SE RECIBE CASCAJO
Joaquín
Córdova Rivas
Lo
que para unos ya es simple desperdicio, para otros tiene múltiple utilidad, lo
mismo sirve para allanar lo disparejo y dar una falsa percepción de solidez,
que para rellenar oquedades o darle algo de firmeza a lo que de por sí es
resbaladizo y traicionero.
El
cascajo político sirve para lo mismo y daría igual que las oficinas de algunos
partidos políticos clavaran su letrerito en su puerta principal.
No
se trata de despreciar a ciertas figuras de la farándula y del deporte que hicieron
lo que podían y disfrutan de cierta fama en lo que parece que sabían hacer y
que ahora deciden jugar su resto en los escenarios de la picaresca política. Por
lo menos aportan algo: su fama pública y el prestigio que puedan tener, otros
ni eso. A fin de cuentas, todavía no hay licenciaturas en candidaturas
instantáneas, ni maestrías en regidurías negociadas, mucho menos doctorados en
diputaciones plurinominales por influencia. En política todos partimos de cero,
a menos que alguien tenga un “padrino” que desde las sombras mueva los hilos,
cual eficaz titiritero, o se sea parte de la dinastía de los dueños del circo.
En
las candidaturas locales el cascajo estará representado por aquellos personajes
que se cansaron de ser incidentales o secundarios y que quieren ser
protagonistas. Aunque a diferencia de estos últimos, saben que el cacicazgo que
ejercen todavía en algunos grupos o comunidades está seriamente socavado por
una posmodernidad que nunca han entendido, por un proceso de industrialización
que los hace ver como obsoletos y prescindibles, por un neoliberalismo que no diferencia
entre el pastoreo de base y el corporativismo ideológico —colonialización
intelectual dirían los estudiosos— de la tecnología de la comunicación y sus
omnipresentes redes sociales.
El
problema es que se difumina el perfil ideológico que supuestamente es la base
de una democracia sustentada en partidos políticos, donde estos, representan
formas diferentes de ver y de presentar soluciones a los problemas sociales de
toda índole.
Cuando
tres partidos aparecen “fundidos” en las boletas electorales —presentando el
mismo candidato— y uno supuestamente representa las demandas sociales de la
mayoría, el otro los intereses perfectamente caracterizados de la derecha
política y económica, y el tercero las propuestas históricas y de nueva
generación de la izquierda, la existencia de los tres no se justifica. Para
acabarla de refundir, los acuerdos cupulares ni siquiera posibilitan la
alternancia puesto que apuestan a la continuidad, partiendo de que quien está
en el poder tiene mano en la candidatura —común— respectiva. La reelección
perpetua y casi sin cambiar de nombres ni de patrocinadores. Lo conducente entonces
es pensar que la amalgama de los hipotéticos desiguales la da la pura
conveniencia y las ganas de seguir lucrando con el presupuesto público.
Y
entonces aparecen los partidos que reciben el cascajo político de los tres ya mencionados.
El problema es que esos “sobrantes” han formado parte de la estructura
antidemocrática y cupular que ahora no los benefició pero que antes les
permitió crecer hasta que se volvieron un estorbo. Obvio, vienen con las mismas
mañas.
Lo
que sigue es un guión ya escrito. Los suspirantes se presentarán ante su nuevo
partido portando sus mejores galas: yo tengo estructura para controlar el voto
de tantas comunidades; yo puedo aportar ciertas cantidades de dinero para
comprar votos; yo soy reconocido —aunque sea por sinvergüenza— en todo el
territorio; yo represento a las históricas familias caciquiles del municipio y
puedo influir en las preferencias electorales…
Pero, así como traicionan a sus partidos de origen, son traicioneros con quien ingenuamente les ofrece su registro para seguir con su modus vivendi. No será la primera vez que negocien, en lo oscurito
, una regiduría o una diputación a cambio de prometer un voto diferenciado a la gubernatura. Es decir, llegarán con el candidato que ellos creen ganará para decirle que “su gente” votará por ellos para la planilla municipal, pero que pueden ofrecer que esos votos cambiarán de color en la elección de la gubernatura o de las diputaciones federales, total, lo que está en juego no es la lucha contra la desigualdad social o la corrupción y la impunidad, ni el desarrollo equitativo del municipio, ni la salud, educación o posibilidad de trabajo para sus representados, ni la reducción de la pobreza o la inseguridad, la prioridad es su puesto durante los próximos tres o seis años o hasta donde su incapacidad los deje llegar.
Veremos
que hacer lo mismo produce el mismo resultado. Si MORENA está esperanzado, como
partido político, en crecer electoralmente a nivel local, haciendo esas
alianzas con el cascajo de los demás, se encontrará una candidata a la
gubernatura con una votación desinflada en comparación con la de algunos
municipios. Ni cómo ganar. En lo federal, la izquierda —con los grupos
ecologistas, feministas, los que están en pro de un estado de bienestar; contra
la pobreza, la corrupción y la impunidad; los defensores de la diversidad
social, política y de género; en favor de la educación pública, la salud y
demás— tendrá que refugiarse en esas candidaturas e influir en las propuestas,
intentar marcar una diferencia frente al acartonamiento de las candidaturas
locales, mostrar que el cascajo se queda abajo y no sirve para construir los
pisos superiores.
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