martes, 18 de septiembre de 2018

LA SANTA CEDE

Joaquín Córdova Rivas Ceder ante las múltiples corrupciones humanas es lo peor que le puede suceder a una institución que presume estar por encima de ellas, pero esa ha sido la constante a lo largo de su historia, no es nuevo, no es la primera vez ni será la última. Lo que desconcierta es el descuido, la carencia de mecanismos para prever, detectar y corregir a tiempo. El seguir creyendo que todo se le puede y debe perdonar como si no se estuviera exigiendo de antemano un régimen de excepción, lo peor, revictimizar a sus víctimas, echar mano de la ancestral culpa para aventársela a los demás, no mostrar arrepentimiento ni voluntad de cambio. Pero los costos ya rebasaron lo financiero, los millones de dólares para tapar los daños a la reputación ya no alcanzan, la credibilidad y legitimidad no se pueden restaurar con burdas maniobras políticas echando mano de los aliados de la ultraderecha, tan dados a cerrar los ojos cuando de llenarse las alforjas se trata. «Las 1.356 páginas del informe de un gran jurado de Pensilvania sobre los abusos sexuales de clérigos a más 1.000 menores de edad están repletas de descripciones escalofriantes y de crudos ejemplos de impunidad. La investigación revela que durante siete décadas la cúpula eclesiástica católica encubrió y toleró muchos de los abusos perpetrados por más de 300 sacerdotes. Por ejemplo, en la diócesis de Erie un cura confesó haber cometido en los años ochenta violaciones anales y orales a al menos 15 chicos, uno de ellos de solo siete años. Cuando se reunió con el depredador sexual, el obispo de la diócesis, Donald W. Trautman, lo elogió por ser una “persona cándida y sincera” y por los “avances” logrados en controlar su “adicción”. Y cuando finalmente el cura fue expulsado, el obispo declinó explicar los motivos. “Nada más debe indicarse”, escribió.» Desgraciadamente no parecen casos aislados, no es “alguien” que se descontroló y se aseguró, o tuvo mucha suerte, para que no se le descubriera, hay un patrón de deshonestidad, de uso del poder político y económico para encubrir la verdad: «Una suerte de “manual para ocultar la verdad” consistente de siete principios. Utilizar eufemismos para describir los abusos sexuales en los documentos de la diócesis, por ejemplo en vez de hablar de “violación” mejor usar “contacto inapropiado”. Si se inicia una investigación que la lleven a cabo personas sin experiencia, como otros clérigos. En busca de credibilidad, enviar a curas a “evaluar” cómo están los depredadores sexuales en los centros psiquiátricos religiosos donde han sido trasladados y a recabar solo la versión del acusado. [...] Si la diócesis determina que el escándalo es de tal calado que debe echar al cura abusador, evitar explicar el por qué: mejor definirlo como una “baja médica” o “fatiga nerviosa”. Sin embargo, si la comunidad descubre los abusos, la mejor solución es trasladar a ese sacerdote a otra iglesia, donde nadie sabrá que es un pedófilo. Aunque sea conocido que un religioso ha abusado de menores, mejor mantenerle el sueldo y las ayudas para su vivienda. Y finalmente, siempre es mejor no avisar a la policía de nada.» https://elpais.com/internacional/2018/08/15/estados_unidos/1534285596_678133.html No tiene caso ahondar en el escándalo, pero tampoco se vale quedarse callado, como si no pasara nada, como si las miles de víctimas solo fueran un número, simples efectos colaterales de una batalla entre el bien y el mal, porque seguiríamos la lógica de la impunidad. Tampoco creer que apenas pasó y pasa en unos cuantos lugares cuando los datos, las pruebas advierten sobre una práctica más generalizada, que está carcomiendo todo. Las denuncias en nuestro país mostraron las poderosas alianzas de los pastores que no dudan en sacrificar a su rebaño con tal de mantener sus exorbitantes privilegios, sin ir más lejos, este 27 de agosto el escritor, investigador y periodista Guillermo Sheridan reescribe sobre el acoso que sufrió en la escuela administrada por una orden religiosa: http://www.eluniversal.com.mx/columna/guillermo-sheridan/cultura/de-cuando-fui-victima-de-acoso-sexual En la peor de las perversidades, los propios cómplices de estas faltas están buscando la forma de utilizarlas contra su actual pontífice, que ha mostrado actitudes reformistas, según analistas cercanos al establishment religioso: « El epicentro de la guerra contra el Papa procede de la corriente tradicionalista de la Iglesia estadounidense vinculada al Tea Party y de potentes círculos mediáticos cercanos a Steve Bannon, obsesionado con los movimientos populistas en Roma y con el propio Vaticano. Un matrimonio de conveniencia con la derecha religiosa —estadounidense y Europea—, huérfana de un líder espiritual fuerte en el Vaticano que la defendiese. O que, al menos, no la atacase continuamente en cuestiones como la inmigración o las desigualdades. Un cocktail aliñado con un potente clickbait, una elevada dosis de falsedades e inversiones en portales como LifeSite, Catholic Register o el propio Breitbart de Bannon. Además, tras la dimisión de Benedicto XVI, la virulencia de los ataques ha crecido con la percepción de que elevar la presión puede provocar la dimisión de un Papa. https://elpais.com/internacional/2018/08/27/actualidad/1535387427_460890.html Como en todo, queda no abandonar la esperanza, en este caso en el cambio de rumbo y comportamiento de una institución que ha hecho del inmovilismo parte de su doctrina en un mundo con una humanidad cambiante, que enfrenta los desafíos con fórmulas diferentes a la negación, al oscurantismo, a la defensa de privilegios absurdos cuesten lo que cuesten. Ojalá que los católicos se atrevan a conquistar la centralidad que se merecen en su propia iglesia. Hay propuestas concretas, esas que temen los enquistados en el poder: «Tiene para ello que empezar a quebrar las piernas a esas estructuras con reformas concretas, empezando por la abolición del celibato obligatorio, la apertura a la mujer al poder de la Iglesia, así como a los laicos. Y hasta de deshacerse del viejo esquema rancio de la curia. [...] Tendrá que tener la fuerza, si fuera necesario, de convocar un nuevo concilio ya que la Iglesia acaba de cerrar un ciclo en este momento.» https://elpais.com/internacional/2018/08/27/actualidad/1535390732_402536.html

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