jueves, 29 de abril de 2010

EL LIBRO Y LA LECTURA

En estos días anteriores cayó una conmemoración que es más importante de lo que parece, el Día Internacional del Libro no festeja nada más ese invento como lo material, como ese amasijo de páginas que gracias a otro invento, la imprenta, se convirtió en popular.
Si recordamos nuestras lecciones escolares, sabremos que antes de los griegos, esa civilización que todavía nos maravilla porque recogió buena parte de la sabiduría de la época sin destruirla, inventó un sistema de signos con los que se podía representar todo y que admitía la creación o combinación de los mismos para nombrar lo que se iba conociendo. El alfabeto, que después, en nuestro caso adoptó otro código muy parecido que conocemos como abecedario, nos permitió, como especie humana, apropiarnos de la realidad, entenderla y transformarla.
Ese código escrito y verbal nos permite entender lo material y frecuentemente superarlo, nuestra convivencia sería imposible sin ese lenguaje que se atesora en las páginas de millones de libros que circulan, se leen y se guardan en todos los lugares posibles e imaginables.
Este día del libro se celebró con conferencias, encuentros académicos de alto nivel y de lectores que son los más importantes, de ferias del libro, de rescate de los mismos antes de que se reconvirtieran en papel sin más valor que su precio por kilo, en la sensibilización de que leer no es una actividad más de la que se puede prescindir. A la lectora y escritora Ángela Pradelli le interesa la manera en que se trata a la lectura y al libro dentro de las aulas, se pregunta si en realidad lo que se dice en los discursos oficiales se concreta en la práctica de diario en las escuelas y el provecho que tiene en los estudiantes. Pradelli parte o más bien llega a un hecho contundente: "Los alumnos que leen y escriben poesía en el aula se acercan al secreto más misterioso de la creación".
Pero vamos por partes y hasta donde el tiempo lo permite. En voz de la misma escritora: “Los profesores, en nuestras clases, tenemos que valorar la vacilación de la lengua como algo sagrado, preservarla en lo insondable de la materia que enseñamos. Escribir una oración breve puede ser una operación compleja y dificilísima. Se ponen en juego no sólo la circulación de las palabras, también los silencios, las jergas, la cadencia, el fraseo. El lenguaje corre allí con su energía creadora. La polisemia de la lengua es casi permanente: es imposible hablar sin matices, es imposible desatender a la vitalidad de ciertas frases y tonos. Los acentos de un poema nos revelan un mundo y nos ocultan otros. La intensidad de una prosa que nos afecta puede perturbarnos (…)
Los alumnos que leen y escriben poesía en el aula se acercan al secreto más misterioso de la creación. Cuando los estudiantes elaboran argumentaciones y construyen relatos hablan también, siempre, de su propia identidad. Vivimos en un mundo que se desborda de señales, que está repleto de mensajes. Cada gesto, cada color, las posturas, incluso los silencios tienen algo para decirnos.” Y sin embargo, un sistema educativo malo como el mexicano, no admite esas consideraciones, los profesores consideramos el uso del habla dentro del aula como desorden, como una falta a la disciplina, como un reto a la autoridad del docente quien es el único que puede hablar. Hace poquitos años escuché a un director de un plantel del Colegio de Bachilleres de nuestro estado decir que a él le gustaba que la escuela estuviera en silencio, que pareciera que no había nadie, que no había clases, él creía que el uso del lenguaje en el aula era simple ruido que había que acallar.
Conozco también el caso de una profesora que para ahorrarse trabajo prefiere reprobar a sus alumnos en lugar de motivarlos para que desentrañen esos misterios que los rodean y que también existen en su riquísima vida interior, que tiene índices de reprobación, en la materia de Literatura, del 50 al 80 por ciento, ni qué decir que esos alumnos terminan por aborrecer la lectura y la literatura en general, ni esperar que aprendan algún día a escribir correctamente. Sus directivos lo saben y no hacen nada por cambiar la situación, prefieren evitarse una bronca a cambio de que generaciones completas de muchachos terminen deformados y sin la posibilidad de encontrarle el gusto a algo que nos sirve, como ninguna otra cosa, para ser mejores seres humanos.
Vamos otra vez con Pradelli: “La riqueza de una clase puede ser ilimitada si valoramos los espacios de los diálogos "interlinguales". La capacidad del lenguaje es tremenda. Por la lengua construimos una mirada personal sobre el universo, nuestra propia humanidad depende de nuestras palabras”. Un poeta, el nicaragüense Ernesto Cardenal nos recuerda que: “En el aula, cuando el lenguaje circula con vida entre alumnos y profesores -en las bocas, los cuadernos, las pantallas- se construye, sobre todo, una visión del mundo.”
Necesitamos entonces, que nuestro niños y jóvenes sean los protagonistas del aprendizaje dentro y fuera de las aulas, debemos de facilitarles los espacios para que se comuniquen, que hablen, que opinen, que escriban, que compartan con los demás ese mundo que están construyendo, entender que el diálogo no es desorden, que si hay alguna reacción a lo que se ve en el aula puede ser la sorpresa que encuentran en conocer y comprender algo que desconocían, su capacidad de asombro, a pesar del maltrato escolar, todavía existe y puede desarrollarse, sólo así su mundo y el nuestro tendrán sentido. De eso se trata el libro y la lectura.

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