Joaquín
Córdova Rivas
No
son simples números grandototes, no son solo montañas de dinero que no alcanzan
a gastarse en una vida, son cientos o miles de plazas de médicos, enfermeras,
maestros, son aulas, caminos, escuelas, hospitales y clínicas, es la diferencia
entre la vida o la muerte para muchos, es la distancia entre miles de vidas
dignas y la pobreza extrema, es la condena a la desigualdad social o la
oportunidad de aprovechar las oportunidades que deberíamos de tener todos.
No
tiene caso contribuir a la danza de números o al escarnio social que se torna
inútil por falta de resultados, interesa ahora saber qué circunstancias de vida
determinan que existan ese tipo de malas personas que, sabiendo, porque lo
saben, que su actuar provocará daños a miles o millones de semejantes, se
esfuerzan por robar, por corromper, por embarrar y hasta mandar a la cárcel a
familiares y cercanos con tal de salirse con la suya.
«…
a diferencia de otros seres vivos o inanimados, los hombres podemos inventar
y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece
bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo o
inconveniente. […] De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos
y procurar adquirir un saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir o
arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética.» Ética para
Amador. Fernando Savater. http://www.paginaspersonales.unam.mx/files/981/Savater_etica_amador2.pdf
Distinguir
entre lo bueno y lo malo se aprende, ser honesto o corrupto también, aunque
podemos admitir que en ocasiones las fronteras parecen difusas, cada sociedad
tiene maneras de enseñar lo que es válidamente aceptado y lo que no y en ello
interviene la familia, la escuela, la religión, las tradiciones y costumbres,
también eso que llamamos moral y que parece contenido en preceptos que se
asumen como atemporales, como los diez mandamientos cristianos por ejemplo, o
reglamentaciones más complejas que encontramos en los textos considerados
sagrados por los distintos grupos humanos de donde provenimos. De hecho,
algunos filósofos de la educación encuentran que la educación escolarizada,
presencial, sirve para destorcer lo torcido por algunas familias, por
fanatismos o por otras creencias o formas de socialización.
Solemos
decir que alguien no tiene moral ni ética porque no piensa ni se comporta como
creemos que debiera hacerlo, pero eso es una simplificación peligrosa porque
corta cualquier posibilidad de argumentación y de transformación. En el otro
extremo podemos caer en el error de creer que es solo el individuo el
responsable de su actuar y pensar, pasando por alto las determinaciones
socioculturales en que estamos sumergidos. Resumiendo, vivimos en una sociedad
neoliberal que tiene su propia forma de entender la moral y la ética, no es que
no la tenga o vaya en contra de ella.
«Se
suele entender que la racionalidad humana consiste en maximizar el beneficio,
caiga quien caiga. Incluso la racionalidad económica. Ese es el egoísta: el que
en todas sus jugadas intenta obtener el máximo, le pase lo que le pase al otro.
Creo que el neoliberalismo ha asumido la costumbre desafortunada de decir que
somos individuos egoístas, y que la maximización del beneficio es lo nuestro...
eso me parece una ideología. No es verdad. Somos seres que nos hacemos unos con
otros, y el que es cooperativo está trabajando por el otro y por sí mismo. Es
mucho más inteligente. […]
La corrupción es
una lacra, un atentado contra el Estado y el bien común. Creo que es una buena
noticia –pienso en España– que los casos de corrupción se descubran y que los
jueces actúen, impongan penas y la ciudadanía se dé cuenta de que el Poder
Judicial actúa. Y que las personas que se corrompen se den cuenta de que no hay
impunidad. Porque en los regímenes autoritarios y totalitarios por supuesto que
hay corrupción, muchísima, pero ni sale a la luz. Es una desgracia que la
corrupción exista, pero en los países democráticos sale a la luz, los jueces
toman medidas y la castigan. https://www.eltiempo.com/vida/educacion/entrevista-a-adela-cortina-sobre-la-etica-234786
Y
esta idea de que el capitalismo se sustenta en una forma de pensar, en una
ideología, en su propia ética que intenta, con cierto éxito, que las personas
piensen y actúen de determinada manera, no es un rollo de la izquierda.
«A
principios del siglo XX, en el famoso libro La ética protestante y el
espíritu del capitalismo, Max Weber brindaba un “diagnóstico de época” que incluso
hoy día nos resulta algo curioso. El diagnóstico en cuestión, anunciado ya en
el título de aquel libro, advierte que el capitalismo moderno tiene una “ética”.
Diagnóstico bastante curioso, especialmente para quienes creen que las
relaciones capitalistas de producción no expresan más que la “ley de la selva”,
sin ningún otro valor moral o mandato ético capaz de regularlas y encauzarlas. Para
el diagnóstico weberiano, la ética capitalista cumple efectivamente una función
regulativa; más aún, es una de las tantas condiciones concretas sobre las
cuales se apoya el capitalismo moderno. […] La ética, entendida en estos
términos, no sólo se refiere a la constante observación de los códigos morales
impuestos en casi todas las culturas (no matar, no robar, no mentir, etcétera),
sino que incluye actividades más relacionadas con los detalles de la vida
cotidiana. Hablamos de conductas raras vez asociadas con el buen obrar, como
ejemplo la alimentación, la sexualidad, el cuidado del cuerpo, el trabajo y otras
tantas
actividades
que por lo general realizamos de una manera automática y sin mayores
cuestionamientos.» ¿Hay una ética en el capitalismo contemporáneo?
Neoliberalismo y crítica. Pablo Martín Méndez. https://www.academia.edu/38307495/_Hay_una_%C3%A9tica_en_el_capitalismo_contempor%C3%A1neo_Neoliberalismo_y_cr%C3%ADtica
Por
eso urge cambiar, en lo inmediato y en lo posible, el modelo socioeconómico,
porque sustenta una ética y moral que vemos, continua y cotidianamente, que es
inconveniente para el desarrollo comunitario en todos sus ámbitos. Las oleadas
de violencia, el crecimiento del crimen organizado, el inconveniente incremento
en el consumo de sustancias adictivas, los feminicidios, la trata de personas,
la corrupción e impunidad, entre otras muchas lacras, tienen su caldo de
cultivo en un capitalismo desbordado —neoliberal—, basado en el despojo y la destrucción.
Ponerle freno y límites es el momento en el que estamos.
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