hipótesis de que la situación del país está tan mal que es esperable un estallido social, lo dudo, el neoliberalismo bestial está imponiendo su propia lógica, las ideas de comunidad y de grupo, en donde todos debemos ser solidarios con todos porque nos identificamos unos con otros, porque nos importa el presente y el futuro colectivos, han quedado hechas pedazos, y fueron sustituidas hace rato por el concepto de multitud, con todos los problemas que ello significa. Porque una “multitud no es un equipo, las multitudes nada saben de la división del trabajo […] En una multitud no hay especialistas, ni poseedores de habilidades individuales […] En la multitud no hay intercambios, ni cooperación, ni complementaridad, tan sólo la proximidad física y la coordinación de la dirección del movimiento en curso”, pero más importante “Las multitudes, a diferencia de los grupos, no saben nada de disensos y rebeliones”. Por eso hay poder de convocatoria para juntar a miles de mexicanos a bailar Thriller en la explanada del Monumento a la Revolución, lo que es una contradicción ideológica; o a desnudarse en la plancha del Zócalo para que el inglés Spencer Tunick tome sus fotos o cualquier otra que se le venga en mente. Pero no para protestar por la pobreza indignante y la riqueza insultante a sabiendas que se dan juntas y una depende de la otra.
El vivir en una sociedad de consumidores trae otras consecuencias que la ignorancia disfraza de inmoralidad o de pérdida de valores, cuando en realidad es algo más profundo y grave.
Querétaro se ha distinguido por el alto índice de divorcios, por el porcentaje de menores solteras embarazadas, por la desintegración familiar. Lo curioso es que la queja venga de los mismos que han impuesto al neoliberalismo como forma de vida, de los que le temen a los grupos y los disgregan y exigen tratar con individuos, sin quererse dar cuenta de que actuando así están propiciando lo que les asusta y de lo que se quejan.
Ya lo advertían tiempo antes teóricos de las ciencias sociales como Anthony Giddens, en esta sociedad de consumidores “El impacto en la diferencia de una relación de pareja y un acto de compraventa de artículos comunes –distinción por cierto profunda que nace de la mutualidad del consentimiento requerido para que la relación se inicie—resulta minimizado o abiertamente descartado por la cláusula que dictamina que basta con la decisión de una de las partes para que esta termine. Esa cláusula saca a la luz la similitud anulando la diferencia: en un modelo de «pura relación», como en los mercados, las partes tienen derecho a tratarse entre sí como tratan a los objetos de su consumo. Una vez que se ha extendido a las relaciones de pareja el derecho (y la obligación) que uno tiene de deshacerse y reemplazar un objeto que ya no le satisface plenamente, las partes pasan a tener el rango de objetos de consumo […] Obviamente, una «pura relación» focalizada en la utilidad y la gratificación está en las antípodas de la amistad, la dedicación, la solidaridad y el amor, de esas relaciones de «nosotros dos» consideradas como la argamasa del edificio de la unión humana”. Porque en esta sociedad los humanos vemos a lo demás y ellos nos ven como objetos de consumo es que estamos como estamos, no por esas simplezas de una moralidad o unos valores ahistóricos que en los hechos no pueden existir sin estar anclados en un contexto específico. La solución no está en hacer más difícil la decisión de divorciarse, sino en cambiar la organización social desde sus bases económicas. Por eso tampoco se vale que el estado decida sobre el cuerpo de una mujer tratándola como menor de edad, pero eso no lo va a entender el diputado Urbiola y porras que lo acompañan; los tiempos en que las creencias se imponen a través de los aparatos represivos del estado no pueden ser la base de una sociedad que recupere los vínculos de solidaridad. Si esa mujer no se hubiera descubierto en la vergonzosa sesión del congreso local, los medios de comunicación ni caso hubieran hecho de la existencia de esos disensos, no de membretes como se les pretende descalificar, sino de los pocos grupos sociales que todavía responden a intereses comunes y se mueven para defenderlos.
Aquí caemos en el tercer informe de un gobierno que nació atado a los intereses de los que se benefician, en lo inmediato, de una sociedad de consumidores. Un gobierno que no entiende que no puede utilizar las formas viejas para explicar problemas nuevos aunque les ponga el mismo nombre. Un gobierno que ya no gobierna porque se creó enemigos por todos lados, porque se aisló, porque desprecia a los que no piensan como él. Así tenemos un presidente que quiere imponer su visión rosita sobre una realidad que brinca de lo negro al rojo sangre.

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