domingo, 13 de octubre de 2019

EL HORROR Y EL ERROR


EL HORROR Y EL ERROR
Joaquín Córdova Rivas

Una historia de horror y de dolor. Las fechas conmemorativas quedan rebasadas porque hay un continuo de agresiones desde hace décadas, que se nos comenzaron a hacer normales porque nos enseñaron que la violencia es consustancial al simple paso de los días y los años, como si los tiempos de paz, de tranquilidad, de espacios de vida digna, de simple felicidad fueran excepciones cada vez más espaciadas, más cortas, como si no lo mereciéramos.

Entre más sabemos más nos asombramos de nuestra incapacidad de indignarnos, de nuestra desmemoria, de la falta de solidaridad, del inmenso miedo que nos paraliza y nos impide actuar. Lo peor es que racionalizamos nuestra falta de arrojo, nuestro silencio culpable, no faltan los pretextos para no involucrarse.

No encuentro la referencia exacta, seguramente el texto existe porque lo recuerdo, era de Heberto Castillo —si la memoria no traiciona— y hablaba sobre la tolerancia y los intolerantes. De esos que se escudaban en las supuestas libertades para renegar de ellas y atacarlas, para convertir en víctimas a quienes defendían la tolerancia en abstracto y no atinaban a poner límites a quienes abusaban de su poder. Una vieja paradoja que cada tanto se recicla. Los mismos que antes sin pudor, sin vergüenza, sin misericordia o ética alguna masacraron a los más débiles e indefensos, ahora se dicen reprimidos porque no pueden hacer lo que antes hacían.

Así, como sin querer, se van develando sus abusos cotidianos. “Hasta los dientes” es el título de un documental que se puede ver en Prime video, da cuenta del calvario de los familiares, amigos, compañeros y de cientos de ciudadanos regiomontanos por exigir una justicia que sigue sin cristalizar. Que presenta el horror de esa maquinaria burocrática al servicio de la brutalidad y la ignorancia que asesina a dos estudiantes del Tec de Monterrey —dentro de sus instalaciones— y los hace parecer como sicarios del crimen organizado que mueren en un enfrentamiento, cuando fue una ejecución extrajudicial. Esto en el marco de una irresponsable y cruenta “guerra contra el narcotráfico” declarada y dirigida por Felipe Calderón y sus cómplices. El mismo expresidente que quiso presentarse, en días pasados, a dar una conferencia en ese mismo campus y que fuera repudiado por la comunidad estudiantil. Suceso que no tardó en ser presentado como una forma de intolerancia y de ataque a la libertad de expresión, como si las comunidades de cualquier tipo no tuvieran derecho a defenderse y elegir a quién quieren escuchar y a quién no, a quién toleran que pise un lugar que debiera ser pluralmente académico y rechazar versiones ideológicas violentas y, esperamos, obsoletas. Rechazar el autoritarismo y sus símbolos se quiere presentar como intolerancia cuando es un sentido y digno rechazo a los agresores de siempre.

El poeta Javier Sicilia recuerda, dolorosamente, en un libro editado en el 2016 —El deshabitado. Grijalbo-Proceso—, hablando de sí mismo en tercera persona:

«México, pese a la reserva moral que gente como ellos había mantenido viva, a pesar de la lucha zapatista que diecisiete años atrás dio una salida al país, pero que, incomprendida, fue cercada y marginada, estaba devastado, extraviado en el infierno. Setenta años de una dictadura de partido que trató al país como su patrimonio, enquistándolo de mafiosos y criminales, veinte de una economía liberal y de una transición democrática fallida, y cinco de una guerra contra el narcotráfico desatada por el presidente Felipe Calderón y auspiciada por los Estados Unidos, lo sembraron de miseria, de cadáveres desmembrados y exhibidos como basura, de secuestrados, de desaparecidos y de miedo. Un lento pudrimiento del esqueleto moral y político del país lo había derruido.»

Las metáforas del poeta son precisas, estamos “sembrados” de horrores y errores, de miseria y violencia y esa “siembra” sigue dando sus macabros frutos y lo seguirá haciendo por mucho tiempo hasta que no se arranque de raíz, hasta que no siga germinando. Pero eso lleva tiempo. Sembrar una cultura de paz, de no violencia, de honestidad y ética requiere de voluntad y no dejarse corromper, sus frutos no serán instantáneos, pero tendrán que irse dando antes de que los violentos tengan más posibilidades de regresar y destruir lo ya logrado.

La decepción y traición foxista fue narrada como fábula, por la escritora Sabina Berman, en esa reunión de intelectuales que le piden al lenguaraz guanajuatense honrar los millones de votos que lo llevan a la presidencia de la república y que exigen un rompimiento con el régimen priista. Su cobardía no tiene nombre, prefiere entregarse y acordar con un derrotado partido oficial que honrar su palabra. https://www.eluniversal.com.mx/opinion/sabina-berman/fox-cae-en-un-hoyo-otra-vez

Sicilia tampoco es optimista, conoce el sistema y a través de la imaginación de un amigo describe:

«Por la mente de Georges pasó la presencia de ese ser con rostro de hombre honesto y cuerpo de serpiente, multicolor y alado, cuya cola termina en una punta venenosa y que custodia el octavo círculo del infierno de Dante, el de los fraudulentos que siembran las discordias y las guerras civiles.»

