domingo, 25 de agosto de 2019

DISOLUCIÓN CULTURAL

Joaquín Córdova Rivas Le decimos artesanía porque su origen se pierde en el tiempo, porque no tiene un autor reconocido, porque no había sido asimilada por la oligarquía local, pero los bordados, la vestimenta, los colores vistosos y contrastantes de nuestros pueblos originarios comienzan a caer bajo el influjo de la cultura del consumo como efecto de la falta de originalidad, del desgaste por repetición de la moda occidental que tiende a uniformarlo todo, la apariencia y el pensamiento. La muñeca ñhañhu, era vista como una manifestación menor de la identidad de un pueblo indígena vencido y avasallado por un cristianismo que se impone hasta con la violencia, detrás de costumbres ajenas, europeizantes y presuntamente civilizadas por modernas. Que para colonizar necesita destruir, desaparecer o mínimo menospreciar cualquier tradición o costumbre arraigada en la identidad de los pueblos. Un estudioso como Benjamín Valdivia de la Universidad de Guanajuato habla de “artes folclóricas” para evitar el desprecio detrás del término artesanía, y aclara que estas artes mantienen su significación cultural en la comunidad que las produce, debido a que su origen no es claro son cobijadas por toda la comunidad, formando parte de su identidad cultural, mientras no salgan de allí y cambien lo menos posible. De otra forma esa significación comienza a perderse, a disolverse, se convierte en un fenómeno comercial, en una moda, con todos los riesgos que eso tiene. Lo que estamos viendo no es un “reconocimiento” sino una apropiación, ese arte folclórico: «Aunque no es producido en el seno de la comunidad, sí es consumida ampliamente por esta. De ahí que la significación cultural de esos actos u objetos aumente de forma drástica en un lapso breve. Sin embargo, debido a la ausencia de arraigo en la comunidad –a la que ha llegado como formulación externa– esa significación desciende igualmente rápido, de modo que en poco tiempo llega a minimizarse o desaparecer.» La muerte del folclor. Benjamín Valdivia. https://www.academia.edu/39017694/Benjam%C3%ADn_Valdivia_-_La_muerte_del_folclor Una manera de llevar esa significación a otro nivel «compete a aquellos actos y objetos que son apropiados por una élite ilustrada para el cultivo de su propio estatus. Allí se encuentran las invenciones más vanguardistas de cada época a la par que las supervivencias más exóticas de las culturas del pasado. En su ámbito permite la inserción de cosas tanto anónimas como nominales, o bien procedentes de la tradición ancestral o de la moda más presente. Lo importante en este tercer orden es que la élite se vea reflejada en su propia elección de lo distintivo, de lo que se sustrae a la creación originada por las comunidades o al consumo masivo de lo efímero. Ese distintivo adquiere un carácter de perdurabilidad muy distinto del folclórico, puesto que la significación no tiende a permanecer sino a incrementarse.» Pero quizás podamos poner en duda la esperanza de que eso suceda, la difusión de la muñeca llamada Lele no fue iniciativa de esa élite ilustrada local, sino del aparato gubernamental que busca mimetizarse en identidades que siempre ha despreciado y que no le corresponden. El trato es el de una marca comercial, efímero porque pierde su significado, desarraigado al sacarlo de su comunidad de origen, y vaciado de su identidad. «De lo presentado se desprende que el folclor tiene una raíz comunitaria y anónima con un sentido persistente y reiterativo durante un tiempo extenso. En esa dirección, se podría caracterizar al folclor como aquel conjunto de objetos, actos y significaciones culturales anónimas que tienden a permanecer como patrimonio comunitario durante múltiples generaciones y repetirse en sus rasgos más distintivos, procurando la mayor continuidad de su sentido y la menor variación de sus componentes. [...] Entonces, una paradoja se hace visible en el folclor: es necesariamente elitista, es decir, solo puede darse con autenticidad en el interior de la comunidad que lo ha creado o adoptado con todas sus implicaciones de anonimato y pervivencia. Las manifestaciones folclóricas solo pertenecen a ciertas comunidades, en las demás es notoria la exterioridad y el desarraigo, o incluso