domingo, 16 de enero de 2011

PAÍS SANGRIENTO


La propuesta es de Eduardo del Río (Rius), la motivación es la persistencia en una estrategia equivocada a la luz de los efectos sobre la ciudadanía indefensa. No se afectan las finanzas de la delincuencia organizada que no solo se dedica al narcotráfico, también tiene que ver con el acceso a información privilegiada, con las “reglas” legales que permiten los fraudes o los dejan fuera de cualquier castigo; tiene que ver con la trata de personas incluidos niños y niñas, tiene que ver con el secuestro, robo, asesinato y explotación de migrantes propios y ajenos; con la criminalización de la protesta social, con el acoso a las organizaciones sociales y a defensores de los derechos humanos, con los asesinatos a periodistas, con las estúpidos e hipócritas “daños colaterales” de una guerra instalada en nuestras calles, escuelas, plazas, ciudades, carreteras, negocios y hogares. Tiene que ver, fundamentalmente, con un sistema social, económico, político, religioso y empresarial corrupto e impune.

Pero en lugar de enfocar los esfuerzos y las energías sociales en contra de esa corrupción e impunidad, se han concentrado los beneficios –porque siempre algunos salen ganando—en los mismos de siempre mientras se socializan las pérdidas en toda la población. Más de 30 mil mexicanos muertos en los últimos 4 años, muchas víctimas inocentes y otras no tanto, el problema es que no sabremos qué tanto porque no hay investigación, no hay un aparato de justicia que la administre y la procure, no hay un efectivo sistema penitenciario. En lo que sí ha habido éxito es en el desmantelamiento de esas instituciones basadas en la solidaridad que garantizaban cierto grado de seguridad y bienestar, esas instituciones de salud, de cultura, educación, de protección de los derechos laborales que premiaban la constancia y el esfuerzo. Que tenían fallas y eran perfectibles ¡por supuesto! Pero había cierta garantía de que a quien se portaba bien le iba bien, cualquier cosa que significara eso.

Ahora es difícil diferenciar entre los buenos y los malos, porque con el pretexto de la “guerra” o la “lucha” contra el narcotráfico y sólo contra esa parte de la delincuencia organizada, se vale todo, al grado de que es casi igual de riesgoso toparse con un retén o caravana de delincuentes que de policías y soldados. Porque algunos siguen pensando que en una guerra la ley y los derechos son un estorbo.

“Nos están llevando a un estado de importamadrismo” dice Rius, tanta violencia parece estar logrando ese efecto, o al menos es el riesgo, que el miedo combinado con la indiferencia nos lleve a aceptar lo inaceptable, que la energía ciudadana se apague y sea más manipulable, que entreguemos lo poco que nos queda como colectividad para que nuestros millonarios blindados y super vigilados sigan consintiéndose aprovechando un sistema diseñado para ellos.

Por eso el escándalo y la descalificación, si la campaña ciudadana propuesta por el monero Eduardo del Río tiene éxito en movilizar a la ciudadanía en algo tan sencillo como pegar en casas, negocios y automóviles un pequeño cartel diseñado para eso pero que cada quien debe imprimir, reproducir y pegar, para demostrar que es una iniciativa independiente, que no depende de coyunturas políticas, que es contra una estrategia que en 4 años ha demostrado su ineficacia y un costo altísimo que además se está incrementado a niveles que desde hace mucho son inaceptables, entonces se corre el riesgo –para algunos— de que se movilice para defender otras demandas urgentes y justas.

Hay que pelear contra la corrupción en todos los niveles, contra los privilegios y las desigualdades, contra la excesiva concentración de la riqueza, contra los monopolios y duopolios, contra la simulación, contra la impunidad, contra la violencia. Quizás ya llegó el momento de plantearse cambios radicales y pacíficos, no las reformas que buscan profundizar un modelo que no nos funciona.

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