Refiriéndose a Peña Nieto y la entonces pendiente aprobación de la Ley de Víctimas:

«Es un nuevo Gerión. Cada presidente de México es Gerión. Pero lo hará, No tiene otra opción para ganar la legitimidad frente al desastre del país. Peña Nieto es un hombre intelectualmente pobre y también violento. Recuerda la espantosa represión de Atenco cuando era gobernador del Estado de México. Pero a diferencia de Calderón —un hombre visceral y contradictorio— es frío, ajeno al sentimiento y tiene asesores políticos maquiavélicos a los que escucha. Nos dará la Ley y cambiará el discurso belicista. Lo verás. Pero en el fondo todo permanecerá igual o empeorará. Son las perversiones de la política: que todo cambie para que todo siga igual. Esa Ley de Víctimas que acusa al Estado, es el rostro benévolo de una atrocidad: el incumplimiento de las leyes que estaban hechas para protegernos e impartir justicia. La promulgará, luego la manipulará mientras la violencia continúa apilando muertos y desaparecidos.»

Hay que recordar ese pasado de horror para evitar el error de justificarlo, de tolerar a sus emisarios que quieren recuperar ese poder que utilizaron para masacrar a una población que no atinaba a defenderse ante el terror provocado. Que nunca retornemos a racionalizar la maldad para darle otra oportunidad invocando libertades que quieren destruir.

APRENDER A PENSAR


APRENDER A PENSAR
Joaquín Córdova Rivas

Fue una mezcla de reacciones justificadas por una visión de la historia anclada en siglos pasados, la indignación corrió por los alfombrados pasillos de la cámara de diputados, por las oficinas de las cúpulas partidarias que creen que el pragmatismo neoliberal —y la corrupción— los liberó de tener una ideología, por los despachos de los órganos empresariales que siguen pensando que los trabajadores que piensan y se defienden deben ser contra natura, por las sacristías y confesionarios de obispos que creen que todo es un servicio que se puede y debe cobrar sin que existan derechos que garanticen nada que no pase por su santa voluntad.

¿A quién se le ocurre que los trabajadores de la educación, los profesores, puedan opinar, proponer, y ser parte de la decisión en asuntos que tienen que ver con su labor cotidiana? Eso es para expertos amaestrados en las artes de la eficiencia, la disciplina y la docilidad ajenas. Por esos vericuetos caminó la aprobación de las llamadas leyes secundarias que aterrizan a la nueva reforma educativa, esa que pretende desarmar los mecanismos punitivos y de desprestigio que nos aplicaron en contra a los millones de docentes en los nefastos y corruptos sexenios anteriores. Falta ver cómo nos va en este.

Lo obvio pero que no se quiere entender, sin la participación y convicción de los profesores, esos que realizan el trabajo cotidiano en las aulas frente a los niños y jóvenes convertidos en estudiantes, ninguna reforma tendrá éxito. Esperar que renunciemos a reflexionar críticamente, a organizarnos, a tener parte de la decisión en lo que nos compete en nuestro trabajo es una estupidez. Así lo entendemos a pesar de que otros se escandalicen y no lo quieran entender.

Hay un viraje importante, se trata de formar ciudadanos completos, integrales e íntegros, que sepan diferenciar entre datos e informaciones ancladas en una realidad cambiante pero que otorga cierto margen de certidumbre en la toma de decisiones; no en los chismes malintencionados, en manipulaciones interesadas, en la defensa de privilegios normalizados pero nada éticos, se trata de regresar a la justa y digna medianía en cuanto a la forma de vida, además el planeta ya no aguanta los excesos de los poderosos, esos que no dudan en devastar lo poco que queda para disque vivir a todo lujo, que no bien, por unos cuantos años si bien les va. Ya no es el simple aprender a aprender, es aprender a pensar.

Se trata de lograr el bienestar social, una forma digna y disfrutable de vivir, no la mera sobrevivencia de la pobreza que se vuelve generacional y origen de odios y violencia, por esos rumbos tiene que transitar la nueva reforma educativa.

El 17 de septiembre de 1913 dio su discurso en el Senado, eran tiempos convulsos y violentos, estaban recientes los asesinatos de Francisco I. Madero y el de José María Pino Suárez (presidente y vicepresidente respectivamente) apenas siete meses antes, pero su valentía y honradez fueron despreciadas por sus compañeros legisladores, a costa de su vida denunció:

«Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente.
Indudablemente, señores senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esa patria que confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.
¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional?
Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.» https://www.animalpolitico.com/2011/10/discurso-original-de-belisario-dominguez-contra-victoriano-huerta/

«El 23 de septiembre siguiente, Domínguez subió a la tribuna del Senado para llamar asesino y desequilibrado mental a Huerta; y al igual que el discurso del día 16, este fue impreso y distribuido entre la población. 
Irreductible, el 29 de septiembre exhortó a los legisladores, en un discurso aún más radical que los anteriores, a cumplir con su deber de implantar el orden y para ello solicitaba ser comisionado para pedir la renuncia de Huerta mediante un escrito firmado por todos los senadores. Sabía que esa pretensión lo ponía en peligro de muerte, pero pensaba que era la única manera de volver a la legalidad. 
Le costó la vida. La noche del 7 de octubre (algunas fuentes señalan que en la madrugada del 8), dos hombres lo sacaron del hotel donde se hospedaba. Ya no se supo de su paradero hasta unos días después, cuando su cadáver fue encontrado en una fosa, a la orilla del cementerio de Coyoacán. Este artero crimen provocó un gran clamor público. Por su parte, Huerta, en el afán de acabar con la oposición en el Congreso, disolvió la Cámara de Diputados pocos días después y encarceló a más de cien de legisladores.» https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/el-7-de-octubre-de-1913-fue-asesinado-el-senador-belisario-dominguez

Intentando rescatar y tomar el ejemplo de su antecesor, el senado honra a algún mexicano, de los muchos que podrían ser nominados, para recibir la medalla que lleva el nombre del senador chiapaneco, ojalá que en este contexto político que se pretende diferente, sus cualidades fructifiquen en los mexicanos del siglo XXI.