la imposición de aquello que no le confiere identidad a su tradición. Sin embargo, no obsta para que en el futuro esa exterioridad se interiorice, constituyendo una formula válida del folclor propio de esa comunidad; pero en cualquier actualidad, la calidad de algo folclórico se opone al resto de condiciones folclóricas de otras comunidades y, en términos generales, se opone también a la cultura de masas.» La necesidad económica, la falta de oportunidades en sus comunidades, más para las mujeres, ha propiciado que la difusión de esa forma de cultura, casi sin cambios, ya transgeneracional, sea vista como algo distintivo de una región o estado. Las artesanas ñhañhu deben a su permanencia el reconocimiento popular de esa peculiar forma de expresar su identidad, a pesar del ninguneo oficial, de los obstáculos que les ponen, de la marginalidad a la que se les quiere condenar, aunque a costa de perder su significación. La explicación de esa “disolución cultural” es más compleja e interesante y quien se interese podrá dirigirse al documento fuente de las citas textuales, solo alcanza para decir que «El folclor, por su ser mismo, resiste los intentos de exportación y niega la patente de origen a quienes pretendan extraerlo de las comunidades que lo resguardan, eso garantiza la base de capital cultural que representa. Nuevas modas y usos comienzan dividiendo las identidades comunitarias hasta desfigurarlas, y junto con ello las integran en una comunidad mundializada de consumo de significados efímeros. [...] la cultura de masas no solamente aplana los relieves distintivos de las diversas tradiciones en el mundo, sino que produce individuos sin vínculos reales con el pasado de sus propios grupos de origen.» Finalmente, una mención a la realización del festival a Lele a los pies del Acueducto «Los indios siembran los campos, los indios cogen los trigos, los indios hacen el pan y todo lo hacen los indios. Y es cierto que si faltaran indios en estos dominios, faltara todo, porque ellos son el elemento quinto. Y porque conozca el mundo de lo mucho que han servido en la conducción del agua, es bien que hoy se diga a gritos. Desde el principio hasta el fin, ellos solamente han sido, los que a costa de trabajos han dado agua a los vecinos. Ellos han hecho la alberca, ellos, pisando peligros, han hecho la atarjea y arcos, las pilas, cal y ladrillos.» https://www.researchgate.net/publication/262564990_Quien_construyo_el_acueducto_de_Queretaro/link/0deec5381359f92fc6000000/download

JUVENICIDIO

Joaquín Córdova Rivas Se priorizan las notas que venden o las que representan a un grupo de interés económico, más en un país de pocos lectores o indiferentes a lo que sucede en su propio entorno. Como que nos parece que es mejor enterarnos de lo que les ocurre a otros que percibimos alejados de nosotros o quizás queremos escapar de una realidad cercana que nos asfixia. Eso sucedió recientemente con los lamentables casos de jóvenes universitarios que fueron víctimas de parientes, amigos cercanos o de la propia pareja que, se asume, debiera quererlos, aunque sea un poquito. El desconcierto comenzó cuando plantearon la hipótesis de presentarlos como consecuencias del descontrol del crimen organizado, que ha perdido el contacto o la complicidad de las autoridades federales y sienten que se quedaron colgados de la brocha frente a una guardia nacional que se despliega poco a poco por el territorio. Pero, sorpresa, no era el caso. Aun así, medios nacionales comenzaron a insistir en que ser joven en México es peligroso, que somos una nación que violenta a sus descendientes, pero las cosas no son tan sencillas como las quieren presentar. «¿Se mata a los jóvenes por ser jóvenes? La respuesta debe construirse desde afuera de la posición binaria, lo que tenemos son necropolíticas que han ampliado la vulnerabilidad e indefensión juvenil, colocándolos como figuras centrales de las necrozonas. Que la violencia sea la principal causa de muerte de la población joven latinoamericana y que se mantengan los modelos económico-sociales que generan esta muerte o que se mantengan los fracasados y mortecinos marcos prohibicionistas, policiales y militares, con tan alto nivel de asesinatos de personas jóvenes, conlleva responsabilidad de Estado, además de que se desatiende la obligación del Estado de garantizar la seguridad de la población.» José Manuel Valenzuela Arce. Trazos de sangre y fuego. Bionecropolítica y juvenicidio en América Latina. Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados en Humanidades y Ciencias Sociales y Universidad de Guadalajara 2019. La agresión contra los jóvenes no es pareja, se ensaña con los marginados, los discriminados, los más vulnerables por su posición socioeconómica, allí es donde están haciendo estragos las políticas económicas que los deja sin derechos educativos o laborales frente a un capitalismo voraz que se alimenta de la inseguridad y la corrupción para justificar sus fracasos si de justicia distributiva se trata. Nuestros países son los más desiguales del mundo en la distribución de la riqueza, producimos poquitos supermillonarios y muchísimos pobres, unos como consecuencia de los otros. «Los jóvenes no creen ni confían en las promesas de futuro, sus inciertos asideros reposan sobre el quebranto de la esperanza y en la convicción de que ellos no son invitados al banquete del consumo dispendioso tan publicitado por los agoreros del sistema. En todo caso, sus opciones no se conforman a partir de los canales tradicionales de movilidad social que se encuentran obliterados para ellos, excluidos del acceso a empleos dignos o tan solo formales, de garantías de seguridad social o de la educación como dispositivo certero para la construcción de proyectos viables de vida. Frente a este escenario emerge el presentismo intenso que conduce por senderos distintos a los establecidos por las narrativas modernas. Entre las opciones conformadas desde este presentismo, se encuentran las de quienes, tras muchos intentos fallidos, abandonan el empeño por acceder a los canales del empleo y la educación y se resignan a la idea de que esas vidas legitimadas no son las suyas. Algunos optarán por la realización de actividades de alto riesgo y adrenalina, otros encontrarán sus opciones en la alteración de las percepciones mediante sustancias legales o ilegales, otros buscarán acceder al dispendio y consumo prometido a través de actividades ilegales e incursionarán en los espacios del narcomundo tratando de encontrar los satisfactores de consumo y poder que conlleva, incluido el consumo ostentoso, las mujeres trofeo, la vida al límite, el poder. El presentismo intenso refiere al abandono de la ruta de vida prefigurada para buscar atajos o caminos alternos conformados desde perspectivas ancladas al aquí y el ahora, en el disfrute de las opciones disponibles, en jugársela a pesar de los riesgos, en asumir que “la vida es corta y, además, no importa”, o que “más vale una hora de rey que una vida de buey”, frente a la condición inaccesible de los satisfactores apetecidos y la evanescencia del futuro como escenario de certezas.» Eso sí es un juvenicidio, término que pretende precisar una situación compleja pero que es resultado directo de políticas públicas que priorizan los beneficios de una élite que los de la mayoría de la población. Como dice José Manuel Valenzuela: «Hace casi una década, desarrollé el concepto de juvenicidio con cuatro objetivos inaplazables. El primero de ellos es señalar y visibilizar la enorme cantidad de jóvenes asesinados en América Latina, muerte artera e impune que se ha ensañado con las juventudes precarizadas inscritas en grandes estrategias bio- y necropolíticas. El segundo objetivo es hacer visibles pertenencias, adscripciones y repertorios identitarios que incrementan las posibilidades de que un joven sea asesinado. El tercer objetivo consiste en desarrollar estrategias y propuestas de orden académico y político orientadas a impedir la continuación de asesinatos y masacres de jóvenes. El cuarto objetivo consiste en identificar causas y responsables de tanta muerte innecesaria.» Y sí, ser joven en nuestros países desiguales, injustos y corruptos es muy peligroso. Nada más resta mantener la esperanza de que los casos judiciales contra exfuncionarios e influyentes de primer nivel acusados de desvíos de recursos públicos no sean flor de un día, sino algo permanente que evite que se repitan y que impacte en una menor desigualdad y mayor oportunidad de desarrollo para cualquier mexicano.

