sábado, 24 de enero de 2015

CIUDADANOS AGRAVIADOS

Nos sentimos ofendidos, humillados, menospreciados, agraviados. En correspondencia no creemos en ninguno de ellos, los políticos, así, en general, no merecen nuestra consideración, ni respeto, ni credibilidad. Es cierto que nuestra incompleta y mañosa democracia está en crisis, pero no es por culpa de los ciudadanos que hasta participan en masa en los procesos electorales, como insaculados para ser capacitados, como capacitadores, como funcionarios de los cientos de miles de casillas, como votantes. La responsabilidad es de esos sinvergüenzas que ven los cargos públicos como un lapso extra de impunidad, como tiempo de vida para corromperse a costa de los demás. Asombra que el Wall Street Journal encuentre otra casa envuelta en la sospecha, de por sí no tuvimos respuesta alguna de la mexicanísima casa blanca, de la casita de descanso en Malinalco, ahora se suma la ubicada en el club de golf de Ixtapan de la Sal, y no pasa nada. Y el asombro no es porque se “encuentren” esas propiedades sospechosamente adquiridas, sino porque lo hagan medios de comunicación extranjeros, esos que hace algunos meses elevaron a nuestro presidente al Olimpo de los más influyentes líderes del mundo por su afán reformista y neoliberador. Ellos están rectificando su percepción, lo están tundiendo duro; y nosotros, los directamente agraviados, ¿qué hacemos? Seguimos con la mirada puesta en Ayotzinapa, más de 100 días sin respuestas satisfactorias, exhibiendo la indolencia y complicidad de todo nivel de autoridad legalmente constituida y exhibida con todo su potencial de perversidad. Mientras, en nuestro Querétaro lindo aparecen cadáveres tirados en nuestras mal hechas vías rápidas, también son despedidos trabajadores de las maquiladoras que nos harían volar a una modernidad prometida y, para colmo, está en la polémica la factibilidad y pertinencia del tren de alta velocidad, cuestionado hasta por las cúpulas empresariales como un ejemplo de dispendio sexenal para beneficio momentáneo de unos cuantos, con el correspondiente salvataje financiero a cargo de los impuestos que pagamos los que no podemos dejar de hacerlo. Primera plana del Reforma del 21 de enero de este año “Propone IP cancelar tren a Querétaro”, nota de Ulises Díaz con la voz de Luis Foncerrada, director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado: “Tal vez el tren a Querétaro no debería tener la prioridad que se le está dando y debería cancelarse, y así otros proyectos” […] Explicó que, a partir de la experiencia internacional, se puede decir que, salvo en el caso de China, donde hay una gran población, no se justifican los trenes rápidos, pues su operación tiene que ser subsidiada […] Los trenes que se han planteado, no parecen ser una obra crítica, no parecen ser elementos que vayan a propiciar ni el comercio ni el mayor flujo de bienes y que se genere mejor empleo. Más bien habría que redirigir el gasto hacia aquella infraestructura que es necesaria, que genera empleo y que complementa la inversión privada”. Traducido, porque el lenguaje de las cúpulas empresariales no es directo, abusan de no decir lo que quieren decir, el TAV es visto como un elefante blanco sexenal, como las típicas obras de relumbrón con que nuestros gobernantes buscan pasar a la posteridad. Ese medio, el Reforma, y otros han dado espacio a analistas económicos que cuestionan las corridas financieras, que señalan que es imposible que se pueda tener un costo de 300 pesos por viaje sencillo (sería del doble, 600 pesos) y que el aforo tendría que ser también, el doble del pronosticado, todo para que el proyecto resultara posible. Mientras estamos preocupados por la carga vial excesiva del Boulevard Bernardo Quintana y de la autopista México-Querétaro por la terminal del TAV, pasamos por alto el mismo efecto, quizá mucho mayor, por proyectos urbanísticos como Ciudad Maderas con 20 mil viviendas por construir, cuya carga vial caería hacia esa autopista, a Constituyentes Oriente, a avenida Hércules, al puente de Francisco Cervantes y por consecuencia a Bernardo Quintana. El infierno tan temido no se evitará porque dicho proyecto está autorizado, en venta y construcción. Eso de los trenes no nos va bien, por aquí pasa uno de los ramales de La Bestia y es triste y desesperanzador saber de las condiciones inhumanas y de abuso de que son víctimas sus necesitados usuarios; además de que los de carga que pasan por el rumbo de Santa María Magdalena son sospechosamente robados cuando llevan mercancías más valiosas de lo ordinario, 174 asaltos reconocidos oficialmente en el 2014, es decir, un día sí, el otro descansan, y otro también roban. Todas las vialidades y accesos son de responsabilidad local, municipal y estatal, pero nos llenan los oídos de que por ser la vía ferroviaria federal, a ese nivel de gobierno corresponde la bronca. Legalmente sí, en cuanto a seguridad de las colonias y territorios por donde necesariamente transitan los rateros pues no. Un último apunte que será necesario ampliar en otra ocasión, nos saltamos lo ocurrido en la revista Charlie Hebdo y nos unimos a la condena de la intolerancia de los fundamentalismos religiosos que caen en el terror para imponer su censura. Es José Ramón Enríquez en su columna Pánico Escénico del Reforma ―16 de enero del 2015―: También puede servirnos recordar cómo en el teatro mexicano se han dado algunos coletazos de la violencia fanática (mucho menos letales que lo ocurrido en París) y cómo provocaron una reacción de creyentes y no creyentes unidos en pro de las libertades civiles. Quiero recordar sólo cuatro mementos en que el teatro mexicano chocó de frente con el integrismo. En 1962, La ópera del orden, de Alejandro Jodorowski, fue clausurada por las autoridades “laicas” por burlarse del Papa. En 1981, en Cúcara y Mácara, de Óscar Liera, “guadalupanos” del MURO mandaron al hospital al director, Enrique Pineda, y a varios de sus actores. Pero ya en 1987 hubo movilizaciones para que Jesusa Rodríguez consiguiera montar Concilio de Amor, de Oscar Panizza. Cuendo en 1978, Nancy Cárdenas montó Misterio Bufo de Darío Fo, y ante síntomas claros de intolerancia, titulé una crónica como “Desacralizar es recuperar”. Quise escribir como católico y plantear que se debía dar un paso más allá de la tolerancia, dar la bienvenida a lo que pudiera verse como un insulto. Lo hacía, desde mi fe, en la misma línea de lo dicho, cuarenta años después y tras un atentado anterior, por Stéphane Charbonnier, el último director de Charlie Hebdo, asesinado en París: “Si tienes miedo de nuestros dibujos, tu dios es muy pequeño”. La intolerancia también la hemos visto en galerías e instituciones educativas queretanas, no hay que olvidarla.