martes, 18 de septiembre de 2018

INSOSTENIBLE DESIGUALDAD

Joaquín Córdova Rivas Casi se nos va, pero es que estábamos perdidos en la vorágine electoral o quizás se prefirió presentar el claridoso documento hasta un neutro 29 de agosto pasado. En realidad, el informe de la CEPAL —Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas— titulado “La ineficiencia de la desigualdad” se presentó en el trigésimo séptimo periodo de sesiones de ese organismo celebrado del 7 al 11 de mayo en La Habana, Cuba. El informe es importante porque sigue la línea de rompimiento con este capitalismo neoliberal y sus perversos efectos sociales. Como señala el boletín informativo de la UNAM, fechado antes de la irrupción de los porros en Ciudad Universitaria: «En la UNAM fue presentado el informe “La ineficacia de la desigualdad”, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el que se analizan y miden los efectos de la falta de acceso a la salud, la educación, los ingresos y la discriminación por género o condición étnico-racial en una de las regiones más desiguales del mundo. [...] El rector Enrique Graue Wiechers afirmó que el documento refleja la lacerante inequidad, que es como un monstruo que se alimenta a sí mismo, “y si no la combatimos, nos destruirá por su propia ineficiencia”. [...] En 2017, expuso, los recursos de los 10 mexicanos más ricos equivalían al total de ingresos del 50 por ciento de los más pobres, es decir, de casi 60 millones de personas. Y mientras en el 2002 la fortuna de los cuatro mexicanos más ricos representaba el dos por ciento del producto interno bruto (PIB), para el 2014 ascendió al nueve por ciento, dijo ante la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena. [...] “Al crecer la pobreza y acrecentarse la brecha de desigualdad, las oportunidades escasean, la desesperanza crece; se generan tensiones sociales y con ello inseguridad. La cultura del privilegio alimenta la corrupción y las carencias de los satisfactores sociales conllevan a un deterioro ambiental”, aseveró Graue.» Los datos y las conclusiones le pegan directamente al modelo económico actual y a sus rémoras: las “ganancias” ilícitas de la corrupción y el crimen organizado, poniendo énfasis en la necesidad de cambio en las políticas públicas, lo que cae como anillo al dedo al discurso del presidente electo, al que le quita el carácter de ocurrencias peligrosas, como sus poderosos enemigos insisten en pregonar, y le acredita certeza y oportunidad a su diagnóstico. «En el auditorio “Maestro Jesús Silva Herzog”, del posgrado de la Facultad de Economía, Alicia Bárcena explicó que el documento propone una nueva generación de políticas fiscales con énfasis en el gasto público, pero sobre todo, en el combate a la evasión fiscal y los fondos ilícitos. [...] Además, establece que la igualdad es un valor fundamental, un principio ético irreductible y condición esencial para un modelo de desarrollo centrado en el cierre de brechas. [...] “Se trata de igualar para crecer, porque la desigualdad es injusta, ineficiente e insostenible, y genera instituciones que no promueven la productividad y la innovación; porque castiga la pertenencia de clase, etnia, género, y lleva a su máxima consecuencia la cultura del privilegio que naturaliza las desigualdades, lo que es inaceptable”, aseveró. [...] Es necesario, prosiguió Bárcena, eliminar la cultura de los privilegios, que afecta principalmente a la mujer. “Si somos capaces de ir de la cultura del privilegio a la cultura de la igualdad, podremos lograr un beneficio social que incluya no sólo a las generaciones actuales, sino también a las futuras”, comentó. [...] En su oportunidad, Gerardo Esquivel, académico de la Facultad de Economía (FE), expuso que el documento esboza una nueva visión macroeconómica, la construcción paulatina de un estado de bienestar y una economía sostenible, así como instrumentos para lograrlo. Esto, prosiguió, es importante en el momento que atraviesa el país, en el que una nueva administración construye sus políticas públicas.» Boletín UNAM-DGCS-527 Ciudad Universitaria. 13:30 hs. 29 de agosto de 2018 http://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2018_527.html La síntesis del documento que comentamos abarca 78 páginas y define: «La igualdad se refiere a igualdad de medios, oportunidades, capacidades y reconocimiento (CEPAL, 2014). La igualdad de medios se traduce en una distribución más equitativa del ingreso y la riqueza, y una mayor participación de la masa salarial en el producto; la de oportunidades, en la ausencia de discriminación de cualquier tipo en el acceso a posiciones sociales, económicas o políticas. La igualdad en materia de acceso a capacidades hace referencia a habilidades, conocimientos y destrezas que los individuos logran adquirir y que les permiten emprender proyectos de vida que estiman valiosos. Por otro lado, la igualdad como reconocimiento recíproco se expresa en la participación de distintos actores en el cuidado, el trabajo y el poder, en la distribución de costos y beneficios entre las generaciones presentes y las futuras, y en la visibilidad y afirmación de identidades colectivas.» Más peligroso todavía para nuestras élites beneficiadas por la desigualdad: «La cultura del privilegio puede entenderse a partir de tres rasgos básicos que se remontan a la lógica colonial y que en la historia republicana se transfiguran y a la vez se preservan. El primero es la naturalización de la diferencia como desigualdad. Condiciones adscriptivas o semiadscriptivas operan como factores que justifican la desigualdad en derechos de propiedad, poder, nivel de vida, acceso a activos, redes de influencia y condición de ciudadanía. Esta homologación jerárquica entre distintos y desiguales se instaura en el sentido común de las élites y grupos dominantes, vale decir, pasa a considerarse como condición natural. El carácter hegemónico de esta forma de dominación radica, precisamente, en que una construcción histórica (la jerarquía de razas, géneros, pueblos o poblaciones) se internaliza como una realidad casi natural. El segundo rasgo presente en la cultura del privilegio es que quien establece esta jerarquía no es un juez imparcial, sino un actor entre otros que procura apropiarse de beneficios, para lo cual se constituye a la vez en juez y parte. Este sujeto obtiene esa posición de privilegio por su origen de clase o de sangre, su posición socioeconómica, su adscripción racial o de género, su cuna, su cultura o su pertenencia a élites de poder, o una combinación de las anteriores. El tercer rasgo propio de la cultura del privilegio es que, para operar y perpetuarse, la jerarquía tiene que difundirse a través de actores, instituciones, reglas y prácticas. De esta manera, se establece una dialéctica entre, por una parte, la naturalización de la diferencia como desigualdad y, por otra, la reproducción de las desigualdades por medio de estructuras e instituciones sociales. En esta dialéctica, la cultura del privilegio garantiza asimetrías en múltiples ámbitos de la vida colectiva, como el acceso a posiciones privilegiadas en los negocios y las finanzas; el poder decisorio o deliberativo; la mayor o menor presencia en medios que imponen ideas, ideologías y agendas políticas; la captura de recursos públicos para beneficios privados; condiciones especiales de justicia y fiscalidad; contactos para acceder a mejores empleos y servicios, y facilidad para dotarse de los mejores lugares para vivir, circular, educarse, abastecerse y cuidarse.» Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), La ineficiencia de la desigualdad. Síntesis (LC/SES.37/4), Santiago, 2018.» Más claro no se puede.

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