LOS DESAFÍOS

Joaquín Córdova Rivas A diferencia de los animales sabemos que vamos a morir, aunque no sabemos cuándo. Esa macabra certeza nos impulsa a hacer lo que de otra manera estaríamos posponiendo indefinidamente, también nos hace construir una serie de rituales alrededor de la muerte, del duelo, de la resignación a la pérdida cuando el fallecido es otro, entre más cercano peor. Dicen algunos estudiosos de la naturaleza humana que la conciencia de ser mortales nos lleva a querer vivir otras vidas diferentes a la “real”, a la objetiva, a la que aparece como simple cotidianidad. Y que leer Literatura de manera paciente y placentera nos sirve para eso. Nuestros niños y jóvenes no leen, a veces ni sus padres y maestros, es que estamos “entrenados” para eso, nos han inculcado por décadas que leer es aburrido, que no sirve en la vida cotidiana, que es difícil y no vale la pena. El objetivismo y falso cientificismo escolar ha expulsado los sentimientos y emociones de las aulas y los planes de estudio, por eso hay que proponernos y lograr: «Desarrollar las interrelaciones entre la expresión oral y escrita con la lectura y sus experiencias en la vida cotidiana para recuperar el énfasis en la apropiación y generación de conocimientos, con el fin de generar ideas creativas y fomentar el pensamiento crítico que resulte siempre en la expresión escrita, en textos que tendrán vinculación con algún proyecto cultural, social, artístico o de investigación de la naturaleza, con carácter multi e interdisciplinario en el que participen los jóvenes; o bien, que escriban textos que expresen sus emociones y sentimientos, sus ilusiones y utopías. Tal vez recuperemos la poesía, el relato, la novela como expresión de la juventud del siglo XXI.» Nuestras matemáticas escolares se han reducido a la repetición absurda de algoritmos sin relación alguna con las actividades diarias, la anti-pedagogía se ha apoderado de este importante campo del saber humano. Paradójicamente, el buen desempeño de nuestros estudiantes en competencias de cálculo mental, en resolución de problemas, permite suponer que el problema está en las prácticas enraizadas de un sistema educativo que se resiste a cambiar. Los números son solo la expresión de algo más complejo: «Desarrollar el pensamiento lógico-matemático. Las matemáticas, en la formación del ser humano, deben favorecer la adquisición y el desarrollo de formas del pensamiento y de competencias como: conjeturar, argumentar/demostrar, generalizar, modelar y desarrollar estrategias para la solución de problemas. Éstas son competencias que se favorecen con el adecuado estudio de las matemáticas, pero que son útiles, tanto para adquirir conocimientos de otras materias, como para la vida diaria.» Nos alarmamos de los efectos de la desertificación, del calentamiento global, de la contaminación acelerada y a veces irreversible de suelos, ríos, océanos, selvas, de la desaparición de especies completas que merecían compartir el mismo planeta con nosotros que presumimos de inteligentes, de previsores, de ser los reyes de la creación. «Promover entre los estudiantes la comprensión de la naturaleza, mediante la práctica del pensamiento y de los métodos de la ciencia como formas de acceso sistemático al conocimiento que les permita explicar, valorar y conducirse en el entorno en que se desenvuelven, siempre vinculado a problemáticas reales, a la sustentabilidad y a los cambios requeridos en el ejercicio científico para garantizar la supervivencia de la vida humana y de los ecosistemas en el planeta.» El modelo científico heredado del positivismo ya dio de sí, ahora no es capaz de explicar fenómenos nuevos o interrelacionados, hay que sensibilizarnos en los cambios hasta en las maneras de conocer las nuevas realidades distorsionadas por la tecnología y no solo intentar adaptarse a ella de manera acrítica e irresponsable. Hay que insistir en la transdisciplina, en las interacciones entre los distintos campos de conocimiento que ya no pueden vivir separados. «Promover la comprensión del entorno social de los estudiantes a través del pensamiento y los métodos de las ciencias sociales, lo que implica el entendimiento integrado de éstas y de sus diversas manifestaciones culturales. El conocimiento se generará a partir del estudio de problemas locales que se vincularán con la situación nacional y mundial en la que se ubican los mismos, con la finalidad de facilitar la comprensión de la diversidad de manifestaciones sociales de acuerdo a los contextos. Promover en los estudiantes la práctica del civismo, la lógica, la ética, la estética y la filosofía, con el fin de formar ciudadanos responsables que se reconozcan como personas con valores positivos y con un sentido de pertenencia e integración social, capaces de aportar elementos valiosos para su comunidad y el país.» http://sems.gob.mx/work/models/sems/Resource/13005/1/images/L%C3%83%C2%ADneas%20de%20pol%C3%83%C2%ADtica%20p%C3%83%C2%BAblica_Diseno.pdf No todos los desafíos están siquiera enunciados, estos son algunos de los más importantes, pero al menos se consideran en las líneas de política pública para la educación media superior impulsadas por este gobierno federal. Falta capacitar a directivos, docentes y personal administrativo, informar a estudiantes y padres de familia para estar todos en la misma sintonía. El tiempo no espera.